Cuatro novillos de cortijo
Un destacable encierro de José Cruz evidencia la falta de oficio de una de terna de novilleros que sólo brilla en momentos puntuales. Destaca el toreo de muleta de Jiménez al cuarto y el de capa de Ortega
Tercer festejo del abono de la salud. Novillada con caballos
GANADERÍA: Seis novillos de la ganadería de José Cruz, bien presentados y de buen juego en líneas generales. Muy bueno por fondo y nobleza el sexto; nobles y con calidad tercero, primero y segundo. Bajaron algo cuarto y quinto, que aunque nobles, llegaron más apagados a las faenas de muleta.TOREROS: Ángel Jiménez, cinco pinchazos, siete descabellos (silencio tras aviso) y pinchazo, más de media defectuosa (oreja) . Juan Ortega, estocada (vuelta al ruedo) y pinchazo, media contraria y tres descabellos (ovación) . Juan Romero 'El Zorro', Estocada desprendida (oreja) y estocada caída y seis descabellos (ovación tras aviso) Incidencias: Un cuarto de plaza en tarde calurosa. En cuadrillas, censurable la actitud de algunos banderillero jaleando en demasía a los toreros y pidiendo los trofeos.
Hubo un tiempo en el que salía una novillada como la de ayer y encumbraba a dos o a tres novilleros. Los encumbraba, los metía en el circuito. ¿Recuerdan los tiempos de Finito y de Chiquilín? Recuerdan a Ponce, a Jesulín, al mismo Morante, de novilleros? Imagino la novillada de ayer en esas manos. Qué digo, en las de Pauloba, en las de Antonio Manuel Punta, en las de Martín Pareja Obregón. Fíjense lo que les digo, que éstos últimos no han sido figuras. Pero la novillada de ayer, hace 20 años, encumbraba a más de un tío. ¿Recuerdan cómo relanzó su carrera, aunque luego corta, Rubén El Pireo, tras cortar cuatro orejas y un rabo en Córdoba? No, no eran otros tiempos, que de esto hace un cuarto de hora, porque yo no soy tan viejo. Una novillada así le daba una temporada de cortijo o, al menos, de parcela ilegal en El Higuerón. El tío se compraba un terreno y le hacía una casa a su madre, con la aquiescencia del Ayuntamiento de entonces, con los dineros que ganaba en la temporada que empezó en Córdoba con el lío formado a un novillo como los de ayer. Lo dicho, al menos cuatro novillos de los José Cruz, llevaban un cortijo dentro. Y todo eso teniendo en cuenta que es la Casa Chopera la que te esta viendo, que le da por ti y de entrada te pone un piso, porque si le formas un lío en Córdoba, te lleva a Almería y a Bilbao diciendo: "Este nene la formó en Córdoba". Y eso, aunque la plaza ahora tenga poco peso, viste. Y mucho.
Pues ayer, los tres zagales se dejaron ir la novillada. Cortaron dos orejas, una El Zorro y otra Jiménez, pero fueron de escaso peso. Una novillada bien presentada. Con toros bien hechos, con cara. Muy al uso del toro bonancible de hoy, pero con recorrido y calidad para hacer el toreo de moda, el de composición de figura y lentitud. Firmaría que hoy saliera sólo un toro con la calidad de los de ayer. Pero los novilleros estuvieron bien desbordados bien despegados y rectificando terrenos de forma constante y, sobre todo, preocupante. Es cierto que hubo cosas que destacar de la actuación de los tres aspirantes, detalles, momentos en los que atisbaron ciertas condiciones de torería y ganas, pero no fueron suficientes porque ya se sabe el toro bueno descubre de una manera cruel al que no le hace las cosas bien.
Abría cartel Ángel Jiménez, quien al fin y con dosis demasiado medidas dejó los momentos de más calidad. Ocurrió en el segundo de su lote. El novillo salía suelto de los capotes. Es curioso, porque Jiménez estuvo mejor con éste, que tuvo peor condición que su primero, que era más bravo y que por eso planteó problemas insondables para el novillero. Con el que hizo cuarto, Jiménez consiguió tres tandas muy acopladas, sobre todo dos con la derecha y una por el izquierdo. Bien el torero. Sin embargo, debe preocuparse menos de los gestos afectados con los que envolvió cada momento estelar. Hay que ocuparse del toro y de prolongar los muletazos, no de fingir que se está en trance. Por lo demás, labor aseada y templada por momentos, con muletazos aislados de bella factura. No fue el suyo un trasteo compacto compacta. Cortó una oreja y gracias porque no mató bien. En su primero, los enganchones fueron la tónica de su actuación. El novillo pedía sitio y el torero ligaba una y otra serie y todas le salían atropelladas y sin limpieza. Descolocado, no consiguió acoplarse salvo en algún muletazo suelto. Luego pegó un petardo con la espada.
Juan Ortega destacó por momentos con el capote y en el toreo a dos manos. Su pinturería tapa sus enormes carencias en el toreo fundamental. Hablamos de derechazos y de naturales, que también le salieron con enganchones y descolocación. Sin pulcritud. En su primero tuvo detalles sueltos, sobre todo un par de trincherillas, algún ayudado, pero poco más. Con el segundo realizó un gran quite con el capote en el que hubo verónicas alternadas con un par de medias. Cerró con una galleo por tapatías muy gallardas. Pero hasta ahí. Con la muleta, cuatro tandas atosigando al toro, con enganchones y en las cercanías sin decir nada.
Y si Jiménez y Ortega anduvieron las más de las veces descolocados y dejándose tocar la muleta, El Zorro fue la antología del paso atrás. Se llevó posiblemente los dos mejores novillos de la tarde y perdió sus dos cortijos correspondientes. Tanto lo del paso atrás como lo de los novillos son hechos objetivos, que los puede ver en un vídeo si quiere hacerse un favor. La lidia al primero de su lote fue un desastre y con la muleta consiguió varias tandas pero sin nada que reseñar.
En el segundo de su lote, un novillo con cerca de cien embestidas, más de lo mismo. Se aburrió de pegar pases de tal manera que alguna vez se colocaba pasaba el novillo y aquello resultaba hasta decoroso, pero no estaba bien, estaba mal. Tanto cantó la condición del novillo que parte del público le afeó tal sarta de mantazos ramplones. El toreo, Juan, es otra cosa, que no te engañen los agradaores de turno.
Del comportamiento de las cuadrillas sólo salvamos a la de Juan Ortega. Los de El Zorro le pedían las orejas pitando y haciendo aspavientos para animar al público. Los de Jiménez jaleaban cada muletazo como si el chaval fuera Belmonte resucitado. Comportamientos así no ayudan. Y lo que es peor, confunden a los novilleros, que se creen que han estado cumbre cuando con la novillada de ayer podían haber dado la entrada de una finca.
La parte positiva de todo lo que pasó ayer, la lección, es que cuando sale el toro nadie se aburre aunque los toreros no se acoplen, porque el toro es el secreto y los novillos de ayer dieron un juego interesante, que despertó las esperanzas del aficionado y le hizo pensar que no todo está perdido. Ahora nos falta buscar a los toreros que quieran hacerse ricos con semejante ganado, algo que no parece tarea fácil.
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