La aldaba
Carlos Navarro Antolín
¿Dónde está el listón de la vergüenza?
El Apolo es un clásico de El Puerto, un bar de esos de toda la vida. De hecho, si los datos que se manejan son ciertos, estaría a punto de cumplir los 200 años. El establecimiento se hizo famoso, sobre todo, en el último cuarto del siglo XX bajo la gestión de Juan Benítez, que servía un tortillón de papas y un pulpo a la gallega que encantaban al personal. Aprendió las recetas de un bar gallego que había en frente y llevo su local de la calle Palacios a la gloria.
A Juan le han seguidos sus hijos pero estos, lejos de limitarse a conservar las joyas de la casa, decidieron arriesgar y en 2017 le dieron un cambio radical al establecimiento, tanto en lo estético como incluso en lo gastronómico. Asumieron un gran riesgo pero lo han sabido gestionar tan bien que el establecimiento es uno de esos sitios que siempre está lleno.
Del anterior Apolo, un lugar de esos alicataos hasta media pared, tan solo queda un inmenso cuadro de Juan Benítez en la fachada del establecimiento… para que a nadie se le olvide su figura, y algún cuadro de los que colgaban por las paredes.
La firma portuense Kasa Rústica realizó un brillante trabajo de transformación del establecimiento con piedra ostionera por las paredes, grandes lámparas por los techos, detalles de decoración industrial, algunas plantas y un cierto aire de gastrobar.
Pero los hermanos Benítez también acoplaron esa nueva imagen a una nueva cocina en la que no han abandonado los grandes éxitos de la casa donde siguen la tortilla, el pulpo a la gallega o las frituras de pescado, pero han incorporado, y con buena ejecución, nuevas propuestas más innovadoras que también gustan.
El éxito de los hermanos Benítez quizás esté en que den servicio de restaurante, pero a precios de bar y sin renunciar a la esencia de este tipo de establecimientos, la tapa. A pesar de que en sus mesas se puede comer de tapas, en el bar se hacen reservas, te cambian los platos cuando están sucios y el servicio está bastante cuidado y, lo que llama más la atención, se puede seguir comiendo por entre 15 y 20 euros, todo un logro.
Quizás esa sea la causa de sus llenos a rebosar y de la buena opinión que hay de ellos en la calle. Las segundas generaciones siempre han tenido una gran responsabilidad en la hostelería. En este caso los hermanos Benítez arriesgaron y lo han sabido hacer y esas cosas merecen muchos aplausos.
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