Salud sin fronteras
Dana y riesgos sanitarios
Esta semana, la Sociedad Española de Neumología y Cirugía Torácica (SEPAR) ha presentado un estudio sobre la prevalencia del tabaquismo pasivo en España, revelando que el 24% de la población en nuestro país está expuesta al tabaquismo pasivo. Esto y la preocupación por los hábitos tóxicos de nuestros adolescentes, ha hecho que revise la literatura al respecto y retome la columna de género y salud con un tema tan antiguo pero tan cambiante, que requiere una nueva perspectiva y una reflexión actualizada.
El consumo de tabaco ha sido una práctica fuertemente condicionada por el género. A comienzos del Siglo XX, fumar se consideraba una actividad típica de hombres, especialmente en el ámbito público, relacionada con la virilidad, la guerra, el trabajo y la vida social. Las mujeres que fumaban eran una minoría y, en muchos contextos, era socialmente inaceptable que lo hicieran en público. El fumar entre mujeres solía asociarse con actitudes "inapropiadas" o "rebeldes" para la época. La evolución ha sido un proceso marcado por los cambios sociales, económicos, culturales y también de marketing. Las campañas de publicidad de las grandes tabacaleras en los años 50 a 70, estaban orientadas específicamente hacia las mujeres promoviendo el tabaco como un símbolo de emancipación y glamour, y continuaron en la década de los 80 a 90 enfocándose en este grupo y utilizando imágenes relacionadas con la libertad, la delgadez y el éxito social. Esto ha contribuido a que el consumo fuera creciendo entre las mujeres, especialmente entre las más jóvenes, algo que se mantiene en la actualidad a pesar de que ha habido una inercia global hacia la reducción del consumo de tabaco desde el inicio del SXXI.
Según la Encuesta Nacional de Salud de España (ENSE) 2020, la población en nuestro país que fuma diariamente se concentra en las edades de 25 a 64 años, con porcentajes en torno al 30% en los hombres y al 20% en las mujeres. Es interesante saber que el número de fumadores varones va en descenso en muchos países, incluida España, sin embargo, el incremento del consumo entre las mujeres más jóvenes que además sigue aumentando, está cambiando la tendencia histórica del uso de tabaco mayoritario entre los hombres en todos los grupos de edad, estrechando la brecha del consumo entre ambos géneros e incluso, igualando las tasas en el tramo de jóvenes de 16 a 24 años.
Y llegados a este punto me planteo dos cuestiones, una quizá más evidente para los que hemos pasado de lejos la adolescencia y otra más reflexiva de cara a ayudar a mis pacientes a dejar de fumar con motivos de peso. Cuando he revisado los motivos por los que empiezan los jóvenes a fumar, me he encontrado con razones conocidas como la curiosidad, la búsqueda de identidad, la rebeldía, la presión social o influencia de los amigos, la imitación de modelos familiares… y el fácil acceso, algo que nos debe hacer pararnos especialmente pues las tendencias van cambiando a la vez que sube el precio del tabaco y baja el de dispositivos de vapeo especialmente en tiendas no autorizadas, aunque la popularidad del vapeo entre los adolescentes se debe también a la falsa percepción que tienen de que es menos dañino que el tabaco y a la variedad de sabores disponibles. De hecho, el uso de cigarrillos electrónicos o vapeadores ha superado al tabaco tradicional entre los jóvenes. La OMS ya avisa de que un 32% de los adolescentes de 15 años ha probado los vapeadores, mientras que solo un 15% ha consumido tabaco convencional, convirtiéndose esta nueva modalidad en la forma más común de fumar de los y las adolescentes en Europa y en una nueva preocupación para la salud pública.
Y mi segunda pregunta va dirigida a las mujeres: ¿A qué se debe el consumo actual de tabaco entre las mujeres y porque son más reacias al abandono? Es curioso, pero incluso muchas de las que han conseguido dejarlo durante el embarazo, vuelven a fumar y a no encontrar motivos que le convenzan de nuevo a mejorar su salud.
