El show ha terminado
Tras el hundimiento de la industria del disco, el IVA da la puntilla al directo Promotores reconocen que hay músicos que han eliminado a Cádiz de sus giras
Hace no mucho tiempo, en diciembre de 2010, se podían escuchar sandeces de este calibre sin que nadie se sonrojara: "El valor contingente del patrocinio del concierto MTV se cifra en el entorno de los 2,3 millones de euros, mientras que el impacto económico vía gasto directo asociado a de los asistentes y los gastos estimados asociados realizados por la organización por razón del concierto asciende a 1,6 millones de euros..." Esperen, no se asusten por la jeringonza, que ahora viene lo mejor: "En lo que respecta al impacto mediático del concierto MTV La Pepa 2012, éste supera netamente la cifra de ¡12 millones de euros! -las exclamaciones son nuestras-, ascendiendo la audiencia acreditada a 100 millones de personas". ¡100 millones!.
Analicemos el dislate. Estos datos fueron aportados por el Consorcio del Bicentenario para mostrar el éxito que había supuesto el concierto gratuito que ofrecieron a los isleños con motivo de la reunión de las Cortes en San Fernando hace doscientos años. Allí estuvieron Juan Luis Guerra, Miguel Bosé, Calle 13 y unos cuantos más. Todo un festival musical con las grandes letras de la multinacional MTV detrás. Nunca se supo muy bien cuánto costó la fiesta, aunque se puede intuir que está en algún lugar de esos "gastos estimados asociados" de 1,6 millones de euros y del "valor contingente", que a saber lo que es, de 2,3 millones. Mucha pasta para que allí no pagara nadie. Pero la rechifla es ese cálculo aritmético que dice que el impacto mediático fue de 12 millones de euros. ¿Alguien, tres años después, ha visto en San Fernando esos doce millones de euros por alguna parte? No, porque no existen. El concierto al que hacemos referencia era simplemente un negocio de la MTV, que vendía un producto que en el mercado privado tendría escasa viabilidad, a administraciones públicas papanatas. Y administraciones papanatas en España había a mantas. A la MTV le encantaba España. Para MTV, que cobraba en metálico, el negocio era redondo. San Fernando, a cambio, se quedaba con el humo de los 12 millones de euros de impacto mediático.
"Ha sido una locura", resume Miguel Rodríguez, promotor de conciertos que con su empresa La Silla Verde ha trabajado para las administraciones y ahora se encuentra con el estallido de una burbuja que ellos, los que arriesgan, no han creado, pero en la que, al menos algunos de ellos, han colaborado, aquellos que a la vista de dinero rápido (bueno, hablando de las administraciones nunca se puede hablar de dinero rápido) se cegaron con el todo gratis. Pero sí, la burbuja la crearon los poderes públicos desperdiciando dinero público y hundiendo una actividad económica privada. Los poderes públicos rompieron una sencilla premisa: pagar por lo que uno quiere ver, oferta y demanda. Como todo era gratis, como nadie pagaba, el Ayuntamiento de Cádiz, pongamos por caso, era feliz dando cifras demenciales de asistentes a sus conciertos de la playa: 80.000, 100.000, 150.000, qué más daba. Una locura... Se queda muy corto Rodríguez.
El Ayuntamiento de Málaga pagó en agosto de 2008 630.000 euros por hora y cuarto de concierto de Bisbal, que a cambio prometió que presentaría una canción de su nuevo disco -eso en valor de impacto mediático debió de ser la leche-. En 2009, el Ayuntamiento de Cádiz -"queremos ser la referencia de conciertos en la provincia", dijo la alcaldesa- admitió que pagaría 400.000 euros por los conciertos de la playa (otra vez Bisbal, Baute, Chambao, los de siempre...). La codicia hizo lo demás. Se pagaban cachés que los mismos músicos no hubieran podido ni soñar en el ámbito privado, en la ley máxima de la oferta y la demanda.
En el negocio real de la música las cosas funcionan de otra manera. Bruce Springsteen y su célebre E Street Band tienen un caché de 1,1 millones de euros por concierto. Lo ha rebajado para tener al menos un bolo en España, en Gijón, cuya entrada más barata era 55 euros. Eso es lo que quieres ver, eso es lo que pagas. El promotor, Doctor Music, examina el producto, examina el mercado y asume el riesgo. Con el nuevo IVA, tiene que meter a más de 30.000 personas en El Molinón. Si sale bien, gana; si sale mal, pierde. Sencillo.
En los años de los conciertos gratuitos nada de eso existía. Todos ganaban porque el dinero era público. Y el triunfo siempre era clamoroso.
