¿Estáis ‘preparaos’?

La Tribuna Cofrade

La renuncia de Ramón Velázquez como capataz de la Virgen de las Penas supone el fin de una etapa en la hermandad La Palma y de una parte de la historia reciente de la Semana Santa

Ramón Velázquez, mandando el palio de la Virgen de las Penas.
Ramón Velázquez, mandando el palio de la Virgen de las Penas. / Julio González

"Lo esperado, pero no menos doloroso”. Así rezaba el primer mensaje que recíbiamos el jueves, nada más conocerse la noticia de la renuncia de Ramón Velázquez como capataz de la Virgen de las Penas. Velázquez y las Penas era uno de esos binomios de la Semana Santa que ya creíamos que sería eterno, que nos duraría para siempre; que a la hora de consultar la ‘ficha técnica’ del soberbio palio leeríamos a Rodríguez Ojeda, a Elena Caro, a Hijos de Juan Fernández, a Jesús Domínguez… y a Ramón Velázquez. En esas andábamos cuando Velázquez ha pedido dar fondo, ha terminado rindiéndose al cansancio, a los achaques, a la edad y a otros factores que tampoco han jugado a su favor en los últimos tiempos.

Al leer ese primer mensaje tras la noticia de la renuncia, se nos vino a la mente la peculiar manera que impuso Velázquez para realizar esas maniobras cuando no es posible tocar el martillo, cuando el palio se echa completamente al suelo para esa salida que siempre parece imposible por la puerta de La Palma, o cuando el paso tiene que perder altura para pasar justo por debajo de los balcones de Compañía. “¿Estáis preparaos?”, pregunta con voz enérgica Velázquez a los suyos, que responden “sí” al unísono con la misma contundencia. O si no, no se levanta el paso. “¡Arriba!”, lanza el capataz, en una maniobra que preparó a conciencia durante meses la primera vez, y que ha ensayado hasta la extenuación en estos casi 40 años.

Pues no, Ramón. En esta ocasión no estamos preparados para esta noticia, que de algún modo cierra de manera definitiva una etapa -y vaya etapa- en la cofradía de La Palma. No estábamos preparados para algo así en un año en que la lluvia nos privó de Semana Santa. Queríamos aferrarnos a esa pócima de la eterna juventud que nos asegurara tu presencia siempre agarrando el respiradero de la Virgen de las Penas y preguntando quién va en esta o en la otra pata y quién lleva ese detrás y al lado.

Sabe el capataz que ha sido un gran privilegiado desde aquella tarde que estando en Vejer viendo a la Oliva recibió la llamada de La Palma. “¿Usted es Ramón Velázquez? Nos gustaría hablar con usted”, sonó al otro lado del teléfono días después de una salida extraordinaria de la Virgen. Desde entonces “me he dedicado en cuerpo y alma más que a llevar un paso, a servir a mi hermandad” por medio de una Dolorosa, la de las Penas, que “ha llenado toda mi vida de satisfacciones”, como él mismo relataba a la hermandad en esa carta de despedida.

También ha sido un privilegiado Velázquez por poder irse por su propio pie, por tener las luces y la serenidad de dar fondo cuando él, y solo él, lo ha considerado. Así debía ser y así ha sido, en un mundo en que casi nunca es fácil conseguir esto y ante una cofradía y un paso para el que siempre han sobrevolado los interesados en hacerse con el martillo.

Se marcha Ramón Velázquez del palio de las Penas, se cierra una etapa de la hermandad de La Palma en la que participan varias generaciones de cofrades, y de algún modo pone fin también una parte de la historia reciente de la Semana Santa. Este noviembre no habrá díptico con la programación que marca el calendario particular hasta el Domingo de Resurrección, ya no habrá Viernes de Dolores con la iglesia de La Palma vestida de blanco para comprobar que todo en el paso está en su sitio y bien dispuesto, ni habrá foto de la delantera del paso cuando cae la noche. El Lunes Santo dejará de mecerse entre Julio y Caparrós ante la atenta mirada de Quiñón.

Pero nos quedarán para siempre las mañanas de ensayo en el Portal, las noches eternas de tertulia en la calle Novena, los bocadillos a 10 duros que se preparaban para el descanso de los cargadores, los divertidos viajes en autobús, las charlas en el salón de actos de la Salle, el “cojón de mico”, los cantos a Romerito, los eternos Viruta y Quiñones, los últimos vistazos al recorrido la mañana del Lunes Santo, los viajes a la quinta puñeta con tapa de ensaladilla para ver si la banda es mejor o peor para la Virgen, el sorteo de la cesta de Navidad, las tarjetas de relevo que siempre esperan en la acera los allegados, y el beso que cada año despedía el Lunes más importante.

“¿Estáis ‘preparaos’?”. No, Ramón, no lo estábamos. Pero toca el martillo y disfruta de este merecido fondo para siempre.

Los tramos

Primer tramo. Da mucha alegría, y orgullo, salir de Cádiz a conocer Semana Santa y ver procesiones, y encontrarse muchas cosas de aquí fuera de la ciudad. El pasado sábado se disfrutó la magna organizada en Alcalá de los Gazules (magníficos embajadores), donde procesionaba el antiguo paso del Nazareno de Santa María, una joya que quizás no debió perder Cádiz, y donde participaba la banda del Rosario, cuya música volvía ayer a protagonizar una extraordinaria, en este caso de Cristo Rey de Jerez. Y en Jerez pudimos ver también el ángel del misterio de Las Aguas, que formó un misterio con el Cristo de la Lanzada. Mucho Cádiz en las extraordinarias. Segundo tramo. Anuncia el Nazareno del Amor un curioso cabildo para finales de este mes en el que plantearán una enajenación patrimonial y otro asunto relacionado con el nuevo guión estrenado el Lunes Santo. Al parecer, ha conseguido ya la cofradía un comprador para el antiguo palio, una operación que sería fundamental para avanzar en el ambicioso proyecto del nuevo paso de la Esperanza que ya se ha comenzado. Tercer tramo. Los Wasaps. El primero: “Creo que es uno de los grandes capataces de Cádiz. Tal vez el que más”. El segundo: “El antiguo paso del Nazareno va a doble hombro. A ver si se atreve alguien en Cádiz”. Y el tercero: “Se han celebrado dos procesiones del Corpus distintas en la misma parroquia y a la misma hora”. Cuarto tramo. Quedó demostrado el pasado fin de semana la fortaleza que ha recuperado el Corpus Chico de la Esclavitud, que creció en cortejo, en música y en número de parihuelas, lo que no impidió un recorrido ágil (como destacaba uno de los sacerdotes participantes) y con el encanto que proporciona el recorrido por las céntricas y señoriales calles y la valía de algunas de las insignias que pone en la calle la Esclavitud, además del enriquecimiento del paso de la Custodia. Quinto tramo. Coletazos del Corpus. Desde el Ayuntamiento aclaran que en todo momento estuvieron atendiendo a los cofrades de La Cena en su incidente de Nueva con la terraza de hostelería. “Nunca les dejamos solos”. Conste. Sexto tramo. ¿Se pidió prestado el paso de una ‘pirata’?

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