Tribunales Cádiz

Crimen de la Casa Micolta en San Fernando: El acusado confiesa y se declara culpable

El acusado por el crimen de la Casa Micolta, en el momento de llegar a la Audiencia Provincial para el juicio.

El acusado por el crimen de la Casa Micolta, en el momento de llegar a la Audiencia Provincial para el juicio. / Jesús Marín (Cádiz)

El acusado por el asesinato de Manuela Bravo, ocurrido en San Fernando en 2019, ha reconocido los hechos y se ha declarado culpable nada más arrancar este lunes el juicio con jurado que se celebra en la Audiencia Provincial de Cádiz.

Miguel V., detenido semanas después del hallazgo del cadáver en su domicilio de la Casa Micolta y en prisión desde hace más de dos años, ha admitido ante ante el tribunal popular que se ha constituido también esta mañana haber sido el autor del crimen, ha mostrado arrepentimiento y ha alegado haber tenido graves problemas con el consumo del alcohol y encontrarse bajo sus efectos en el momento en el que ocurrieron los hechos.

El acusado, para el que el Ministerio Fiscal pide 25 años y 4 meses y una indemnización de 70.000 euros para los hijos de la víctima, ha consignado también ante la autoridad judicial una cantidad superior a los 15.000 euros que procede de una herencia familiar y ha alegado no contar con más bienes para resarcir a la familia de la víctima. 

También, al referirse a la relación sentimental que mantenía con Manuela, a la que conocía del comedor social de San Fernando, ha afirmado que se limitaba a quedar de vez en cuando con ella.  

El acusado ha asegurado al prestar declaración que ni siquiera recordaba bien haber vendido con posterioridad en una tienda de artículos de segunda mano algunos de los electrodomésticos que sustrajo del domicilio de la fallecida, entre ellos un televisor, una radio y un secador de pelo. "Fue un lapsus", ha dicho en su declaración al insistir en los problemas que tenía con el alcohol. 

En la vista, que se ha centrado así en la reconstrucción de los hechos a partir de las declaraciones realizadas por los agentes de la Policía que han participado en la investigación, ha quedado claro que desde el primer momento en el que se accedió al domicilio en el que la víctima vivía sola -ubicado en los pisos sociales de la Casa Micolta, en San Fernando- se supo sin lugar a dudas que se trataba de una muerte violenta dada la "postura antinatural" en la que se encontraba tendido el cuerpo de Manuela, con la cabeza enrollada en una manta escocesa y el cuerpo envuelto en mantas y sábanas.

"Estaba claro que no era una muerte accidental", ha afirmado uno de los policías al narrar lo que se encontraron aquella tarde en la que fueron alertados por los vecinos por el olor que emanaba del interior de la casa, donde llevaba varias semanas muerta cuando la hallaron. 

También se ha precisado que tanto en la habitación en la que se encontró el cuerpo como otra cercana estaba completamente revuelto, con armarios y cajones abiertos, ropa y distintos artículos esparcidos por el suelo en un completo desorden, como si dichos cuartos hubieran sido saqueados.  

El ADN del acusado, así como sus huellas dactilares, se encontraron también en el interior del piso, tanto en las sábanas que se utilizaron para tapar el cuerpo de Manuela como en una botella de cerveza que se localizó en la casa.  

Uno de los bomberos que intervino en la tarde en la que se encontró el cadáver para facilitar el acceso a la vivienda ha aclarado además que, tras entrar por la ventana, tuvieron que forzar la puerta de entrada para que accedieran los agentes porque estaba cerrada con llave. 

Durante la vista se ha puesto de manifiesto que Manuela, apenas unas semanas antes de morir, había sufrido ya un serio intento de estrangulamiento a manos del acusado que empezó "como un masaje". Incluso días después denunció los hechos a la Policía tras ser atendida en el hospital de San Carlos, adonde la acompañaron otros conocidos alertados por lo que había ocurrido. Fue entonces cuando Manuela intentó romper la relación con Miguel, que se opuso. 

"Manuela tenía miedo, incluso nos pidió que la acompañáramos a su casa porque creía que podía estar dentro de la casa", ha afirmado uno de los policías que la atendió al ser requeridos desde el centro sanitario por tratarse de un caso de violencia de género. 

En ese momento, se empezó a investigar al acusado, que tenía antecedentes por violencia de género y con el que la Policía llegó incluso a hablar por teléfono requiriéndole que se personase en Comisaría, algo a lo que se opuso alegando que no tenía tiempo y colgando abruptamente el teléfono sin contestar ya a las siguientes llamadas. Se hicieron batidas por los lugares en los que habitualmente paraba para intentar dar con el agresor y a Manuela se le advirtió de que no le abriera la puerta de su casa y de que llamara a la Policía sin lo veía por la zona. Sin embargo, apenas unos días después murió asfixiada.  

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