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Alberto Grimaldi
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MERECIDO premio Princesa de Asturias de las Artes a la gran Nuria Espert. Todos han valorado su extraordinaria carrera como directora teatral y actriz. Pero nadie se ha referido a su trabajo como actriz de doblaje. Lógico, ya que por desgracia ni tan siquiera aparecen sus nombres en los créditos, como sí se hace en otros países. Todos tenemos una deuda pendiente con ellos, especialmente la Academia del Cine, que debería crear un Goya a los mejores actores de doblaje y negociar con el Ministerio de Cultura y las asociaciones profesionales la recuperación de los premios Atril de Oro que, entre 1985 y 1988, fueron la noche de gala de los actores de doblaje gracias al tesón del locutor, actor de doblaje y pintor Pepe Antequera, nacido aquí al ladito, en Huévar del Aljarafe. Pero vamos a lo que vamos.
Un trocito del Princesa de Asturias debe corresponder a las interpretaciones de la Espert como actriz de doblaje. Un trabajo al que se dedicó sobre todo en los años 50 para después hacerlo sólo ocasionalmente. Entre 1952 y 1959 -desde sus inicios como actriz hasta la creación de su compañía- dobló, entre otras, a Amanda Blake en El capitán Panamá, a Kathleen Byron en La reina virgen, a Patricia Edwards en La muerte de un viajante, a Dorothy Lamour en El mayor espectáculo del mundo, a Barbara Rush en Obsesión o a Barbara Lawrence en Luces de Broadway.
Pero no es en esta etapa, alimenticia si quieren, donde encontró su gloria como actriz de doblaje, sino cuando en 1994 dobló a Joanne Woodward como voz narradora en La edad de la inocencia. Un trabajo en su día polémico, como tantos de su carrera, que me fascinó por el choque entre su tono de gélida objetividad, las pasiones de los personajes y la emotiva partitura de Elmer Bernstein, enriqueciendo la película con el famoso efecto de distanciamiento de Brecht.
La interpretación de la Espert logra que siempre dude entre la versión original y la suya. Me pasa con algunas películas que -no se rasgue nadie las vestiduras- prefiero ver dobladas para disfrutar de las voces e interpretaciones de los dobladores españoles. Es el caso, por citar sólo un ejemplo, de Doctor Zhivago en la que el gran José María Angelat supera al mismísimo Alec Guiness y la igualmente grande Elsa Fábregas será siempre para mí la única Lara posible. Sea pues un trocito del Princesa de Asturias de la Espert un homenaje al arte del doblaje.
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