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Desarrollo urbanístico en la casería Primeros inquilinos en las torres de la polémica

Ya hay vida en las torres de La Casería

  • Por el momento sólo una de estos gigantes inmuebles está habitada, con pisos vendidos o puestos en alquiler, aunque la empresa que se encarga de comercializarlas comenzará pronto con otra de las torres

Silencio. Silencio. Silencio. Los minutos pasan y eso es lo único que se oye. Sólo queda interrumpido al rato por un martillo que golpea rítmicamente -tac, tac, tac, tac- alguna pared. Se para y sólo llega a los oídos el silencio. El paso de unos jóvenes en ciclomotor haciendo el caballito resuena con fuerza, casi con eco. Calma y tranquilidad es lo que se respira a escasos metros del borde interior de la Bahía, en la zona norte de la ciudad, en un paisaje de perfil bajo en el que ya se han convertido en costumbre las tres torres de La Casería. El ojo, la mente, se habitúa. Ésta es la prueba más palpable. A pesar de la polémica que suscitó en su momento. A pesar de las quejas ciudadanas. A pesar de considerarse entonces un atentado al medio ambiente. Al buen gusto.

No sopla el viento. No se mueven las aguas de la Bahía. Están como un plato. El mar duerme en calma, en armonía con los alrededores de estos suelos de La Casería. Pero, a simple vista, también rezuma soledad. Nadie camina. Nadie habla. Ningún niño llora. No hay sonidos de televisión. Parece que no hay ni un alma. Si no fuera por ese martillo y por los escasos 10 vehículos aparcados a los pies de estos gigantes inmuebles podría describirse como un lugar fantasma. Nada más lejos de la realidad. Desde hace meses, poco a poco, las torres comienzan a tomar vida. Mejor sería decir, la torre. Porque es la central la que tiene ocupados, por el momento, más o menos 40 pisos, aunque ya prácticamente está comercializada, según explica la empresa que trabaja de ello, Magnum and Partners, a encargo de Caixa Catalunya, propietaria de las torres.

José Manuel lleva dos meses en su piso de la torre del centro. Tiene muy buenas vistas, pues sus ventanas dan a la parte trasera, a la que mira a la Bahía. Es inevitable preguntar cómo se encuentra viviendo en estos edificios, por el lugar en sí. "Bien", responde y lo explica: "Antes vivía cerca, en el barrio, así que estoy acostumbrado a la zona. Además está bien esta tranquilidad". Echa en falta pocas cosas, aunque reconoce que todavía hay cuestiones por mejorar para que este espacio sea completo, como lo que aún queda por arreglar en los alrededores. Pero alaba los puntos fuertes: la ya mencionada tranquilidad, la cercanía de los supermercados para ir a comprar o el lugar de esparcimiento y ocio que hay para los niños. "La farmacia también está cerca", apunta. Habla segundos después de aparcar, en la puerta de su casa, mientras saca de la sillita a su hijo, que está tranquilo. Quizás contagiado por lo que le rodea.

Antes de conseguir preguntar a alguien, los pasos se habían dirigido a la torre de la izquierda (con el mar al fondo), hay coches aparcados allí, por eso la creencia de que puede estar ya habitada. No es así. El telefonillo ni siquiera está conectado. Desandados esos pasos, mejor probar suerte en la torre de enmedio donde el interfono funciona. Primer intento, no hay suerte. Segunda opción, nadie responde. Tercera posibilidad, tampoco. Cuarta llamada, nadie al otro lado. Hoy no es el día. Tampoco al día siguiente, como pudo comprobar el fotógrafo. Pero a la tercera va la vencida y su intención de hacer fotos desde el interior hacia el exterior a varios metros del suelo se cumple.

El primer día, sin embargo, José Antonio aparece en un coche repleto de bártulos. Él lleva a cuestas una maleta, la pequeña que lo acompaña una bolsa en la mano. Está en plena mudanza, reconoce. Por eso no puede hablar de su experiencia en las torres, aunque sí de la zona, porque hasta ahora ha vivido cerca, muy cerca. Pero sabe que en el bloque hay gente que ha comprado pisos y otros que están de alquiler.

