La familia, sagrada

28 de diciembre 2025 - 03:07

Casi cada segundo se produce un punto de intersección entre lo temporal y lo eterno. Hoy la liturgia católica celebra la Sagrada Familia, y resulta que, a la vez, el papel de la familia está de la más rabiosa actualidad. Lo constata Kevin D. Roberts, presidente de la “Heritage Foundation”, el más influyente think tank conservador del mundo, en su libro programático Un tiempo nuevo (CEU, 2025), prologado nada menos que por J. D. Vance, vicepresidente de los Estados Unidos. Sostiene que “las tres patas de la antigua alianza conservadora eran el tradicionalismo social, la libre empresa y el anticomunismo. Las patas del Nuevo Movimiento Conservador son mamá, papá y los niños», o sea, la familia.

Yo, tan firme partidario del tradicionalismo social, entiendo lo que Roberts propone. La familia y su futuro son la clave de nuestro tiempo y de sus tsunamis electorales.

De la familia dependen los fundamentos: el amor que asciende de la casa a la patria, la natalidad y la capacidad de regeneración moral; y para defenderla hacen falta muchísimas reformas. Chesterton (que lo vio venir prácticamente todo) advirtió de la seriedad de esta lucha en un libro titulado Lo que está mal en el mundo (1910): “Si hemos de preservar a la familia, debemos revolucionar a la nación”. En La cosa (1929) insistió: «Cada familia es un reino. Todos los gobiernos modernos, prusianos o rusos, todas las ideologías modernas, capitalistas o socialistas, están destruyendo ese reino. Están contra la propiedad, porque no les gusta la independencia de ese reino. Están contra el matrimonio, porque no les gusta la lealtad de ese reino”.

Los legitimistas de ese reino encantado tenemos que defender la propiedad y el matrimonio, la libertad de educación, unos salarios que permitan mantener la dignidad del feudo, el acceso a la vivienda –su castillo–, la seguridad, la independencia de pensamiento, la holgura normativa, etc.

Esto se puede y se debe argumentar por lo civil, pero hoy es el día de celebrar su corazón secreto y sacro. Dios quiso nacer en una familia y Él, que vino al mundo renunciando al dinero, al poder e incluso al progresismo del siglo XXI, no quiso perderse ni a su madre ni a un padre. La sacralidad de la institución es una guía intemporal –punto de intersección– para la coyuntura que tenemos encima.

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