"Si algo tiene de bueno toda esta desgracia que nos está cayendo encima a los promotores es que el blues de los artistas comerciales que inundaban los mass media y que inflaban cachés que no tenían relación con el mercado se ha acabado", sentencia Francis Cubero, el que durante estos últimos 25 años ha sido uno de los principales promotores de la región y que supo lo que significaba el riesgo cuando un diluvio universal en 1996 arruinó el mayor festival andaluz, el Espárrago Rock, que se celebraba en Jerez, pocas horas antes de la actuación de Lou Reed. Los seguros sólo corrieron con una parte de los gastos de un festival suspendido. Eso es riesgo. De eso no sabían los ayuntamientos y sus fiestas populares.
Ahora que las administraciones se han apartado del negocio -que no lo era- como un gato asustado después de romper el jarrón chino, los promotores están a la intemperie y tienen que ajustar más porque les han tirado a la cabeza un peñasco del tamaño de los que aplastaban al coyote: 21% de IVA, marca Acme, se llama la broma. Lo explica bien Rodríguez: " El bocado que se llevan los impuestos de cada entrada es grandísimo. Y a esto hay que meterle además la cuota de la SGAE. Total, de cada diez euros de una entrada ya te han soplado tres euros. A eso añádele la seguridad, el local, la impresión de entrada, al diseñador... Ya, de cada diez euros de entrada has pagado seis. Y todavía no hemos hablado del artista. Yo no estoy jugando ni de broma y no puedo llegar al verano y decir me voy a montar un conciertito a ver cómo sale. Es una dinámica de locura, un suicidio colectivo. Este es nuestro trabajo y para mantenernos necesitamos un mínimo beneficio. Nos estamos jugando todo a una carta, a que se llene el aforo: si es de 600 que entren 600, si te fallan diez tíos los números no te salen, estás perdiendo dinero".
Tali Carreto, de La Mota Ediciones, los organizadores de una apuesta novedosa en El Puerto como es el Monkey Week, donde la industria independiente del disco (¿se acuerdan? industria del disco, qué tiempos) se lame las heridas, ofrece una imagen similar y añade nuevos componentes: "Pero no se vayan, aun hay más, empezando por lo más importante, el caché del grupo. Si éste no accede a ir a taquilla, con riesgo asumido por su parte, cobra sí o sí, no dependiendo de las entradas vendidas. Y luego hay que sumar los gastos de producción: equipo de sonido y técnico, alquiler de sala si lo hubiera, cena y alojamiento del artista o banda, que suele ser aparte del caché en la mayoría de los casos... y si ya habláramos de los gastos que genera un festival o un concierto que exija gastos notables de producción, como montaje de escenario, zonas y equipo de seguridad, limpieza..., ¡imagina lo que cuesta! Así que cuando se tiene una visión global de todo el proceso y de todas los gastos que conlleva un concierto, surge la pregunta peliaguda: ¿qué le queda al promotor?"
Primero la piratería hundió la industria discográfica y ahora entre alcaldes y ministros se han cargado la industria de la música en directo, con todo el empleo entre técnicos y músicos que genera. Apenas si vendrán este año figuras a España. A Cádiz ni te cuento.
Enka Tripiana es una de las fundadoras de Wild Punk, una firma granadina con años en el sector y que se dedica a difusión y promoción de conciertos. En la provincia trabajan con el resucitado festival Serie Z, en Jerez, una apuesta por el rock and roll de corte duro que consigue año a año carteles de bandas solventes, buenos músicos, dirigido a un público muy concreto. Un público que paga por lo que ve y lo que escucha. Para Tripiana, "el descenso de contratación artística por parte de instituciones y ayuntamientos está haciendo que nuestro sector, del que dependen muchas personas trabajando, se desmorone. Los promotores juegan con unos márgenes mínimos. Están cerrando empresas del sector, las bandas se han visto obligadas a rebajar su caché al mínimo para poder seguir tocando. Y si además unes lo de la atrocidad del 21% de IVA, y que el público es cada vez más selectivo... Nos encontramos en un punto muy difícil". Desde Wild Punk, una empresa con cierto músculo por su larga trayectoria, la única salida es crear productos diferenciales, "tener nuevas ideas para saltar este bache".
