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EL ALAMBIQUE

Juan Clavero /

El fin de la pesca

LA disolución de la cofradía de pescadores de El Puerto es el fiel reflejo de la dura crisis por la que pasa el sector pesquero a todos los niveles. Hemos pensado que el mar era una fuente ilimitada de recursos. Para nada han servido -como suele ser habitual- las advertencias de científicos y ecologistas sobre el peligro de la sobreexplotación de los recursos pesqueros.

Cuando llegué a El Puerto, hace ya más de tres décadas, me impresionó la imagen del río Guadalete rebosante de barcos. 130 pesqueros se amontonaban en varias filas en los muelles. Unos 2.000 trabajadores dependían de la actividad pesquera. Hoy, una escasa decena de barcos y ni un centenar de trabajadores viven de la pesca. Lo que antes era una de las principales riquezas y señas de identidad de El Puerto y de la Bahía, se ha convertido en una actividad residual abocada a la desaparición.

El hombre, o mejor dicho, las grandes empresas que dominan la pesca industrial en el mundo, han sobrepasado con mucho la capacidad de regeneración de los caladeros de pesca. En los últimos 50 años se ha pasado de extraer veinte millones de toneladas, a superar los cien millones. El mar no da más de sí. La pesca se acaba, pero la mayoría prefiere ignorarlo. Ante la alarmante disminución de las poblaciones de especies de peces y mariscos comerciales, el sector pesquero -salvo honradas excepciones-, sigue presionando para que no se reduzcan las cuotas. La respuesta no es la de promover una pesca responsable y sostenible que tenga por objetivo mantener y recuperar los recursos pesqueros y la riqueza de los ecosistemas marinos, sino terminar por expoliar lo poco que queda.

Pero hay experiencias que animan a la esperanza. La cofradía de pescadores de Conil, con el apoyo de los ecologistas, ha diseñado una serie de reservas pesqueras para conseguir la protección de los hábitats donde se reproducen las especies marinas. Se han planteado que lo importante no es cuanto puedo pescar ahora, sino cuanto podré pescar en el futuro. En el Golfo de Cádiz habría que abordar la regeneración de las marismas y de los estuarios -que son los ecosistemas de mayor productividad biológica del litoral y principal zona de cría y alevinaje-, tan maltratados por rellenos, desecaciones, vertidos y dragados.

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