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De todo un poco

enrique / garcía-máiquez

Ley y plazo

CHATEAUBRIAND se dio cuenta enseguida de que la democracia añadía una variable más a la importancia de los tiempos en política: la de su escasez. La política europea de Luis XIV hubiese sido imposible en un alternante régimen democrático. Pero hoy, con la vertiginosa aceleración de la vida en todos los órdenes, el análisis del vizconde se va algo al traste. Una legislatura bien aprovechada vuelve a ser un periodo suficiente para grandes cosas.

Pero no para no hacerlas. La prometida y postergada reforma de la ley del aborto es un ejemplo dramático. Los autodenominados moderados del PP, que llamaríamos los medrosos si eso no lo fueran todos, sugieren que no es el mejor momento para aprobar esta ley, por el desgaste de popularidad que implica. Qué torpeza. El debate mediático colea mientras un proyecto de ley se discute. Tener la pelota en el aire fomenta la pelotera, la melé, los codazos…

Además, hay un tiempo con el que no cuentan, quizá porque piensan en todo menos en el fruto de cada embarazo. A partir de los nueve meses de la nueva ley, si se aprueba por fin y se aplica, comenzarán a nacer unos niños que hubiesen sido abortados. Ese momento será clave para el cambio social que ha de impulsar una cultura de la vida. Veremos a muchas madres agradecidas y a muchos hijos, sanos o enfermos, pero vivos y preciosos en todo caso.

Un estudio de la Asociación de Clínicas Acreditadas para la Interrupción Voluntaria del Embarazo (Acai) aduce que un 62% de las que abortaron volvería a hacerlo. Serán, teniendo en cuenta la entidad que encarga el estudio, los mejores datos posibles para los abortistas, ¡y reconocen que casi el 40 % no volvería a hacerlo! Eso, en este país tan de "sostenella y no enmendalla", es un dato abrumador. Además, en ese 62 % se incluyen aquellas que confiesan que fue horrible, aunque en las mismas difíciles circunstancias se resignarían a pasar de nuevo por el trance.

Resultaría apabullante, en cambio, un estudio sobre la satisfacción de las madres que sí decidieron tener a sus hijos. (Sobre la satisfacción posterior de los hijos no hace falta ningún estudio, naturalmente.) Con la próxima ley, si llega, y las medidas de apoyo que han de acompañarla, tendremos, a los nueve meses, dulces suspiros de alivio, fotografías únicas, finales felices e infinitos "menos mal". Así, esos meses desde su promulgación son el auténtico plazo de vital importancia.

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