de poco un todo

Enrique García-Máiquez /

Ensañamiento terapéutico

Los clásicos advertían de los riesgos de la hybris, que suele acabar castigada con una ironía trágica. Gracias a ellos podemos contemplar el patético espectáculo de este final del zapaterismo con cierta curiosidad catártica. ¿O es que no es una ironía de libro que aquellos que tanto han defendido la eutanasia -recuerden aquel estreno de Mar adentro con la plana mayor del PSOE aplaudiendo a rabiar, y luego el fervor por el doctor Montes, y la ley de muerte digna, y los testamentos vitales- sean los mismos que se empeñan en prolongar como sea la larga agonía de este Gobierno en estado terminal irreversible. ¿No sería mejor aplicarle esa muerte tan rápida y maravillosa que les parece tan bien... para los demás?

El caso del Impuesto del Patrimonio es el síntoma de que la enfermedad es incurable. Zapatero lo derogó explicando muy bien que era desigual, injusto, contraproducente, penalizaba el ahorro, castigaba a las clases medias y estaba en vías de extinción en Europa. Todo eso. Y ahora viene y lo restaura. La razón (si se puede hablar de razón) es el interés electoral. Rubalcaba ve lo que se le viene encima, y busca desesperadamente el voto de izquierda y agarrarse a la dialéctica de ricos y pobres. Y realmente él es de los pobres, aunque por su dinero puede que tenga que pagar el Impuesto del Patrimonio. Es de los pobres porque la medida y la estrategia son paupérrimas. El PP no tiene más que recordar las ideas con que el Gobierno del que formaba parte Rubalcaba defendió entonces la derogación para criticar la restauración. Queda, además, patente el estado delirante de un Ejecutivo desnortado, que, como escribió Dante de Florencia, no deja de dar vueltas en el lecho de dolor igual que un enfermo, pensando que esos constantes cambios de postura le alivian.

Claro que qué va a hacer el PSOE si no tiene nada a lo que agarrarse. El pleno empleo no lo va a prometer. La sentencia condenatoria a Otegui les rompe otro discurso suyo vertebral, pues se pensaban que con lo de la paz todavía podrían dar alguna guerra. Y esperemos, por la cuenta que nos trae, que la economía no siga cayendo más. Ojalá. Pero ellos ya no tienen margen para apuntarse el mérito ni de un apuntalamiento. Lo malo se les apuntará en el debe y lo bueno a que ya se cuenta con la segura victoria de Rajoy. Puede ser injusto, pero es así.

Este Gobierno, pues, no tiene solución. Sin embargo sus doctores, con Rubalcaba en la cabeza, están empeñados en alargar su vida a base de ensañamientos terapéuticos no se sabe en busca de qué. Ya podían aprovechar para predicar la muerte digna con el ejemplo. Yo lo vería bien, porque no se trataría del asesinato de una eutanasia activa, sino simplemente de dejar de aplicar medios extraordinarios, insoportables e inútiles para mantener al Gobierno respirando en contra del sentido común. El sufrimiento y el daño también son, ay, comunes.

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