de poco un todo

Enrique / García-Máiquez

El gato panza arriba

El príncipe de Lampedusa nos contó la extinción de un mundo, el de la gran aristocracia siciliana, en El Gatopardo. Tocaría ahora contar la extinción de otro mundo, el de la clase media, en una novela que podríamos titular El Gato panza arriba. Así se está defendiendo la pobre de los ataques que recibe por todos lados y que van convirtiéndola en una especie en peligro de extinción, como el lince ibérico.

Suben los impuestos…, para caer enseguida a plomo sobre la clase media, mientras congelan sus sueldos, se encarecen productos y servicios y el desplome del consumo pone en serios aprietos a los pequeños negocios o empresas. La crisis, que ya se ha cebado sin misericordia con la clase trabajadora, viene a por la clase media. ¿Venderá cara su piel y se defenderá con uñas y dientes? Si, según el dicho, la casa de una familia es su castillo, ahora es un castillo sitiado. Lo que la hace merecedora de una narrativa heroica. En algún lugar de su vasta obra, Ortega y Gasset explica que la nobleza medieval se fundaba sobre su disposición a defender unos privilegios. Hoy, que un sueldo digno y una casa propia empiezan a ser privilegios, la clase media ha de aprestarse a mantenerlos, apretándose el cinturón como antaño los señores medievales se ajustaban el cinto y apoyándose, como las familias feudales, en los vínculos de sangre. Se ganará de paso una nobleza. A la que, si hubiese que escogerle un escudo heráldico, le vendría ni que pintiparado un gato panza arriba sobre campo de minas. En dos lugares de su vasta obra al menos, Eugenio d'Ors repite: "Noble es lo antiguo: no lo demasiado antiguo. Tres siglos, ocho, veinticinco siglos, ¡qué bien! Pero si eres antediluviano, siempre tendrás algo de mastodonte". Teoría que remata en Paliques con esta anécdota: "-En nuestra familia datamos de las Cruzadas -decía el orgulloso gascón. -Pues en la nuestra, contestaba el vizcaíno, todavía más orgulloso, -no datamos" Y concluía d'Ors: "Mal hecho, vizcaíno. Hay que datar". Paralela al asentamiento del Estado moderno, la clase media surge tímidamente en el siglo XVIII, se extiende en el XIX y se consolida a lo largo del siglo pasado. Cumple, pues, el requisito d'orsiano de la datación. Tiene tiempo y, ahora, épica: si sobrevive, se merecerá ese escudo gatopancesco. Lo que está por ver es que, ante el ataque de las huestes del Fisco, la traición de la derecha vergonzante, el IPC desorbitado, la proletarización progresiva y la vertiginosa crisis girando en círculos viciosos, pueda lograrlo.

Ojalá. La clase media estabiliza un país, lo surte de universitarios, marca el nivel de su educación, sobre el que se levantan los picos señeros de su cultura, y modera su política. Que la crisis acabe con la clase media de un país como España, donde tanto costó extenderla, no resultaría tan espectacular como las cifras macroeconómicas, pero sería catastrófico.

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