Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Sevilla, su Magna y el ‘after’
Me alegré como (casi) todos con el enorme triunfo deportivo de la Selección Española de Fútbol en la reciente Eurocopa. Entiendo también a los que no se alegraron: nadie tiene por qué compartir la, en cierta forma absurda, idea de que los éxitos de once o veintidós futbolistas tengan que llevarnos a la euforia. Incluso admito que haya gente que no se sienta española pese a vivir administrativamente en el mismo territorio y no comparta la alegría colectiva que invadió el país hace una semana. Considero ridículo, eso sí, que algunos se molesten con la victoria, e intolerable que se ataque a algunos jugadores que viven en comunidades con un gran sector poblacional separatista, pero allá cada uno con sus idioteces.
En fin, que yo sí, vi el partido y me alegré con la consecución del trofeo continental. Hasta simpaticé con los jugadores, sin que eso quiera decir que me haya creído nunca eso de que sean como una gran familia y todos buenos chicos. Resumiendo, que uno, bastante madridista casi desde su nacimiento, (lo cual podría distorsionar el juicio) había estimado siempre a Carvajal como un grandísimo jugador y ni había reparado en su ideología política, ni siquiera en si tenía alguna. Ahora me sigue pareciendo un enorme futbolista pero también un maleducado, después de su desaire al presidente del Gobierno que tuvo a bien recibirlo en su casa, que es la de todos. Pero de nuevo, allá cada uno: el jefe del Ejecutivo, que no debe quejarse porque estas cosas le van en el sueldo, y el lateral derecho y su pésimo sentido de la urbanidad.
Lo que no esperaba era revivir al cabo de los años, casi siglos, el espectáculo de una muchedumbre cantando “Gibraltar es español”, y liderados por las figuras emblemáticas de la selección. Oír ese cántico con telarañas históricas entonado de esa manera me produjo una sensación indefinible, entre la incredulidad y la grima absolutas. Supongo que la intención era molestar al equipo rival en la final, Inglaterra, y de paso a toda la colonia británica del Peñón, cebarse en su derrota; si no, no lo entiendo.
De todas formas, esto ya supondría como mínimo rebajar la exigible deportividad hasta niveles ínfimos, algo muy triste por parte del equipo que obtuvo la victoria, que siempre se debe revestir de generosidad. Me resultó tan chocante como si estos deportistas, que se declaran apolíticos, hubieran coreado “Cataluña es española”. En fin…
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