De entre la combinación de factores sociales, culturales y psicológicos que he encontrado, los que más he podido corroborar en mi consulta han sido vinculandos a la emancipación femenina, la libertad personal, la delgadez y el control del peso, así como con la moda y el éxito social. Y uno muy importante: los altos niveles de presión social a los que estamos sometidas las mujeres para cumplir con ciertos roles pueden llevar a comportamientos de consumo como el tabaco para lidiar con el estrés o la ansiedad. Ni siquiera habiendo razones de peso como los efectos conocidos sobre la salud. Sin embargo, no podemos culpar sólo a factores externos pues la literatura nos informa de que las mujeres metabolizan la nicotina más rápido que los hombres, lo que puede hacer más difícil dejar de fumar y aumentar la dependencia.
Y es que las consecuencias del consumo de tabaco sobre la salud, siendo perjudicial para todos, pueden afectar de manera distinta a cada género. Por ejemplo, las mujeres fumadoras tienen un mayor riesgo de desarrollar cáncer de pulmón en comparación con los hombres fumadores, incluso con un menor consumo de tabaco. También tienen un mayor riesgo de sufrir enfermedades cardiovasculares, como infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares, especialmente si usan anticonceptivos orales. Por supuesto, hay un efecto a nivel reproductivo pues es un tóxico para los ovarios pudiendo causar infertilidad, menopausia temprana y complicaciones durante el embarazo, como parto prematuro, bajo peso al nacer y muerte súbita del lactante. Por si fuera poco, fumar afecta al metabolismo del calcio y la vitamina D en los huesos, disminuyendo la densidad ósea, aumentando el riesgo de osteoporosis y de fracturas en mujeres posmenopáusicas. Las consecuencias en la salud de los hombres también son importantes pues tienen un riesgo mayor de desarrollar cáncer de vejiga que las mujeres, el tabaco afecta a la circulación sanguínea provocando problemas de disfunción eréctil (en la mujer también afecta pero claro, es menos evidente) y también son más propensos a desarrollar enfermedades como la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC).
Hoy en día, el tabaquismo sigue siendo un desafío de salud pública, y es fundamental adaptar las políticas preventivas para abordar las necesidades y motivaciones específicas en los diferentes grupos de edad y género, especialmente en poblaciones vulnerables como la de los jóvenes. Podría ser interesante usar para las campañas de difusión, las redes sociales informando de los verdaderos riesgos y los efectos negativos del tabaco. Es su vía de comunicación y muchas veces tienen más credibilidad que un profesional. Y sin muchas veces…
Todo eso es necesario, pero si como sociedad no trabajamos la promoción de hábitos saludables, en la educación y en el ejemplo, difícilmente lo conseguiremos. Como médico, estoy comprometida con la salud de mis pacientes por lo que siempre estoy disponible para ayudarles a dejar de fumar y mejorar su calidad de vida. Les ayudo a buscar motivaciones y les remuevo un poco… a los padres y madres de niños y adolescentes les invito a hablar con sus hijos de lo importante que es cuidarse y lo difícil que resulta dejarlo para que se comprometan y a la vez ayuden a sus hijos a no iniciar el consumo. No he encontrado a ningún niño que le dé igual que sus padres fumen, conocen y temen los riesgos y es una forma de comunicación familiar y apoyo al fumador que se va a responsabilizar en dejarlo.
En definitiva, abordar la relación entre género y consumo de tabaco puede facilitar políticas de prevención más inclusivas y adaptadas a las realidades de la sociedad con un enfoque integral y equitativo. Y más en el terreno familiar, a dirigir los mensajes a nuestros adolescentes para frenar el impacto devastador de esta adicción en las futuras generaciones.
También te puede interesar
Salud sin fronteras
Dana y riesgos sanitarios
Mujer y salud
Los derechos reproductivos son derechos humanos
Lo último