San Fernando

Mucho más que un comercio

  • La Lencería Ramírez lleva 114 años abierta al público. Es el negocio familiar más antiguo que existe en La Isla y parte indiscutible de su historia

José Manuel Bermúdez Ramírez nació a tan solo unos metros del mostrador, en la casa familiar que daba al antiguo refino de la calle Rosario -todavía hoy lo hace- a través de una puerta de la trastienda. El local, que apenas ha cambiado con el paso de los años, fue su cuarto de juegos en la infancia y también el lugar en el que, de manos de su madre, aprendió todo lo que había que saber del oficio.

Cursó -como buen hijo de comerciantes- los estudios de Mercantil y cuando acabó la carrera, allá a mediados de los 70, se puso al frente de un negocio familiar ya entonces histórico. Joven y formado, emprendor y entusiasta, asumió con energía la tarea. Lo modernizó, se especializó siguiendo la tendencia empresarial en boga y consiguió adentrar a la antigua mercería en los nuevos tiempos. Y lo hizo además mirando siempre a sus orígenes, sin perder esa esencia que el comercio había adquirido durante décadas, sin dejar a un lado el legado de su abuelo, el arcense Mateo José Ramírez que cobró en vida la herencia de su padre para venirse a La Isla -entonces una ciudad próspera- y aventurarse a abrir una tienda en el centro.

El viejo retrato del abuelo, de hecho, sigue teniendo su hueco en la Lencería Ramírez, un negocio ya mítico de La Isla, que en el próximo mes de noviembre cumplirá 114 años y que, en realidad, hace tiempo que es parte indisociable de la ciudad y de su historia. Es pura Isla.

"No es el comercio más antiguo de la ciudad", apunta José Manuel. La farmacia Matute tiene unos 25 años más. Ocupa el primer puesto en este selecto club. Pero sí que, de ese grupo extraordinario al que también pertenecen establecimientos con sello propio como La Mallorquina o la confitería La Victoria, es el más antiguo que sigue estando en manos de la misma familia, que sigue siendo -como era costumbre antaño- un negocio puramente familiar. "Represento la tercera generación que está al frente de la tienda", precisa el propietario.

A su abuelo -recuerda- le siguió su madre, María Luisa, que fue además toda una pionera: la primera mujer que se puso al frente de un mostrador -y de un negocio- en La Isla, allá por los años 30, cuando la lucha por la igualdad de sexos empezaba a aflorar. La tienda, que resume a la perfección por sí sola la historia del comercio de San Fernando a lo largo de todo el siglo XX, atesora más de un siglo de experiencia. La vieja caja registradora -una belleza de máquina fabricada en Estados Unidos en 1902- sigue sobre el mismo mostrador de carpintería de entonces. "Y aún funciona", advierte José Manuel al poner de manifiesto su incomparable calidad. A su lado, está el ordenador con el que trabajan ahora. Y lo cierto es que están a la última. "Tenemos nuestro propio sistema de codificado y teleproceso para las prendas de forma que en todo momento tenemos controladas las existencias", precisa el propietario. "Aquí lo hacemos todo, la contabilidad, inventario... todo. Solo el tema laboral lo tenemos externalizado", explica. En cierto modo, se siguen manejando a la vieja usanza.

La histórica lencería tiene incluso su propio museo. Hay antiguos recortes de prensa -muchos de ellos del centenario de la tienda, que se celebró en 2002- fotografías en las que se pueden ver a los antiguos dependientes perfectamente trajeados, corsés de los años 20, enaguas de encajes exquisitos para las novias que resisten impecables el paso de un siglo e, incluso, una insólita bigotera para caballeros que quisieran lucir sus mostachos en punta, como correspondía a la moda de principios del siglo XX.

Y, por supuesto, la lencería y antiguo refino guarda muchísimas anécdotas. "Fue el único comercio que abrió todos los días durante la Guerra Civil. Incluso durante los primeros días de agosto de 1936, que fueron especialmente complicados en La Isla. Eso está en los libros de registro. Hay un día de esas fechas en el que solo se vendieron 3,70 pesetas de un cepillo y un dentrífico que compró un legionario que pasaba por aquí", apunta.

También aparece en la publicación impresa que editó el Ayuntamiento en 1910 para conmemorar el centenario de Las Cortes, en uno de los anuncios que acompaña la revista y que se conserva como oro en paño en ese pequeño museo que es este veterano comercio, que ha sido testigo en primera línea de la historia de La Isla y que ha visto cómo de ese pujante comercio tradicional y familiar que arropaba una próspera ciudad se ha pasado a una terrible situación agónica: la crisis, la competencia de las grandes superficies, la irrupción de los comercios asiáticos en el mercado textil... Cada día les resulta más difícil sobrevivir.

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