Decidido. A partir de ahora, el hominis chiringuiteris pasará a ser considerado como una especie en extinción. Ya no creo que quede sobre la faz de la tierra un empresario al que le queden ganas de meterse en la aventura de montar un chiringuito. Sin comerlo ni beberlo se han encontrado en medio de una batalla entre administraciones, a resultas de la cual terminarán, seguro que sí, locos y hasta los mismísimos chiringos. El último en levantar la voz, el Ayuntamiento, que no está dispuesto a que la Junta imponga su ley para evitar que los chiringuiteros hagan colonia en la playa y establezcan un eterno asentamiento. Crean puestos de trabajo, le dan color a la playa y al triste ocio de Cádiz capital durante el verano. Desde aquí les pediría que aguanten los envites que les llega desde la Junta y desde el Ayuntamiento, que sólo buscan medallas y vítores electorales pasando, como siempre, del ciudadano.
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