Cristina Díez Rodríguez | Profesora y musicóloga

“Hubo temporadas en las que en Cádiz se estrenaron hasta doce óperas”

  • La autora gaditana publica con la Universidad de Granada ‘La ópera en Cádiz’, un amplio y ambicioso estudio que investiga la época comprendida entre 1761 y 1833

  • Esplendor teatral en Cádiz

La profesora y musicóloga gaditana Cristina Díez Rodríguez con un ejemplar de su libro sobre la ópera en Cádiz.

La profesora y musicóloga gaditana Cristina Díez Rodríguez con un ejemplar de su libro sobre la ópera en Cádiz.

El siglo XVIII fue esplendoroso para Cádiz, una ciudad que acogió la Casa de Contratación y, por tanto, el valioso monopolio comercial con las Indias que convirtió a la capital gaditana en una pujante urbe en campos que iban más allá de lo económico y comercial. En ese siglo, por ejemplo, emergió el urbanismo que configuró parte del actual caserío histórico y, además, Cádiz registró una explosión cultural de primer orden que alcanzó a la mayoría de las artes. Entre ellas, la ópera, un género que vivió en la capital gaditana una inaudita edad de oro y que la profesora y musicóloga Cristina Díez Rodríguez ha investigado a fondo para su libro ‘La ópera en Cádiz’, con el que pretende “reivindicar para Cádiz el puesto que le corresponde dentro de la historia de la ópera en España”. Editado por la Universidad de Granada, la obra establece su marco temporal en su propio subtítulo: ‘La actividad lírica en los teatros gaditanos desde sus orígenes hasta el reinado de Fernando VII (1761-1833)’. Desde su residencia en Estados Unidos, donde ejerce en una escuela de Dallas como profesora bilingüe, Cristina Díez atiende a este periódico para detallar el contenido de una investigación convertida ahora en libro.

–¿Cuál es el objetivo de su libro? ¿Cómo surge?

–Mi libro es fruto de mi tesis doctoral sobre la Ópera en Cádiz durante el siglo XVIII y primer tercio del siglo XIX y la Universidad de Granada me ofreció la oportunidad de editarlo.

Varios investigadores habían apuntado ya la importancia de Cádiz en el campo de la ópera, basándose en los datos disponibles por entonces, pero carecíamos de un estudio específico y global que sacara a la luz todo el material existente y pusiera en claro con datos concretos el esplendor que se vivió en Cádiz en el campo de la ópera. En este sentido debo referirme al trabajo de Marcelino Díez sobre La música en Cádiz: la catedral y su proyección urbana durante el siglo XVIII (2004), obra de referencia en lo que a música religiosa se refiere, y en el que se señalaban ya importantes conexiones con la música teatral.

–¿Cómo fue el proceso de investigación?

–El proceso de investigación ha sido largo y en ocasiones complicado. Cabría esperar que en las bibliotecas y archivos gaditanos se podría encontrar abundante documentación sobre la actividad teatral, pero no siempre ha sido así. Para la parte que comprende el siglo XVIII la fuente principal han sido los libretos de óperas impresos en Cádiz y también algo de cartelería, pero todo este material se encuentra muy disperso. La mayoría se encuentra en la Biblioteca Nacional de Madrid, en archivos de Sevilla o Barcelona y algunos han ido a parar a lugares remotos como la Biblioteca Nacional de México. En Cádiz solo hemos encontrado libretos en la Biblioteca de la Fundación Federico Joly Höhr.

Para el siglo XIX, aparte de los libretos dispersos en archivos nacionales, la base principal ha sido el trabajo de hemeroteca, tanto de ámbito local (Diario Mercantil, El Conciso, El Redactor General), como nacional (Diario de avisos de Madrid) y también internacional, principalmente de Inglaterra, Italia y Alemania, donde aparecen noticias sobre estrenos de ópera en Cádiz y sobre trasiego de cantantes de unos teatros a otros, lo que demuestra la importancia que alcanzó la actividad operística de Cádiz fuera de nuestras fronteras.

Portada del libro. Portada del libro.

Portada del libro.

En todo este proceso han sido muy importante los contactos con otros investigadores con quienes he compartido información, y no puedo dejar de nombrar aquí a Juan Antonio Vila, por la generosidad que me ha demostrado en el proceso de mi investigación.

