Su propio afán
Política de proximidad
Su propio afán
QUEDAN muchos puntos oscuros sobre el golpe de estado en Turquía y no arrojan luz las negras imágenes de las represalias, pero puede sacarse una conclusión. Erdogan lo superó y ahora dirigirá el país con un pulso más firme y menos oposición interna. Hacia una mayor islamización. Un golpe de estado fracasado apuntala, como ocurrió con el 23-F, el sistema. De eso, se informará puntualmente en las páginas de Internacional. A mí me gustaría hablar de algo más evanescente. De mis sentimientos encontrados de la noche del golpe.
Hay una reflexión general. La vida es lo que nos sorprende sin que la entendamos del todo. Se comprende hacia atrás. Vivimos, en política y hasta en nuestra intrahistoria, con ese vértigo, como ante micro-golpes-de-estado inesperados, pero estamos tan habituados que sólo cuando salta una noticia así de espectacular nos damos cuenta.
Enseguida me entró la prisa por saber (a beneficio de inventario) con qué bando iba yo. Tiene, claro, un punto ridículo, como esa broma tan buena de @TheTodo en Twitter: "Bueno, acabemos con esto: ¿qué opina Garzón, cualquier Garzón? Yo lo otro". También tiene su lado humano al estilo de Enric González cuando cuenta que es incapaz de ver una partida de chapas sin ir con uno de los dos equipos de inmediato.
Luego recordé al joven militar turco que lleva a sus hijos a la piscina con los míos. Hemos cruzado tres o cuatro frases de cortesía en un inglés elemental, pero su imagen acabó obsesionándome. ¿Qué pensaría él, destacado en la Base de Rota, sirviendo en la OTAN? Con qué angustia estaría viviéndolo. Lamenté que en verano se interrumpan las clases de natación. No tengo remedio, más que la geopolítica, me interesa la intimidad. Tener un casual conocido afectado me inquietaba mucho más que las consecuencias mundiales.
Aunque todavía pude hacer una o dos reflexiones políticas. Queda raro que un país empeñado en entrar en la Unión Europea se enrede en golpes de Estado a estas alturas. No, porque nosotros seamos países purísimos sin seísmos políticos, qué va, sino por sus maneras. El modo siglo XXI de dar un golpe de timón a la política o un arreón a la forma de Estado de un país es el referéndum, como estamos viendo con el Brexit y con tantos sufragios como se proponen por aquí. Subvierten la democracia representativa y los tratados internacionales y las constituciones con más limpieza y eficacia. Eso hay que saberlo.
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