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Tribuna

Jesús Núñez, Coronel de la Guardia Civil y Doctor en Historia

Las carreras de caballos de Sanlúcar

El segundo ciclo que se celebrará esta semana coincide en las fechas con las organizadas hace 175 años, cuando se logró que estas pruebas hípicas fueran las más espectaculares de España

Encabezamiento del programa de carreras de caballos de Sanlúcar los días 18 y 19 de agosto de 1846..

Encabezamiento del programa de carreras de caballos de Sanlúcar los días 18 y 19 de agosto de 1846.. / D.C.

La Real Sociedad de Carreras de Caballos de Sanlúcar de Barrameda celebra el segundo ciclo de su 176 edición los días 18, 19 y 20 del presente mes de agosto. Fechas que coinciden con las organizadas hace 175 años por la Sociedad de Fomento de la Cría Caballar de Sanlúcar de Barrameda. Concretamente se celebraron con un esplendor nunca antes visto los días 18 y 19 de agosto de 1846, coincidiendo con la feria local iniciada el día 15.

Desde el año anterior Sanlúcar se había incorporado “a esos espectáculos tan útiles y provechosos, que recientemente han protegido y premiado SS.MM. y el Gobierno”. Las carreras de caballos se habían convertido en todo un acontecimiento social. Así, por ejemplo, la Gaceta de Madrid, antecesor histórico del Boletín Oficial del Estado, recogía entonces las celebradas en la madrileña Real Casa de Campo y en El Puerto de Santa María.

Sin embargo, no habría parangón con las que, en su segunda edición, se iban a celebrar en Sanlúcar. La Sociedad de Fomento de la Cría Caballar estaba dispuesta a que fueran las más espectaculares de todo el territorio nacional. Para ello aprobó el 20 de julio un programa de lujo que sería difundido por la Gaceta de Madrid el 31 de dicho mes.

Conforme al mismo, a las once horas del 18 de agosto “los señores que componen la junta directiva central, directivas de los diferentes pueblos de que consta la sociedad” se reunirían en el gran patio del edificio de Santo Domingo al objeto de abrir el registro “para rectificar las reseñas de los caballos, potros y yeguas matriculados que han de optar a los premios de exhibición y carrera, conforme al reglamento formado al efecto”. El acto se cerraría a las dos de la tarde y durante ese tiempo la banda de música de la sociedad tocaría piezas escogidas.

Los caballos, potros y yeguas de exhibición deberían presentarse sin ninguna clase de adorno, siendo conducidos del diestro, excepto los de escuela que debían traer montura y brida “a gusto de sus dueños”. Todos los que se presentasen a exhibición por la mañana tenían la obligación de concurrir también por la tarde para la adjudicación de premios.

El segundo ciclo de carreras de 1846 coincidió en agosto con la Feria de Sanlúcar

A las tres y media de la tarde estaría situada “en la playa de esta ciudad”, una línea de 800 varas de longitud y 40 de latitud. Teniendo en cuenta que una vara medía 0,866 metros, se trataría de un respetable espacio de casi 700 metros de largo por casi otros 35 de ancho. A la derecha habría una grada de tres varas de alto, al precio de 4 reales de vellón por asiento, mientras que a la izquierda habría otra “de cómodos bancos con alzapiés para evitar la humedad del piso a los que los ocupen”, siendo su precio cinco veces superior.

Ambas gradas tendrían a su frente, “un barandal de madera, pintado de blanco, en cuya extensión se hallarán colocados simétricamente en astas, también pintadas, un considerable número de vistosas y variadas banderolas, marcando las extremidades de esta línea grandes banderas españolas, en cuyos puntos estarán colocadas las mesas de arranque y parada, preparadas con gusto y comodidad para el uso de los señores jueces”.

