NOTAS AL MARGEN
David Fernández
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Abundan los textos sobre el llamado resurgimiento de la fe cristiana y más concretamente de la católica. Se han aportado todo tipo de argumentos para defender esa idea o para refutarla. A mi juicio, sólo a la vista de los datos podemos componer una reflexión fundamentada. Voy, pues, a ellos. En el Reino Unido, tierra que afirman lidera esta contraofensiva espiritual, entre 2018 y 2024 la asistencia mensual a la iglesia pasó del 8% al 12% de la población adulta. Entre jóvenes de 18 a 24 años, ésta se aupó del 4% al 16%. De ellos, los hombres encabezan esta revolución silenciosa y han multiplicado tal asistencia por cinco, del 4% al 21%. La creencia en Dios entre esta generación ascendió del 16% en 2021 al 45% en 2025. Además, por primera vez desde la Reforma, hay más jóvenes católicos que anglicanos (2 a 1), lo que amenaza el secular statu quo. Francia registra también cifras históricas. En la Pascua de 2025 se bautizaron más de 17.800 adultos y adolescentes con un incremento del 45% respecto del año anterior, el más alto de los últimos veinte años. El 42% de los neófitos tiene entre 18 y 25 años. Estados Unidos, tras décadas de declive cristiano, muestra ciertas señales de cambio. Hoy el 66% de los norteamericanos afirma haber hecho “un compromiso personal con Dios”, (el 54% en 2021), lo que, sin convertirles en creyentes, prueba una creciente inquietud religiosa.
Si nos fijamos en España, el porcentaje de católicos menores de 35 años ha pasado del 34% al 45% en menos de dos años. Según el CIS, los católicos españoles representaban el 51% de la población en 2023, el mínimo histórico, subiendo en 2025 al 53,8%. Si sumamos los cristianos no católicos el porcentaje se eleva al 58%. La generación Z (aunque ellos más que ellas) asiste en la actualidad con más frecuencia a la iglesia que las generaciones mayores, quebrando así patrones históricos.
¿Son estos números significativos? No creo que estemos asistiendo a una conversión prodigiosa; pero tampoco que se trate solamente de mercadotecnia o de una simple moda. Por supuesto no soy capaz de valorar la realidad y la profundidad de estos nuevos sentimientos. Parece entreverse, sí, una luz; pero habrá que dejar pasar el tiempo. Por ello, ni redoblar de campanas ni cerrojazos escépticos. Como siempre, al cabo Dios dirá.
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