Homenaje a Juan García Cubillana

"Soy pediatra porque es el único cate que he sacado en mi vida"

  • El veterano médico Juan García Cubillana será nombrado hoy Académico de Honor de San Romualdo, institución de la que forma parte desde hace más de medio siglo 

Juan García Cubillana, el pediatra que ha visto crecer La Isla.

Juan García Cubillana, el pediatra que ha visto crecer La Isla. / Román Ríos (San Fernando)

Por la calle le paran a menudo para saludarle cariñosamente. Tras más de cuatro décadas siendo el pediatra de La Isla es lo que tiene. Ha visto crecer a varias generaciones en su consulta. Admite que es una de sus grandes satisfacciones, que se acuerden de uno, que lo aprecien... El recuerdo.

En febrero Juan García Cubillana cumplirá 90 años, aunque a muchos le resultaría bastante difícil acertar la edad que tiene. Es todo un ejemplo de vitalidad. Lo ha sido durante toda su vida, en la que no ha parado ni un momento. De hecho, con 77 años cumplidos –en 2006– se sacó la tesis doctoral, que dedicó a la figura de José Eugenio de Olavide.

Prefiere siempre escribir a mano, lee, investiga, pasea... Y es un apasionado de la ornitología, de los toros, de la cultura del vino, de la naturaleza... Aunque su gran pasión –al margen, claro está, de su numerosísima familia formada por 11 hijos y 27 nietos– siempre ha sido la misma desde que era joven: la medicina.

"No se lo va a creer, pero en realidad estudie pediatría porque fue el único cate que he tenido en toda mi vida", advierte cuando se le pregunta por los motivos por los que se decantó por esta especialidad. Y matiza: "Yo estudiaba mucho pero discutía con el profesor, no estaba de acuerdo con él". La frase resume a la perfección su personalidad.

Hoy –a las 19.30 horas en las instalaciones municipales del Centro de Congresos– Juan Garcia Cubillana será nombrado Académico de Honor de San Romualdo, un reconocimiento a la dilatada labor que ha desempeñado en el seno de esta institución científica y cultural a la que arribó allá por 1962 y a cuya junta directiva ha pertenecido no pocos años. "He sido vicepresidente con Rafael Barceló y con Emilio Jiménez Villarejo, vocal de ciencias y censor hasta hace apenas unos meses", recuerda. De hecho, la nueva junta, en la que por primera vez en mucho tiempo no está, tomará posesión también esta tarde en el acto inaugural del nuevo curso y de ahí el homenaje.

"Llegue a la Academia porque andaban buscando un médico con conocimientos de antropología forense por unos huesos que habían aparecido entonces en San Fernando. Conocía a José González Barba y a Eugenio Pérez Gener y Francisco Ibáñez, que eran médicos. El presidente era Eduardo Gener, con el que había colaborado también durante las milicias universitarias en lo que se llamaban las Jornadas de Cultura Militar de Cádiz". Y ahí empezó una relación que ha perdurado durante más de medio siglo y que –por ejemplo, en el caso de Jiménez Villarejo– llegó a ser muy estrecha.

"Me metí en la Armada porque tenía novia desde los 15 años, para casarme pronto. Era la única manera de ganar dinero pronto"

Aunque la de académico ha sido solo una de las facetas de Juan García Cubillana, al que muchos recuerdan también por carrera militar, que le llevó a ser director del Hospital Naval de San Carlos. "Me metí en la Armada porque tenía novia desde los 15 años", afirma con sencillez. Y se explica: "Me hice médico de la Armada para casarme pronto, porque llevábamos ocho años de novios y entonces, por aquellos años, ser militar era el único medio que había de ganar dinero pronto. Me presenté a las oposiciones y quedé el segundo".

Claro que también hay que decir que en la vida castrense encajó como un guante: riguroso, serio, disciplinado, trabajador... Siempre fue de los que llegaba antes de la hora a trabajar. "Para mí es que es un ejemplo de buena educación", afirma. "Siempre he llevado a gala la seriedad en el trabajo".

"Soy más médico que militar, siempre lo he sentido así. Sin duda alguna. Aunque mis compañeros siempre me decían justo lo contrario", dice. De la Armada, eso sí, sacó "orden y compañerismo", dos cosas que aprecia especialmente.

Juan García Cubillana llegó a la medicina casi por vocación aunque también por necesidad. Fueron años muy duros. Su padre, que era electricista en la Constructora, fue apresado por sus ideas republicanas cuando estalló la Guerra Civil. Recuerda, siendo niño, haberse colado en el penal de La Casería con el chófer que llevaba las cubas de agua –no había agua corriente– para poder verle en prisión.

"Esos años no entró en mi casa ni una gorda, éramos muy pobres", cuenta. Así que no tuvo más remedio que ponerse las pilas y estudiar a destajo para salir adelante. Y para ello tenía aptitudes, qué duda cabe. "Hice un Bachiller acelerado: dos años en uno dos veces. Y primero me hice practicante", recuerda. Así abrió la puerta de un mundo que le fascinó: el de la medicina. Pronto reveló que tenía facultades y le animaron a estudiar la carrera, que remató –ya se ha dicho– ingresando en la Armada con el propósito de casarse pronto.

Años después, paradójicamente, el destino le llevaría de nuevo al penal de La Casería, aunque ahora como médico de la Armada. Fue después de llevarse cuatro años embarcado. Era –admite– un destino que nadie quería y él todavía menos. "Se lo dije al que me mandaba, pero no hubo más remedio. Era eso o la baja. Así que, en resumidas cuentas, he sido médico en el mismo penal en el que mi padre estuvo preso". Allí estuvo hasta 1966, que el año en el que cerraron definitivamente estas instalaciones.

"Soy más médico que militar, así lo he sentido siempre, aunque mis compañeros decían lo contrario"

Juan García Cubillana acompañó también al hospital de San Carlos –al nuevo claro– a dar sus primeros pasos a principios de los años 80. "Ni siquiera era todavía un hospital", apunta. Estuvo en el primer servicio que se puso en marcha al ser entonces el presidente de la junta de reconocimientos. Luego, tras ascender a coronel, se convirtió en el director de estas instalaciones sanitarias, que hace tres años pasaron a manos de la Junta de Andalucía.

Lo de San Carlos fue otra. El veterano pediatra, a punto de cumplir los 90 años, ha visto también cómo ha ido cambiando La Isla desde entonces. A menos, claro. "Me siento muy isleño. Y la verdad, me da rabia que La Isla no progrese", lamenta con contundencia.

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