Ante el espejo

16 de diciembre 2025 - 03:06

Solo a los más ingenuos progresistas podría sorprender el hecho de que la condición humana no conoce distinciones de partidos o ideologías. Sería de alma cándida pensar que en un partido que ha hecho del feminismo su bandera cierta no existen ejemplares humanos de bajeza y perversión comparable a lo peor que se supone que milita en el bando contrario. Así que, en realidad, los casos de acoso y agresiones sexuales, o de trato denigratorio a las mujeres por el simple hecho de serlo descubiertos en el PSOE no hacen de este partido un nido de pervertidos abusadores de su poder sino que lo sitúan en el nivel del que todavía muchos hombres no son capaces de salir, del que la sociedad no es capaz de salir.

Pero, del mismo modo que los casos de abusos a menores, siendo igual de graves, duelen más en el seno de la Iglesia, o que debe tener más condena un policía ladrón que un ladrón civil o un bombero incendiario, nos parece que un partido igualitario debe predicar más con el ejemplo, como, en exageración inadmisible, se le reprocha más a un político de izquierdas que le gusten las gambas y el jamón del bueno.

Todo esto no exime al Partido Socialista de haber dado una merecido imagen de laxitud y permisividad ante graves casos de abusos dentro de sus filas. Ni atenúa las sospechas de que estos casos se han, si no permitido, al menos aplazada su resolución en el cajón de los “ya veremos otro día”. Tampoco debería empañar el papel verdadero que ha desempeñado esta fuerza política en el avance de los derechos de la mujer en nuestro país.

La pregunta es hasta dónde debe llegar la asunción de responsabilidades en este caso, y la desolación viene al plantearse cuánto tiempo habrá de pasar aún para que los hombres cambiemos nuestra visión del mundo y de la relación con las mujeres. Serviría mucho en este empeño el escuchar sus reclamaciones y razones cada vez que surgen denuncias o escándalos como estos últimos, pararse a pensar hasta qué punto tienen razón, y descabalgarnos de actitudes y pensamientos, inculcados o aprendidos con más o menos voluntad, y perpetuados por mor de la más relajada costumbre.

Más necesario es aún este examen de conciencia en tiempos en que los que quieren coger falsamente esa bandera son las fuerzas que se han opuesto tradicionalmente a todos los avances en los derechos femeninos, que, como siempre en derechos humanos, significan el avance de todos. Debemos fabricar con argumentos el más grande espejo posible para que todo el mundo se vea reflejado como es.

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