Polémica Cinco euros al turismo por entrar en Venecia: una tasa muy alejada de la situación actual en Cádiz

Ayer no fui a Carranza, al viejo-Carranza-nuevo-Mirandilla-viejo. El uasa (WhatsApps para británico parlantes), el uasa, repito, tintinea: Que hoy ninguno va a ir a ver al Glorioso, lo hemos decidido así, se ha muerto un amigo al que apreciábamos bastante todos los que habitualmente vamos al palco, acabamos de llegar de venir de enterrarlo, el pobre, además hace un día de perros, y la hora que nos han puesto es muy chunga, es hora de almorzar, joder, no de ir a la palestra amarilla a coger torozones, como de costumbre. Pues hala, a la televisión club de fútbol, que da hasta los partidos del Barbate y del Borussia de. Que no, que no puedes viajar a una ciudad llamada Borussia, como dijo un jugador o un entrenador del Madrid hace unos años: Mañana viajamos a Borussia. En fin...

En efecto, entre respingos, sobresaltos, huy, desazones, cabreos, congojas y algunas alegrías breves fue pasando el almuerzo, pollo con arroz. Entre bocado y bocado, el canoso Salvador Sevilla hace de Karajan en los céspedes. Le temo, tiene buen toque de balón y, como los buenos jugadores, todo lo hace muy sencillo. Pienso que en el Glorioso, lo más parecido a Sevilla es Alcalá de Henares, o sea, Álex Fernández, pero es más atolondrado, menos técnico que el viejete, se lía a veces. Y eso que he elegido al que mejor ve el fútbol vestido de amarillo, porque hay otros que apenas tienen el pelotón en los pies se ponen más nerviosos que yo en la reválida de Sexto o delante de un texto de Tucídides en frente de la Caleta. Por ejemplo, el rubio danés Johnson, por sí señalar. Lucha más que el Gran Mañas en la Plaza de Toros un sábado por la noche, cuando yo tenía una decena de años. Ya saben, mi primo, Paquito Amaya, el de Camisería Ris, calle Nueva, santa gloria goce, organizaba unas veladas de lucha libre a la fresquita, con el verdadero Mirandilla al lado, y allí lucían sus talles Carlos Moll, fino estilista, La Máscara, uno al que nunca se le veía la cara, Cheo Morejón, un africano, como se dice ahora eufemísticamente, porque si dices negro o de color, te acuchilla la estúpida sociedad del nosotres que estamos fantaseando, Chausson, sueco, subcampeón de Europa, Morón Atila, natural de Utrera, y otros, cosa la cual se leía en los carteles que apostaban siempre en El Pedrín, el lugar adonde más mollate se ha bebido en España desde la Creación.

Pues eso, que a mí que me gusta el fútbol de toque y finura me dan lucha, trabajo, esfuerzo, pero qué trabajito cuesta dar un pase al pie o al espacio a un compi. Echo de menos al frágil Josemari. Y a Mejías, y a Ibáñez, y a Carballo, y, al más grande: González Barillas. Si el estupendo Choco tuviera a estas gentes al lado, oh, my God, llevaríamos 25 goles a favor… Por lo menos. Esto es lo que hay, nos explicaría Koeman. Manolo, termínate el pollo, que llevas hora y media sin tocarlo casi. Espera que Negredo va a tirar un penalty. Descanso. Un punto. Como decían antes las señoras refiriéndose a sus delicadas medias de cristal.

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