Un baile con tres heridas

La Compañía Nacional de Danza ofreció en el Teatro Falla una tríada de coreografías que giraban en torno a los conceptos de vida, erotismo y muerte

La CND llevó al Teatro Falla un espectáculo elaborado con tres de sus piezas.
La CND llevó al Teatro Falla un espectáculo elaborado con tres de sus piezas.
Désirée Ortega Cerpa

01 de noviembre 2009 - 05:00

Compañía: Cía. Nacional de Danza País: España. Coreografías y dirección artística: Nacho Duato. Bailarines principales: Tamako Akiyama, Luisa Mª Arias, África Guzmán, Ana Mª López, Yolanda Martín, Ana Teresa Gonzaga, Clyde Archer, Gentian Doda, Francisco Lorenzo. Escenografía: Nacho Duato Lugar y día: Gran Teatro Falla, 30 de octubre.

Como el poema de Miguel Hernández, la Compañía Nacional de Danza viene con tres coreografías en torno a tres temas fundamentales: Tánatos y Eros y, por supuesto, vida. La herida de la muerte queda reflejada en una dramática coreografía bajo el título de Kol Nidre, nombre tomado del ceremonial judío y concebido como tiempo de reflexión y perdón. Interpretada en segundo lugar en el espectáculo, muestra una escenografía que evoca trincheras y campos de concentración, a base de sacos apilados y columnas de hierro que sostienen focos. La del amor, o más bien la del erotismo, es Cobalto, representada en tercer lugar, que destaca, en primer lugar, por una banda sonora creada por Pedro Alcalde y Sergio Caballero e interpretada al órgano. Por otro lado, debe mencionarse la ocupación y transformación del espacio, a través de una apropiada iluminación así como el tono onírico e intimista, tanto de la propuesta como de la coreografía. Por último, aunque presentada en primer lugar, merece destacarse, Gnawa, apelativo dado a una serie de cofradías místicas musulmanas que llegan al trance a través de una música característica. Las melodías empleadas, junto con la sugerente iluminación de Nicolás Fischtel, así como los sobrios figurines de L. Devota y M. Lomba -pantalón blanco para ellos y vestidos negros con falda pantalón de cortes desiguales, para ellas- amén de la sensualidad, elegancia y espiritualidad de un coreografía adecuadamente interpretada, convierte a este trabajo en un auténtico canto a la vida con reminiscencias tribales y toques orientales. Lo mejor, como es norma clásica del espectáculo, siempre debe ir al final.

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