Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Vive Calila
NO es solo responder a un saludo o un correo, que también, se trata, fundamentalmente, del respeto a los demás, sea cual sea su condición o estatus social. En lo tocante a respeto, todos somos iguales, todos merecemos la máxima consideración por parte de nuestros semejantes. En eso consiste la educación.
Acaban de ocurrir unos lamentables hechos en Madrid con ocasión de un partido de fútbol con resultado de muerte, e inmediatamente se anuncian medidas drásticas para erradicar a los más fanáticos. Mientras, durante demasiados años, se han tolerado en los campos de fútbol insultos a jugadores o colectivos de carácter racista o de suma gravedad, sin que los responsables deportivos o políticos hayan hecho nada para terminar con tan detestable costumbre.
Cuentan, y no acaban, de esos padres que ven en sus hijos futuras figuras del deporte que insultan y agreden a los árbitros y padres del equipo contrario como auténticos energúmenos.
Jugadores y técnicos españoles que trabajan en Gran Bretaña, sin negar la existencia de 'hooligans', se admiran, por contraste, del respeto de la inmensa mayoría de los aficionados hacia los jugadores propios o contrarios, con castigos ejemplares a quien intente romper las normas de buena convivencia.
No sé si asignaturas como Urbanidad, Educación para la ciudadanía o Ética han servido para algo. El resultado no puede ser más desolador.
Los educadores se ciñen a las enseñanzas técnicas, primando la formación en conocimientos sobre la personal. Los padres, estas generaciones de padres actuales, han cometido dos grandes errores: el primero consentir y conceder a sus hijos todo cuanto ha estado en su mano, fundamentalmente cosas materiales, caprichos de niños consentidos que todo lo consiguen sin el menor esfuerzo y por otra parte, han pasado olímpicamente de inculcar a sus retoños unos mínimos y elementales valores morales.
Las generalizaciones inducen inevitablemente al error, pero se puede afirmar, sin temor a equivocarnos demasiado, que nuestra juventud, la juventud española del siglo XXI, carece mayoritariamente de valores como el respeto a lo ajeno y unas mínimas nociones de civismo.
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