El corazón de Mazón (2)

04 de noviembre 2025 - 03:04

Con su forma de marcharse, Carlos Mazón ha dejado constancia de que tiene corazón sólo en el sentido orgánico del término, y que no alberga ni rastro de lo que comúnmente llamamos ‘buen corazón’ para nombrar al sentimiento humano de solidaridad con nuestros semejantes, al impulso que nos hace reaccionar con empatía ante el sufrimiento de los demás, de nuestros congéneres. Desde que la tragedia de la DANA lo sorprendió en su pequeñez como hombre, el todavía presidente de la Generalitat valenciana se ha comportado como se esperaba de él. Y no ha defraudado en su despedida, aprovechando para culpabilizar de todo a los otros, por supuesto al Gobierno pero casi a las víctimas.

Este país entero ha tenido que soportar durante un año la asombrosa resistencia de un político, pero no sólo de él. En todo este mantenerse en el cargo ha tenido mucho que ver el apoyo que le ha dado su partido, el Popular, mucho más preocupado por las consecuencias en términos de pérdida de poder y en resultados electorales que por dilucidar responsabilidades o reparar daños. Hasta el último momento, hemos sido testigos privilegiados y doloridos de cuáles son las inquietudes que asaltan a ciertos políticos.

Tuvimos que esperar a que se celebrara un sonoro y esclarecedor funeral por las víctimas de la riada para que la tragedia salpicara a tantas caras de cemento, que hasta entonces y aún ahora, han mirado más en términos de mala política que en los que corresponden a una alta autoridad: la humanidad, la preocupación por sus gobernados.

Mazón se despidió atacando y declarándose prácticamente como la primera víctima, mucho más que los muertos, heridos y afectados por el temporal. Su jefe nacional, don Alberto Núñez Feijoo, que lo ha apoyado durante todo este tiempo, sólo se ha preocupado tras la dimisión en pedir a Vox que vuelva a sumar sus votos a los del PP en la elección del nuevo presidente, mostrando cuál es ahora, como era entonces, su principal foco de atención.

El dimisionario podría haber aprovechado para contar la verdad, con todos los detalles, de lo que estuvo haciendo en su larga comida y sobremesa, y tal vez posterior siesta, mientras la naturaleza descargaba con toda su fuerza sobre su gente, hace ahora un año terrible e inolvidable. En realidad, podría haber contado todo mucho antes, y no me refiero a las no menos de ocho versiones distintas que ha ofrecido de su jornada en El Ventorro. Pero ha preferido seguir con la misma oscuridad en la que ha querido envolver su mezquino proceder durante todo este tiempo.

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