–Cádiz sale muy bien parada: en el periodo analizado, hasta el final del reinado de Fernando VII, la ciudad parecía un hervidero de óperas. ¿Es así?

–Efectivamente, muy bien parada. Cuando uno comienza una investigación y se marca un objetivo siempre hay expectativas que pueden o no cumplirse. En el caso de Cádiz, las expectativas eran muy altas y para mí ha sido muy emocionante descubrir que efectivamente Cádiz alcanzó periodos formidables también en el campo operístico. En los años del Coliseo Italiano (1761-1779) la ciudad fue un referente internacional a donde llegaban directamente los mejores cantantes italianos y desde donde partían hacia otras ciudades españolas y extranjeras. Y si hablamos del siglo XIX, la actividad teatral se mantuvo con una regularidad e intensidad que pocas ciudades españolas pudieron mantener en la época.

–¿Y cuál sería el promedio de sesiones operísticas en cada temporada?

–Este es un dato que el público actual difícilmente se podría imaginar. Hubo temporadas en que se estrenaron hasta diez y doce óperas distintas y el número de representaciones superó el centenar. Son cifras equiparables, y a veces superiores, a las de Madrid o Barcelona.

Esto dio lugar a que óperas importantes, como Alceste de Gluck, o La ilustre gitana de Donizetti o varias de las óperas más importantes de Rossini se escuchasen en Cádiz antes que en ningún otro lugar de nuestro país; incluso que algunos títulos concretos de Rossini únicamente se estrenasen en el teatro gaditano. Y en esta misma línea mi trabajo concluye con la temporada más brillante de todo el periodo, marcada por la presencia de un compositor muy importante que fue Saverio Mercadante, en la que se estrenó su ópera La rappresaglia en 1829. Las partituras de esta ópera y de otras obras inéditas de Mercandante se incluyen en el libro.

–Imagino que tiene que ver el siglo de esplendor gaditano, el comercio, la Casa de Contratación...

–Evidentemente toda aquella actividad fue posible debido a varios factores. El primero, la prosperidad económico-comercial de la ciudad que se mantendría hasta bien entrado el siglo XIX. Esto permitió la creación de una amplia infraestructura teatral: tres teatros (Español, Italiano y Francés) en el siglo XVIII y dos (Principal y del Balón) en los años estudiados del XIX. Todo ello sustentado por una emergente clase burguesa, consumidora de un espectáculo que se consideraba signo de distinción social.

–Es una época en la que Haydn compone sus Siete Palabras para Cádiz. Imagino que aquella efervescencia influyó en el encargo y su aceptación.

–Sin duda son hechos que están relacionados. El encargo de Las Siete Palabras (1786-87) coincide con ese momento de esplendor operístico con que culmina el XVIII. Al hilo de esta cuestión me gustaría comentar que el estudio de la actividad operística me dio pie para dar cuenta también de la actividad concertística que se desarrollaba en la ciudad. Durante el tiempo de Cuaresma cesaban las óperas y se celebraban conciertos. En los programas de aquellos conciertos aparecen constantemente sinfonías de Haydn y de Mozart, incluso encontramos una de las primeras sinfonías de Beethoven en un concierto de 1807, posiblemente la primera aparición de Beethoven en España. Es evidente que el ambiente musical de Cádiz en aquella época estaba en línea con lo más brillante de la época.

–¿Se acaba esta etapa, se pierden los teatros?

–La verdad es que esta etapa no acaba, continúa. El periodo que abarca mi estudio comprende varias etapas, cada una de ellas condicionada por los avatares históricos del momento, y esto lo he tenido muy presente en todo el proceso de mi investigación.Naturalmente tuve que elegir un marco temporal para mi trabajo y este fue desde el comienzo de la ópera en Cádiz hasta el final del reinado de Fernando VII, que en lo musical coincide con el fin del apogeo de Rossini y la llegada del repertorio de compositores como Bellini y Donizetti, cuyas obras inundarían la escena de los años venideros. Los teatros seguirían en activo y con ellos una actividad operística en el resto del siglo XIX que debe ser tenida en cuenta.

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