de poco un todo

Enrique García-Máiquez /

Títeres y marionetas

El poder siempre conlleva cierta representación: el gran teatro del mundo, que dijo Calderón de la Barca. Lo decepcionante de nuestra política es que no es grande: la cortedad de nuestros líderes la convierte en un chiringuito de títeres y marionetas.

Tras la sentencia del Tribunal Constitucional, todo hace sospechar que el Gobierno estuvo haciendo un doble juego con Bildu y ETA: por un lado, impugnando sus listas para aparentar firmeza antiterrorista y, por el otro lado del escenario, entre bambalinas, contando los votos disponibles en el Constitucional y alentando el visto bueno a los herederos de Batasuna. ¿Que en qué me baso para creer que este tinglado es un teatrillo de títeres y marionetas? Pues en los hilos, que están a la vista, en las manos, que se mueven bajo los guantes, y en las voces, tan impostadas.

¿Votarían en bloque los magistrados progresistas, propuestos por el PSOE, algo distinto de lo que quieren sus promotores? Y más: cuando el PNV se puso nervioso y empezó a gritar que no aguantaba más el suspense, que retiraba su apoyo al Gobierno, Zapatero saltó rápido y aclaró en un aparte: "Tranqui, Urkullu, que esto es puro mimo". Bueno, sus palabras precisas fueron: "Vamos a darnos un tiempo hasta que resuelva el Constitucional", que para el caso ha sido lo mismo. Y otro mal actor que no midió los tiempos fue Madina, el número dos del PSOE en el Congreso, que adelantó que esperaba "una noticia agradable" procedente del Tribunal Constitucional. Entonces otro socialista, Barrio de Penagos, se alborozó mucho e introdujo una crítica al Gobierno socialista al estimar que "había sobreactuado con la impugnación de todas las candidaturas". Sobreactuado, fíjense. ¡Subconsciente, le diste el nombre exacto de las cosas!

Puedo estar equivocado, pero eso apenas remedia nada. Tan malo es que a unos gobernantes se les descubra el doble juego y la sobreactuación como que resulte que han hecho el payaso en un tema trascendental, que afecta al respeto a las víctimas y a la justicia. Tan malo, quiero decir, para la credibilidad de las instituciones democráticas. La fiscalía, la abogacía del Estado, la Guardia Civil, la Policía, el Tribunal Supremo y hasta el portavoz del Gobierno, que mantuvieron que Bildu es ETA, han quedado muy desacreditados por el TC. El PSOE ha defendido una cosa y la otra. El PP, una, pero con nula eficacia, a pesar de lo mucho que ha cuchicheado Federico Trillo -como un Pepito Trillo- al oído de Rubalcaba. A Mayor Oreja, que volvió a adivinar lo que ha pasado, ni los suyos le echaron cuenta. Nos queda una sensación de estafa y truco. Si los que mandan siguen así de falsos o de ineficaces, nos desfondan a todos. A la clase política le ofrecería el consejo final de un poema titulado justamente "La mentirosa" de Luis Alberto de Cuenca: "Invéntate otros juegos, vida mía,/ que el premio del engaño es el olvido".

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