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VII Noche blanca | un 'clásico' del verano isleño

La calle revalida su éxito

  • Lo mejor de la velada estival fue, otra vez, la respuesta masiva de los isleños en la calle Raimundo Amador se encargó de cerrar el programa con el concierto que ofreció en el centro

Un año más San Fernando ha vivido una Noche Blanca en la que los isleños se han echado a la calle sin tener en cuenta la hora. En esta edición un tanto atípica ante la falta de museos que abrir al público, la apuesta del gobierno local y de la Asociación de Comerciantes (Acosafe) pasó por no dejar un tramo de calle donde no hubiese una actuación, un concierto o una exhibición. Y el plan no falló. Ni siquiera el clima intentó aguar la fiesta. Las suaves temperaturas y la ausencia del viento invitaron a permanecer en la calle. Cientos de isleños tomaron el centro.

A las 20.30 hora comenzó la ruta por la calle Real, la primera cita. Isleños y visitantes pudieron conocer todos los entresijos históricos que acontecieron a lo largo y ancho del antiguo camino real y la historia de algunos de los ilustres personajes que allí habitaron. La guía habló así de los motivos que llevaron a construir iglesias, de por qué la alameda Moreno de Guerra sigue siendo un espacio abierto para que los niños disfruten o de quiénes eran los Lazaga... Incluso aludió a otros edificios de importancia que no incluía el paseo. Tras una hora la ruta solo había llegado hasta la iglesia de San Francisco, así que la guía comentó que sólo si el grupo quería continuaría hasta el Carmen. La mayoría de los presentes lo tuvo claro y reemprendieron la marcha: ya habría tiempo para visitar luego las tiendas y escuchar los conciertos. En un primer momento estaba establecido un segundo turno pero debido a la cantidad de música y gentío que poblaba las calles se decidió cancelarlo ya que habría sido imposible disfrutar en condiciones de la visita.

Caminar desde la calle San Rafael hasta el Ayuntamiento se convirtió en una misión imposible. Donde no había una terraza atestada de gente había un concierto o una tienda cuyo género en oferta se encontraba fuera como reclamo para los viandantes o incluso un photocall en la Óptica Espejo en el que retaban a los curiosos a retratarse con sus máscaras en forma de gafas con las poses más divertidas. Y cada uno de los escenarios musicales contaba con un estilo de música diferente. Desde el tipo cantautor a la banda más movida, lo que permitía que algunos oyentes perdiesen la vergüenza y arrancasen a bailar.

Otra de las actividades culturales que sí pudo ser rescatada de ediciones anteriores fue el concurso de pintura rápida. Se presentaron un total de ocho obras con imágenes de lo que para sus autores era la esencia de San Fernando. Entre ellos, estaba la obra del Castillo de San Romualdo que con seis años pintó Daniela. Los trabajos estuvieron expuestos en el Centro de Congresos hasta la medianoche.

Prácticamente nadie quiso perderse la velada. Familias enteras, grupos de amigos, parejas, niños y mayores se dieron cita para disfrutar de las diferentes actividades programadas, de los comercios, para cenar en la calle o para coger un buen sitio para poder ver la actuación estrella de la noche, el concierto de Raimundo Amador que llegó ya pasadas las doce. Antes de que arrancara la actuación estrella de la noche en el centro, el encargado de caldear el ambiente fue el grupo La Pompa Jonda, una banda procedente de Jerez que desde los primeros acordes se metió al público isleño en el bolsillo con su particular forma de hacer música a la que denominan electro swing balsámico en andalú. El broche del fin de fiesta lo puso Raimundo Amador en una plaza Iglesia que se quedó pequeña para la cantidad de espectadores que se agolpaban para disfrutar de su música. La hora podría no parecer muy apropiada para el inicio del concierto pero pocos de los isleños que había en la calle parecían tener sueño y muchos se mantuvieron fieles hasta el final, que llegó pasadas las dos de la madrugada. La séptima edición de la Noche Blanca dejó así un grato sabor de boca entre los ciudadanos, siempre dispuestos a abarrotar las calles cada vez que se programa alguna actividad que tiene como punto de encuentro el centro.

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