La cabeza de dicha línea estaría formada por un palco de 40 varas de frente “perfectamente entoldado y adornado”, donde tendrían asiento las autoridades civiles y militares, provinciales y locales, y las juntas directivas. Las carreras podrían verse también en la orilla desde carruaje o caballo propio a razón de 20 reales de vellón por persona y animal.

Al costado derecho del palco presidencial se colocarían dos grandes pilares pintados, con remates en sus proximidades, formando la entrada general del público, y en su frente otros dos iguales que marcasen la de los caballos para exhibición, carrera y paseo.

A las cuatro de la tarde todas las autoridades y juntas directivas saldrían en comitiva hacia la playa desde el ayuntamiento en carruajes lujosamente enjaezados. Primero la junta directiva de El Puerto de Santa María, seguida de la de Cádiz, de Jerez de la Frontera, de Las Cabezas de San Juan, jueces de arranque y parada, comisiones inspectoras de exhibición y adjudicación de premios, junta directiva central, junta de ornato y mejoras públicas, autoridades locales, de Marina y provinciales. Todo ello precedido y cerrado de una escogida escolta de Caballería del Ejército con su banda de música. Recorrerían las calles Ancha, de Muleros, plaza de la Aduana y Calzada, en cuyo paseo estaría formada la fuerza de Infantería que despejaría la línea de carreras.

A mediados del siglo XIX estas pruebas hípicas eran todo un acontecimiento social

Éstas se celebrarían entre caballos españoles y extranjeros, realizándose las apuestas particulares correspondientes. Una vez concluidas, el presidente de la comisión de adjudicación de premios diría en alta voz los nombres de los caballos, dueños y premios obtenidos. Seguidamente se organizaría una comitiva que realizaría un recorrido triunfal por las calles de Isabel II, Barrameda, Santo Domingo Alta y Baja, y Ancha, hasta el Ayuntamiento.

Encabezaría la banda de clarines de la sociedad, “en caballos blancos ricamente enjaezados, con penachos, adornos y monturas gravina y oro”, que irían anunciando con escogidas marchas la entrada de los caballos vencedores, “conducidos por lujosos palafreneros”. Abriría a estos el paso una sección de batidores del Ejército, seguidos de un piquete de Infantería, precedidos de tiradores y cornetas y la banda de música de la sociedad. La retaguardia de los anteriores sería cubierta por caballería de la Guardia Civil que a su vez precedería a los caballos y yeguas premiados por exhibición así como el de escuela. Los costados del desfile de los animales galardonados serían custodiados por guardias civiles de infantería.

Cerrarían el desfile los gastadores, banda de tambores y música de Infantería del Ejército seguidos de los carruajes, correspondiendo el último lugar al resto de fuerza de Caballería con su banda de música a la cabeza. Las calles del tránsito estarían completamente engalanadas con vistosas banderas, “y para mayor lucimiento, un número considerable de aldeanos, vestidos con exactitud y gusto, alumbrarán con hachas esta marcha triunfal”.

Al llegar al Ayuntamiento y situada la comitiva en su balcón, volvería a leerse el nombre de animales y dueños galardonados, recogiéndose los premios en el salón de plenos. Inmediatamente, y en presencia de la comisión correspondiente, un niño de corta edad extraería un número de un globo que se colocaría en un tablado, conteniendo igual cifra de contraseñas al de billetes vendidos para el sorteo durante el evento, a razón de 4 reales de vellón siendo el premio de 1.000. Con ello se darían por terminadas las carreras y exhibición de ese día.

A la mañana siguiente habría exhibición de tiros de caballos y por la tarde se volvería a repetir el ceremonial de la comitiva desde el Ayuntamiento, con la diferencia de que estaría encabezada por cinco batidores de la Guardia Civil y cerrada por un piquete de Caballería del benemérito Instituto.

En la “gran carrera general” sólo se permitirían caballos españoles y el premio al vencedor era un talego de terciopelo carmesí con adornos de oro que contendría 6.000 reales de vellón en plata. El programa previsto no defraudó.

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