Calle Ancha

Alberto Ramos / Santana

Están robando aldabas

POSIBLEMENTE se acuerden ustedes de ese americano que, subido en una escalera telescópica, estaba arrancando los pequeños anuncios metálicos que las empresas aseguradoras, de fines del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, colocaban en las fachadas de muchos edificios del casco antiguo gaditano. Su descaro para, a plena luz del día y sin ningún rubor, encaramarse a su escalera para arrancar las placas de las aseguradoras, podemos tomarlo, a la postre, como un acto de pura ingenuidad, en una ciudad donde grandes elementos del patrimonio histórico y artístico local y otros, aparentemente menores, desaparecen con casi total impunidad.

Porque lo cierto es que, desde hace años, estamos padeciendo un continuado expolio de cierto patrimonio al que, en demasiadas ocasiones, no se le da importancia. Ahí quedan, sin castigo, ni casi investigación, la pérdida de cañones de varias esquinas, la desaparición de brocales de pozos y aljibes, de elementos arquitectónicos como columnas de mármol, adoquines del siglo XVII, lozas de Tarifa, incluso en Cádiz puede desaparecer, aprovechando una gran obra que contaba con respaldo y apoyo municipal, toda una marquesina de casi treinta metros de largo, por unos cinco de ancho, con sus correspondientes doce columnas de más de tres metros de altura, como ocurrió con una de las marquesinas de la plaza de Las Tortugas, que no se repuso tras las obras de ampliación del aparcamiento de Canalejas.

Y, desde hace cierto tiempo, han comenzado a desaparecer aldabas de los portones de las casapuertas, esos hermosos llamadores que tienen formas diversas y que tantas veces fotografían los turistas. Entre los más habituales, los que tienen forma de mano que agarra una bola, o los de cabezas de animales, por ejemplo, un león que agarra con sus fauces la aldaba, los caprichosos que comienzan con una cabeza de serpiente, o de cisne, y terminan con un elemento vegetal, dotando al llamador de un carácter mitológico, los que se componen de una cabeza de caballo que agarra con el hocico una herradura, o los que, simplemente, son una argolla labrada..., los hay, como digo, de muchas formas y representaciones y, posiblemente por eso, se han convertido en objeto de coleccionismo, cuando no en antojo caprichoso de alguien. Que el objetivo es el recuerdo o añadir alguno a la colección, se puede deducir del hecho de que, habitualmente, desparece uno de los dos que formaban el conjunto en el portón. Sólo en el caso excepcional del Casino Militar, en la calle Ancha, han desaparecido los dos, pero en este caso se los llevaron los propietarios del edificio, pues se cuenta que Defensa ordenó llevarse todo lo inventariado, incluso, dicen, los enchufes, y en el inventario entraban las aldabas que fueron sustituidas por un cable azul.

Las aldabas forman parte del patrimonio gaditano, como las bolas de metal que señalaban el final de un tramo de barandilla en las escaleras, que también están desapareciendo misteriosamente. Están mangando llamadores y me sorprende que no se denuncien sus desapariciones..

http://calleancha-ars.blogspot.com/

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