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El lanzador de cuchillos

Diez años sin Suárez

Su capacidad para dialogar y su habilidad para esclarecer acuerdos fueron fundamentales en el cambio

Han pasado diez años desde que murió Adolfo Suárez y más de veinte desde que se marchó de este mundo. Contribuyó como nadie a adecentar el novecento español, pero uno mira ahora alrededor, y parece que aquello ocurriera hace veinte siglos. “¿Qué fue de King Kong, de los psicoanalistas y el jazz?, ¿qué fue del siglo XX?”, se preguntaban 091 en una de sus canciones referenciales. “Ya se han quedado atrás”, se respondían. ¿Qué fue del espíritu de concordia, la libertad, el entendimiento y la generosidad política?, ¿qué fue de la igualdad entre españoles, el diálogo, la justicia y el respeto a la Constitución? También quedaron atrás, pobre Españita. Queridos niños, debéis saber que antes de Sánchez, Óscar Puente y Yolanda Díaz hubo otros políticos en nuestro país. Mejores. Uno de ellos, nacido en la España vacía, venía del franquismo, pero se propuso derribar los muros que todavía separaban a los españoles para dejarnos una nación más transitable. Durante la etapa de la Transición demostró un liderazgo excepcional y fue capaz de enfrentar los desafíos de una ciudadanía dividida y llevar a la vieja tierra de los conejos hacia la democracia de manera pacífica y consensuada. Su capacidad para dialogar y su habilidad para establecer acuerdos entre los diferentes partidos fueron fundamentales en ese proceso de cambio. Nadie se lo agradeció entonces. Llegaron a llamarle tahúr del Mississipi y cosas peores. Pero, a pesar de ser simpático –la gente demasiado simpática no suele ser de fiar– era un tipo honrado.

El fotógrafo Ricardo Martín, hermano del dibujante Martínmorales, lo inmortalizó joven, seguro y jovial en una imagen que, con el tiempo, se convirtió en un icono de la Transición. Presidió la exposición itinerante Las caras del tiempo, que pude ver hace un par de años en la Fundación Antonio Gala de Córdoba. Sin embargo, esa fotografía es de la época en que Suárez, abandonado por todos, incluido el Rey, trataba de volver a la Moncloa con el Centro Democrático y Social, una especie de Ciudadanos avant la lettre, que acabó tan mal como lo de Rivera. Suárez enfermó de alzhéimer a principios del nuevo siglo. La familia decidió hacer pública la situación del que fuera primer presidente de la democracia porque quería preservar su dignidad y alejarse de los chismorreos. El ex mandatario se fue apagando con los años: en los últimos tiempos ya no conocía a nadie ni recordaba quién había sido. Finalmente, la muerte le ahorró también el bochorno de ver su legado pisoteado.

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