Efectivamente, ante el panorama inmobiliario y económico general del país, las entidades financieras han puesto en marcha actuaciones alternativas para dar salida a la bolsa de viviendas sin vender que tenían. Éste es el caso de la Caixa Catalunya, la caja que se convirtió en propietaria de las viviendas, como consecuencia de una acción de "en pago", ante los problemas económicos de la promotora, Arenal 2000. Entonces, la entidad decidió solicitar un estudio de mercado para ver las posibilidades que tenía. Magnum and Partners lo elaboró y finalmente se hizo cargo de la comercialización de estas viviendas, 56 en cada torre, tres o cuatro en cada planta. Su trabajo en esta línea comenzó en junio y ya tienen, explica el responsable, José Verdú, prácticamente ocupada la torre central. Como ya hizo con pisos que tenía en Barcelona o en Madrid, la entidad optó por una propuesta poco explotada y que recuerda a las opciones con la que se encuentran los demandantes de viviendas de protección oficial: el alquiler y el alquiler con opción a compra.

Los precios barajados han llamado la atención entre los isleños, que han conocido a través del boca a boca esta circunstancia. Hay pisos a unos 350 euros al mes señalaban a este periódico algunas personas. Concretamente, según las cifras aportadas por Verdú, los arrendamientos van desde 360 euros hasta los 600 euros de las plantas superiores, las que mejores vistas tienen desde luego. "Tanto los que dan a la Bahía, como los que tienen ventanas y terrazas que dan hacia la ciudad, porque se ve San Fernando entero", aseguran algunos privilegiados que han podido observar el paisaje allá arriba. "Los días claros se ve nítidamente Cádiz, desde luego, y más allá", matizan. Los números de los que se hablan, por debajo de la media en algunos casos, han hecho que muchos habitantes de La Isla se interesen por estos pisos. "El interés es local", advierte el responsable de Magnum and Partners. Para primera residencia, insiste. Los nuevos vecinos van ocupando los pisos, por tanto, como vivienda habitual.

Algunos, los menos, como José Manuel, llevan viviendo ya un tiempo. La mayoría, como José Antonio, siguen con los preparativos para trasladarse de manera definitiva. Jesús y Lorena viven en la torre de La Casería desde hace dos meses, y están muy a gusto. A pesar de ese tiempo, sin embargo, siguen arreglando la casa para dejarla tal y como quieren. "Lo esencia lo teníamos desde el principio, para irnos. Y lo demás viene poco a poco: los cuadros, las cortinas, cambiar algo que no te gusta o pintar", cuenta Jesús, que ha dejado al fotógrafo pasar a su casa, y que atiende por teléfono a estas cuestiones un día después. Esta pareja buscaba casa, para comprar o de alquiler, y fue su suegra la que se enteró de la posibilidad de las torres. Ahora residen en una cuarta planta, en un piso de tres dormitorios, con garaje (sin trastero). Lo tienen alquilado, y tienen la opción de comprarlo pasado un tiempo. No extraña nada. No echa en falta nada. "Ambos tenemos coche, así que no hay problema en ese sentido", revela. "Esto es muy tranquilo y estamos de maravilla", prosigue. Cuando les apetece pasean por la zona. Con el perro. Hay sitio para los niños, apunta.

Evidentemente, además del alquiler, también sigue estando la posibilidad de comprar directamente, con precios razonable, vende José Verdú. Los de dos dormitorios están en 141.000 euros, mientras que el ático llega 290.000 euros. Si bien, la media del coste está entre 170.000 y 200.000 euros.

A los inquilinos de la torre central les ha seducido la zona, cerca de la Bahía, con grandes vistas; la tranquilidad que se respira; y la calidad de la vivienda: suelos de madera natural, cocina amueblada y equipada con electrodomésticos, aire acondicionado o sanitarios de diseño son algunas de sus bondades. También tienen piscina, que mejor no usar hasta que pase el frío; pistas de pádel o zona de juegos privada para los más pequeños. También hay un área infantil fuera, con superficie verde, a pocos metros del mar, con la playa de La Casería cerca. Pronta llegarán nuevos vecinos, una vez comience el trabajo de comercializar la torre de la izquierda.

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