Pablo-Manuel Durio
La inspiración fenicia para las fiestas de Cádiz
El pasado día 14 parecía que, por fin, se iba a celebrar el juicio contra los acusados de organizar una trampa para implicarme en un delito de tráfico de drogas. A punto estuvieron de conseguirlo, pero les salió mal, y ahora se exponen a duras penas de cárcel y a cuantiosas indemnizaciones.
Nunca podré agradecer lo suficiente a la multitud de personas que me apoyaron y que colaboraron para esclarecer los hechos y salvarme de ese atolladero. Fueron unos días muy duros, que no deseo a nadie. Nadie se espera verse enredado en una trama delictiva de la que nada se sabe, porque no se imagina uno que haya gente tan miserable en nuestra sociedad, capaces de montar una trampa para meter en la cárcel a una persona inocente. Si les hubiera salido bien, hubieran destruido mi vida y la de mi familia, y también provocado un daño reputacional irreparable a Ecologistas en Acción. Y, al parecer, esos eran sus objetivos.
Estuve diez días imputado, pero desde un principio la práctica totalidad de medios de comunicación y de responsables públicos no dieron crédito a esta acusación.
Sólo tres personas intentaron aprovecharse miserablemente de mi detención. Antonio Saldaña, por entonces secretario general del PP de Cádiz, el actual alcalde Germán Beardo, que era el portavoz del PP en el Ayuntamiento, y su compañera la concejala Consuelo Lorenzo.
A sabiendas de que la acusación de narcotraficante era falsa, realizaron declaraciones justificando mi detención. Beardo difundió una nota de prensa asegurando que se avergonzaba de que un alcalde -refiriéndose a David de la Encina- apoyara a una persona detenida por la Guardia Civil con cocaína, lo que ponía en cuestión a la Guardia Civil y a la Justicia. Pero calló cuando la misma Guardia Civil demostró que yo no tenía nada que ver con esa droga, y cuando la Justicia archivó mi caso e imputó a los que hoy esperan juicio. Cuando se llevó al Pleno del Ayuntamiento una moción de apoyo a mi persona y de exigencia de esclarecimiento de los hechos, Beardo se fue, no sin antes dar instrucciones a su grupo para que votara en contra. Todavía estoy esperando sus disculpas. Yo no le pagué con la misma infame actitud cuando se produjo aquel oscuro episodio con una furgoneta de uso oficial.
Yo tengo la conciencia muy tranquila, este personal no lo sé.
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