Confabulario
Manuel Gregorio González
Retrocediendo
Como cateto en actitud de sorpresa permanente siempre me gusta estar atento a las nuevas tendencias y hay una que nos intentan colar los que marcan las pautas y es lo de no parar para desayunar sino tomarse algo, con cuantas más calorías mejor, sin dejar de andar, en el autobús o de cualquier forma que signifique “no perder el tiempo” para esa actividad.
Empieza a ser habitual ver gente por la calle con un vaso de esos de papel con el café o una guarrería similar y en la otra mano un bollo de esos con más azúcar que el intermedio de una película de Walt Disney.
Seguro que ganan tiempo, a la corta, pero no estoy muy seguro de si ganarán vida a largo plazo y sobre todo si ganarán calidad de vida, que eso es importante.
Pararse a desayunar es bueno y es una característica más de ese estilo de vida mediterráneo que ahora tanto se pone en duda. Es curioso que mientras que los informes sobre la dieta mediterránea siempre hablan de que esta es más sana que la de otras zonas del mundo, los prescriptores, los que dicen a la sociedad lo que tienen que hacer, se empeñan una y otra vez en llevarnos a otras costumbres como esta de no parar a desayunar.
Reconozco que para mí es uno de los momentos más felices del día, tanto si desayuno en casa como si lo hago fuera. En casa me gusta calentarme la tostadita, ponerle su aceitito o su mantequita colorá y sentarme tranquilito a disfrutarla. Relajarse con ese momento mágico de tocar la taza de café y comprobar que quema, que todavía podrás disfrutar de dos minutos más sentado esperando a que se enfríe. Si desayuno fuera, me encanta también sentarme en una terraza y pedir carne mechá, que es la pastilla que me recetaron los médicos para empezar la jornada con alegría. Un día no comienza igual con churritos y visita a una plaza de abastos y no hay premio más bonito después de una caminata por el campo que sentarse en una venta y comerse media rebaná, sin prisas, con pausa para charlar, porque ese es otro elemento que alimenta, charlar un poquito con el prójimo.
No se dejen comer el coco. No se dejen convencer de la idea de que pararse a desayunar es perder el tiempo. No caigan en la tentación del café bebío y el azúcar a kilos disfrazada de bollería. Perder el tiempo es ganar futuro. Date el placer de decirle a todos estos creadores de tendencias, ¡tes qui ya, me vi a quedá yo sin desayuná!
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