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De poco un todo

enrique / garcía / mÁiquez /

Pena de muerte

EL rechazo generalizado a la pena de muerte es uno de los grandes temas de nuestro tiempo, una auténtica novedad histórica. Que trae aparejada una paradoja: este mismo tiempo admite el aborto, flirtea con la eutanasia, muestra una recurrente tolerancia negociadora con el terrorismo y siente una oscura querencia por las guerras. Pero de todo eso ya hemos hablado aquí; y todavía hay más motivos de reflexión desasosegante.

¿Han leído Intemperie, la muy dura y excelente novela de Jesús Carrasco? Si piensan hacerlo, como aconsejo, abandonen de inmediato este artículo. En unos segundos voy a desvelar el final. No temo quedarme sin lectores. El libro ha sido un merecido éxito de ventas, y muchos de ustedes ya lo habrán acabado.

Como recordarán, tiene un final redondo. Descerrajan un tiro muy satisfactorio en la cabeza del villano. No es, además, un caso aislado. Cuántas novelas, cuántas películas y cuántos cuentos infantiles, incluso, terminan felizmente con la muerte violenta del criminal. Y no se trata sólo de la ficción. Tras el suicidio de "el monstruo de Cleveland", hemos oído mucho que gracias a su ahorcamiento triunfaba del todo la justicia. Cuando a un asesinato sigue el suicidio del agresor, caso frecuente en la llamada violencia doméstica, salta por doquier un comentario automático: "Lástima que no empezara por él". Es una opinión lógica, que encubre -a poco que nos fijemos- una aceptación subconsciente de la pena de muerte.

Para muchos de nosotros, sin embargo, no son casos equiparables. Lo que en la ficción nos parece plenamente apropiado, en la pena de muerte o incluso en los suicidios de los criminales resulta una burla a la justicia y a las víctimas. La muerte lo deja todo a medias, es un atajo, como una escapatoria última. El caso del suicidio de Hitler es paradigmático. ¿Por qué esta diferencia con los libros?, me pregunto.

No es que sepamos que en las obras de ficción los personajes no son reales. Cuando practico algún deporte, juego en serio; y mucho más en serio me tomo la narrativa. La clave es que en los libros y en las películas se nos da un universo cerrado, en el que el castigo deviene definitivo y acabado. En la vida, sentimos que eso no es así. Lo cual, si se analiza, explica nuestro anhelo de un Juicio Final omnisciente y completo. Con independencia de que exista o no, es imprescindible, si finalmente ha de triunfar de veras la justicia.

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