La Tribuna Cofrade
Pedro José Rodríguez, la felicidad del sacerdocio
Qué mejor representación para entender el misterio de la Eucaristía que la que esconde durante el año los recovecos de Santo Domingo y asoma cada Domingo de Ramos al Compás dominico. Qué mejor forma de celebrar un año dedicado a la Eucaristía que poniendo en la calle, fuera de la Semana Santa, la escena que versionó en los años 90 Luis González Rey de esa Última Cena del Señor, germen de cada misa, de cada título de sacramental y de la propia Iglesia en sí. Por eso, este Año de la Eucaristía decretado por el obispo pasará a los libros de historia de la diócesis por dos momentos especiales, el de la pasada festividad del Corpus, que quizás no alcanzó el reto planteado en año tan especial; y la procesión extraordinaria de La Cena de este sábado 14 de septiembre.
Ha querido el Obispado unir este Año de la Eucaristía a otra fiesta especialmente destacada en Cádiz, la de la Exaltación de la Cruz, tan enraízada desde la Reconquista de Alfonso X y ese traslado de la sede episcopal que la Diócesis celebrara de forma tan brillante en 2018. La que da título a la Catedral, que festejó este 14 de septiembre con un pontifical al mediodía presidido por el propio Zornoza y con el Señor de La Cena en el altar mayor, aunque en ningún momento hizo referencia alguna a Ella ni a la cofradía. Una Cruz que el obispo presentó como “única esperanza, signo supremo de Dios resucitado, que sigue elevada sobre este mundo, que es santa, bendita, esperanza única, admirable, vivificante, tesoro, refulgente, nupcial, gozosa, empurpurada de la sangre del Señor, redentora... como ensalza la Liturgia de este día”.
Quiso Zornoza vincular la Cruz y la Eucaristía, “que es misterio de muerte y de gloria, paso a través del cual quiso Cristo entrar en su gloria y reconciliar a la humanidad entera”, justificando así la jornada tan especial que vivía ayer la Iglesia local y, de manera especial, la hermandad de La Cena.
Y es que, de algún modo, el Año de la Eucaristía bien puede ser el Año de La Cena; como si la procesión de anoche fuera un merecido homenaje a la constancia, al trabajo, al mimo por la Eucaristía, a tantos años de participación -muchas veces contra los elementos- en la fiesta de Corpus con el altar presidido por el Señor, al cuidado del culto siempre plagado de detalles, a esa unidad a la que hacía referencia Zornoza durante la homilía y de la que dio muestras los cortejos del traslado del viernes y de la procesión de anoche.
Luchó La Cena en esta procesión extraordinaria contra todos los elementos posibles. Contra una Diócesis que no parece poner mucho empeño en este año especial que el propio obispo se ha sacado de la manga exclusivamente para Cádiz y Ceuta pero que sigue pasando más que desapercibido, con un pontifical convocado sin mucha difusión ni participación (el Cabildo solo invitó a los hermanos mayores de las sacramentales); contra un Ayuntamiento que colocó la programación del Cádiz Fenicia como una apisonadora por encima de la celebración religiosa (¿tenía que ser precisamente el sábado y justo a la hora prevista de salida de la procesión cuando se convocara la inauguración del espectáculo de luz y sonido de la plaza de la Catedral? ¿Procedía la prórroga concedida al tiovivo que debía haberse desmontado el viernes sabiendo que estaba previsto que pasara una procesión por allí al día siguiente?); e incluso contra el fuerte viento de Levante que reinó en la ciudad y que se dejó notar de manera especial en algunos tramos del recorrido.
Por toda esta lucha también puede considerarse éste como el Año de La Cena. Porque frente a todos estos obstáculos –entre otros menos confesables– el paso de misterio lució como nunca, con el canasto completamente dorado (al fin) y con el apostolado luciendo ropajes bordados que tanta solemnidad dieron a esta ocasión extraordinaria; porque el Señor no sabe uno si iba mejor vestido en el traslado del viernes, con su túnica bordada y el mantolín cedido por la hermandad de la Paz, Patrona de Medina; en el pontifical del sábado con el mismo mantolín y la túnica del Señor de La Cena de Sevilla; o en la procesión de anoche, con esa túnica y el mantolín rojo de la misma procedencia.
Con el acompañamiento de la agrupación musical Polillas –con un exquisito repertorio de marchas eucarísticas–, un nutrido cortejo con rostros de la hermandad de siempre, y las calles del recorrido abarrotadas de público que otorgaron un gran ambiente a esta procesión extraordinaria, La Cena pudo completar esta salida que de alguna forma compensaba el fallido Domingo de Ramos pasado y que sirvió ayer para escenificar que la Iglesia de Cádiz está celebrando el Año de la Eucaristía, que es el Año de La Cena.
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