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Ambición de Adame ante un 'Ombú' de frondosas embestidas

  • El diestro mexicano, muy dispuesto, corta una oreja al tercero, un extraordinario toro de Juan Pedro Domecq

  • Finito de Córdoba y Román, silenciados en sus lotes

La novena de la Feria de San Isidro se abrió con un minuto de silencio por el doctor Ramón Vila, respetado por su gran profesionalidad y humanidad, y nos deparó al término el triunfo del joven mexicano Luis David Adame, con hambre para ser torero ante un toro de Juan Pedro Domecq, Ombú -como el nombre del árbol americano-, frondoso en embestidas con calidad.

Ese gran pasaje del espectáculo sucedió en el tercer acto. Se abrió el toril y emergió un toro precioso de lámina y llamativo por su capa: jabonero. Un cinqueño bien presentado y de 548 kilos. Luis David Adame lo recibió con buenas verónicas y con su habitual variedad capotera también se lució en unas chicuelinas.

El toro, bravo, repitió con profundidad y clase ante la muleta de Adame, quien con firmeza, sitio y buena colocación consiguió series enmarcadas en la ligazón y en la que el temple fue virtud esencial en los muletazos por ambos pitones; si bien en algunos pasajes, los lances y los pases fueron rápidos. A ello, hay que unir remates relevantes, como sus pases de pecho ajustadísimos y algún pase de la firma con gallardía. El torero, además, dejó patente su valor en una obra con firmeza, que comenzó con unos estatuarios de infarto y que cerró con unas bernadinas y aderezó con una arrucina sorprendente. Mató de estocada desprendida y fue premiado con una oreja, entre tanto el gran toro de Juan Pedro Domecq, Ombú, fue ovacionado en el arrastre.

Luis David Adame, con la Puerta Grande entreabierta, salió a por todas en el sexto, un toro de ¡631 kilos!, enorme, cinqueño. Con variedad con la capa, sorprendió con unas zapopinas. En la faena tiró la moneda en un muletazo por la espalda ajustadísimo. El toro se quedaba corto y fue a menos y Adame, con empeño, no pudo conseguir una obra con peso. Mató de estocada y un descabello y fue ovacionado.

Finito de Córdoba y Román fueron silenciados en sus lotes. El diestro cordobés contó en primer lugar con un toro noble, al que le faltó más brío para la transmisión. El veterano torero se marcó unas buenas verónicas, tuvo algún destello con la muleta y dio un mitin con la espada.

Con el cuarto, serio, otro animal noble, pero de escaso recorrido, Finito tuvo menos opciones y tras unos lances de recibo a la verónica de bello corte, el trasteo no tomó cuerpo con un animal que fue a menos. Mató de pinchazo hondo.

Román, al que se esperaba tras su buena imagen en esta plaza en sus últimas actuaciones, ante el segundo, bien hecho, se mostró variado con la capa -verónicas y gaoneras- y porfió en una labor que aperturó con el cartuchito de pescao y que no caló en el tendido con un toro con movilidad y al que le faltó franqueza.

El quinto, cinqueño, astifino, cuesta arriba, el peor del encierro, dio un mal juego y acabó parado muy pronto. Román, voluntarioso, intentó lucirse antes de fallar con los aceros.

Lo más importante del espectáculo fue la unión del hambre de ser torero del joven mexicano Luis David Adame con ese Ombú frondoso en embestidas con calidad y marcado con el hierro de Juan Pedro Domecq.

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