Colomatos

La plaza, como se le llama en Cádiz, corre el riesgo de dejar de ser un mercado y convertirse en otra cosa

26 de octubre 2023 - 00:00

No hace tanto tiempo la gente compraba en el almacén de la esquina, casi siempre propiedad de un montañés, con un chaval que hacía el reparto a los que en Cádiz llamaban chicucos (“somos chichucos de Villacarriedo y hasta boñigas llevo en los dedos, cuatro vacas en la Montaña y no me lavo ni las lagañas”). Con el tiempo empezaron a llegar yunqueranos, pero el prototipo de montañés se mantuvo, apoyados en la llegada de Teófila a la alcaldía, todavía existe el Centro Cántabro. Ese almacenero montañés sirvió a la chirigota de Gómez y Miguiñi a una famosa letra con la música de Kiko Veneno, El sarna Ramón “anda sal y que te dé el sol que al final tu yerno lo va a heredar tó”. Empezaron a llegar hipermercados a la ciudad, la mayoría desaparecidos “actuamos en los cinco Continentes y en algunos hipercores”. El primero fue Hipercádiz, que con el tiempo pasaría a ser propiedad de El Señor de los Aceites, hoy este establecimiento es un esqueleto abandonado a la entrada de la ciudad. Los mismos propietarios crearon la red Supersol, que no hace mucho compró la cadena El Jamón, cuando los supermercados de barrio empezaron a ponerse de moda. La irrupción de las grandes superficies acabó también con los economatos de empresa, como el COAECO, la cooperativa vinculada a los trabajadores de astilleros. En aquellos tiempos la misma chirigota cantó aquello de “colomatos de mi tierra tristemente marginados. Unos cantan a La Caleta y yo canto a los colomatos”. Con el tiempo llegaron esos supermercados alemanes que llaman de “hard discount”, como Aldi y Lidl, incluso el Supercarmela desde San Fernando. Carrefour empezó a abrir pequeñas tiendas en el antiguo local de Simago, en la Avenida, en la calle Ancha, Buenos Aires. La gente ya no suele coger el coche para llenar un carrito con el que abastecer a la familia . Aquellos tiempos cuando a primeros de mes Hipercor estaba a rebosar de gente, gastándose parte de la paga en productos de mayor calidad. Al almacén se iba para hacer la compra del día, casi siempre se dejaba “fiao” y se le pagaba mes a mes al santanderino de turno. Al Piojito, al mercado de San Severiano o a la plaza una vez en semana, cuando no había rincones gastronómicos y los puestos del pescao no eran un decorado para que los cruceristas se hagan selfies, con gran mosqueo de los vendedores que lo que quieren es vender, como es normal, no posar para el guiri que va a pasar unas horas en la ciudad en busca de un tipismo urgente con que inmortalizar su paso por Cádiz. La plaza, como se le llama en Cádiz, corre el riesgo de dejar de ser un mercado y convertirse en otra cosa “a la plaza de abastos de esta gran población, ha dicho el ayuntamiento va a hacerle una gran variación”.

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