Vía Augusta
Alberto Grimaldi
La vía es (por ahora) andaluza
SIEMPRE he pensado (y a veces lo sigo llevando mal y me duele) que vivimos en un país de listos. Harto de contemplar, a través de años y situaciones que, entre los que me rodean, los considerados triunfadores son siempre los más listos. Digo "listos" por no llamarles lo que me viene siempre primero a la cabeza cuando pienso en ello: aprovechados, ventajistas, sin escrúpulos, . . . mejor, dejarlo en "listillos".
Creo que no existe un ámbito en esta sociedad que hemos construido entre todos donde lo más valorado no sea el triunfar. Cueste lo que cueste y a costa de lo que haga falta. Todo con tal de conseguir la "justa" finalidad que nos hemos propuesto (¿ganar unas elecciones? ¿maximizar los beneficios de mi empresa? ¿destacar entre mis iguales, mis compañeros, incluso por encima de mi jefe? ¿ser el campeón en el torneo de mus de mi escalera? ¿pasar el primero la rotonda? ¿tener el mejor coche, la mejor celebración de la Comunión de mi hija, la mejor plaza de aparcamiento, la pareja más deseada...?) No sé. Depende de cada uno.
Que conste que considero que el afán de superación y el esfuerzo para alcanzar cada vez metas más ambiciosas es una virtud, y muy humana. Pero de ahí a que todo valga, como estamos acostumbrados a observar a nuestro alrededor, hay un trecho, y grande. Que más de una vez, todos, he dicho todos, traspasamos.
Los analistas más actuales sobre la inteligencia en el ser humano consideran que esta característica que todos tenemos no es un elemento único ni de una sola dimensión. Así, no se puede decir que, con carácter general, nadie sea absolutamente más inteligente que otro en todos los aspectos que configuran la vida. Los humanos gozamos de un amplio abanico de aptitudes y habilidades, todos dentro de un cierto rango. Por eso, mi vecino es más hábil que yo en bricolage y yo más que mi amigo Rafa en matemáticas. Mi compañera me da sopas con hondas en gusto artístico y decorativo, pero yo tengo mejor gusto que ella (al menos eso creo) para la música o la literatura. Eso sí, no soy ni la mitad de bueno que mi hijo Juan para el deporte.
¿Y qué decir de las habilidades sociales? Hay a quien se le da mejor comunicar, relacionarse, comprender ideas o ser sensible a los sentimientos y emociones propios y de quienes le rodean. Ponerse en lugar de los demás, sentir empatía. Por no hablar del 'sentido común' de tanta gente humilde 'de pueblo'.
¿En qué consiste, pues, ser 'listo'? (desde luego no en saltarme el semáforo si no me ven para llegar antes) ¿Garantiza ello la felicidad que, al final, es lo que todos buscamos en nuestro corto trayecto por este mundo?
Hoy pensaba en todo esto, viendo cerca mía a personas que tienen poco de que presumir. Algunos viven de la pesca, de la obra que dentro de poco han dicho se va a iniciar en el pueblo o del chiringuito que se abre este fin de semana en la playa. Son humildes, viven al día, no saben lo que ayer bajó la bolsa ni tienen nada que les pueda garantizar un caldo en invierno o un salmorejo en verano en el año 2013. No son guapos, ni elegantes, ni exitosos ni, por supuesto, capaces de aprovecharse de nada ni de nadie. Pero los veía felices, viviendo, disfrutando de un magnífico día de sol y playa en este verano anticipado.
Seguramente muchos los considerarán unos de tantos 'tontos' en un país de 'listos'. Tal vez no sea esto tanto así y su inteligencia, práctica, real, muy superior a la del ciudadano común, marcada por los convencionalismos y normas sociales, que somos la mayoría. Normas que no siempre está demostrado sean las mejores.
Por encima de todo, ¿sabéis qué os digo, siguiendo el criterio de alguien que nos dejó hace más de 2000 años? Bienaventurados seais, tontos. Quiero ser uno de vosotros.
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