Manuel Aragón: “No se me olvidará nunca el ruido del agua. Fue horrible”
60 años de la riada de Chiclana
Testigo de este trágico suceso, fue reconocido el pasado 15 de octubre por el Ayuntamiento de Chiclana, dentro de las actividades organizadas con motivo de esta efeméride
Manuel Aragón tenía 17 años aquel 19 de octubre de 1965 cuando el agua arrasó Chiclana. Desde la misma casa donde nació -y donde hoy sigue en pie el negocio que regenta, Casa Eloy, uno de los comercios más antiguos de la ciudad- vio cómo la riada convertía las calles en un torrente de barro y desolación. Aún guarda en su almacén, entre el olor a cuero y el eco de los años, algún zapato manchado de fango, testigo mudo de aquella tragedia. Mientras que, en un rincón del local, muy a mano, se sitúan las viejas tablas, que durante seis décadas su familia ha colocado en sus puertas cada vez que había presagio de intensas lluvias.
Pregunta.–¿Qué recuerda de aquel día?
Respuesta.–¡Gracias a Dios, fue de día! Al poco de abrir la tienda, llegó un señor de Conil, que, extrañado por nuestra tranquilidad, nos dijo: ¿Saben el agua que viene? Ante esto, me mandaron a buscar yeso a casa del padre del actual acalde, pero no tenía. Entonces, vimos como el agua subía y subía y ya no había forma de defenderse. Recuerdo que acabábamos de recibir la mercancía, que estaba en lo alto del mostrador. El agua entró con muchísima fuerza, partió y se llevó todo.
Nos subimos al piso de arriba, donde vivíamos, y desde allí pude ver pasar objetos de todo tipo: nuestros zapatos, pero también mesas, sillas, televisores y hasta dinero. Fue horroroso.
La fuerza del agua colocó un camión que había en la esquina de la Alameda en la calle que sube el Teatro Moderno. Desde este, un grupo de vecinos, ayudado con una cuerda, pudo sacar a los chiquillos que estaban almorzando en los Agustinos.
También vimos cómo los helicópteros auxiliaban a la gente de La Albina y cómo la Guardia Civil salvó a muchísimas personas. Pasamos mucho miedo. No sabíamos si el agua iba a seguir subiendo. Así estuvimos casi un día entero, ya por la noche nos dimos cuenta de que empezaba a bajar.
P.–¿Cómo se fue recuperando la ciudad de este desastre?
R.–Cuando el agua desapareció, quedó mucho fango y las familias, cómo ocurrió en la Dana de Valencia, fueron las que con cepillos limpiaron las calles. A pesar de que no quería, tuve que dejar a mi familia haciendo estas labores, porque el día 1 de noviembre me incorporaba a la Mili en Madrid. No pude ayudar como quería y me fui con mucho temor. Cuando caían cuatro gotas allí, ya estaba llamando a Chiclana para saber cómo estaba la situación.
P.–¿Sigue teniendo sus famosas tablas para evitar que entre el agua cuando llueve mucho?
R.–Sí. Las hicimos tras la riada, una para cada puerta. La única vez que han salido de aquí fue con motivo de la exposición de los 50 años de esta. Entonces, las cedí al Ayuntamiento, y me hicieron otras mientras se exponían. También se llevaron un zapato con fango que, junto a otros, aún conservo en el almacén.
Las tablas son tan famosas que es raro el año que la Peña Carnavalesca Perico Alcántara no le dedica o la nombra en alguna copla. Y si no es así, viene alguno hasta la tienda a cantarme.
P.–¿Qué imágenes o sensaciones son las que no olvida, las que se le han quedado grabadas en su memoria?
–Sin duda, no se me olvidará nunca el ruido del agua. Fue horrible. También recuerdo a la familia Aguilar, eran mayores y sufrieron muchísimo. Y la imagen de mi hermano aguantando la puerta para que no entrara el agua. Era una sensación de gran impotencia.
Además, me acuerdo cómo un hombre, donde hoy está el edificio de la Seguridad Social, estaba subido a un palo de teléfono y vino un helicóptero y lo salvó, al igual que a un guardia civil que atravesó una calle a nado para auxiliar a un grupo de personas. La Guardia Civil salvó muchas vidas.
P.–¿Cree que Chiclana está preparada para algo similar?
R.–No. Ha avanzado mucho, pero todavía faltan más actuaciones para evitar que esto vuelva a suceder. Falta dragar el río y quitarle unas cuantas curvas. Echo de menos que, tras sesenta años de este suceso, no se hayan tomado más medidas. Porque, lo mismo que llevamos años de sequía puede venir uno de agua.
P.–¿Y qué le gustaría transmitir a las nuevas generaciones sobre lo que pasó en 1965?
R.–Que estén preparados para vivir una tragedia de este tipo. Yo cuando veo esos comercios tan modernos, tan bonitos que hacen hoy, pero que no tienen escalones, digo, como cualquier día venga el agua…
P.–Por último, el Ayuntamiento de Chiclana le brindó recientemente un reconocimiento, ¿cómo lo recibió?
R.–Muy agradecido de que se haya acordado de mí. Como dice el refrán, más vale tarde que nunca.
Me hubiera gustado que hubieran estado y me acordé muchísimo de los Aguilar, de mi hermano y mis hermanas, que se hartaron de quitar fango.
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