Pero ni con nuevas ideas. Musigades es una idea nacida en Cádiz de la cabeza de un músico, el batería Paco Muñoz, que ha creado una empresa multidisciplinar, que tanto organiza conciertos como da clases de música a los chavales. Muñoz propone un desahogo, un brainstorming, a través del correo electrónico. Éste es un resumen: "Los músicos profesionales cogen todo lo que pueden, tocan para comer, tocan con infinidad de bandas, pero todos los pagos son en negro, no somos nadie, en locales y pubs nos pagan como si fuéramos unos camellos o algo así. A no ser que trabajes para músicos de primera, es un sector laboral sin regularizar. No te da para hacerte autónomo. Los escenarios son precarios, los locales no tienen permisos, los músicos no son técnicos pero han de llevar sus equipos de sonido... La gente en Andalucía no está educada para ir a ver conciertos, empezando por los propios músicos, que creo que son los que a menos eventos acuden, así que ser promotor trabajando a taquilla es complicado. Pinchas a no ser que organices eventos en agosto, pero será un batacazo si te programan un concierto gratis en la playa al que apenas iría gente si fuera de pago..."
Esas son las malas noticias. Las menos malas también las analiza este veterano músico y promotor. "Para empezar, ahora son las redes sociales donde salta la chispa del éxito. Eso hay que trabajarlo. Las bandas se creen que tocando ya es suficiente, esto es el circo del R&R. Pero si lo que quieren es tocar, tienen que buscar a un compañero que tenga dotes de management y cobre por ello. Muchos grupos no saben buscar trabajo y hoy en día en la situación que estamos el que esté avispado y deposite la confianza en una banda puede hacerla funcionar si sabe hacerlo. No todo está perdido, pero hay que diseñar una estrategia que haga viable esa banda".
Esa 'banda' genérica de la que habla Muñoz, además, debe saber que las cosas han cambiado mucho desde los tiempos en que la gente se hacía rica con este negocio. Cubero explica el nuevo funcionamiento: "Se han acabado los cachés, ya no existen. Las bandas independientes acuden a donde se les llama y funcionan como una cooperativa. Le piden al promotor un mínimo, que es un mínimo muy mínimo, y entre el promotor, la banda y el manager se reparten lo que se saque. Lo que no se puede es estar parado porque entonces sí que no ganas nada".
Cubero, que conoce muy bien el negocio y que ahora mismo es asesor del auditorio Rocío Jurado, en Sevilla, con capacidad para 8.000 personas, describe a la perfección lo que ha supuesto la última puntilla al sector, el IVA: "Hasta el pasado septiembre se programaron en el auditorio 27 conciertos con una afluencia media de 6.000 personas. De septiembre hasta ahora, se han programado dos".
Los datos de la industria son demoledores. En el conjunto de los conciertos programados a lo largo de 2013 se han vendido un 70% menos de entradas, hay producciones que han reducido sus gastos en torno a un 50% -menos músicos, lo mínimo en sonido-. Otro veterano del sector, José Peinado, artífice de la que fue una de las mejores ofertas de música de calidad en la Bahía, La Isla del Blues, ha vivido este año en sus carnes este hundimiento. Arriesgó con el regreso de Loquillo en compañía de Sabino Méndez. Era una de las giras estrella del invierno. Semanas antes, Loquillo canceló. El ritmo de entradas, a 30 euros, no iba como se esperaba. No arriesgaba con Cádiz cuando tenía, días antes, garantizado Sevilla, donde la venta de entradas anticipadas cubría gastos.
Lo confirma Miguel Rodríguez: "Ya hay muchos grupos que no vienen a Cádiz porque no le salen las cuentas. Cádiz no deja de ser lo que es, hay la población que hay y no todo el mundo está dispuesto a pagar 10, 15 o 20 euros para ir a un concierto. Antes no pasaba tanto. Si un grupo venía de gira por Andalucía venían a Sevilla, Granada, y se pasaban por Cádiz, pero ahora no se arriesgan y se quedan en Sevilla y Granada".
Peinado ha peleado con márgenes míseros el mantenimiento de La Isla del Blues. Gracias a él se ha podido ver a B.B. King o Ten Years After, leyendas de la guitarra. Pero el público hace tiempo que no responde en la medida de cubrir gastos y Cádiz fue viendo languidecer una cita anual con música en directo de calidad.
Esto no quiere decir que no haya conciertos. Por ejemplo, el circuito de salas de invierno se ha sumergido. Buena parte de la música en directo que se puede escuchar en la zona durante la temporada baja funciona en negro. Muñoz lo sabe: "Estaría muy bien conocer cuánto se recauda en la musica en directo pero cifras de SGAE no me las creo ya que siempre hay diez mil clubs que hacen pequeños eventos y no son contabilizados. No sabemos números concretos, ni siquiera sabemos bien las cuentas de SGAE, ya que ha sido gestionada por gánsters".
El negocio, por llamarlo de alguna manera, se está reinventando y, en su destrucción, regresa a los orígenes. "Estamos haciendo cosas que se hacían cuando yo empecé, hace 25 años. Hemos arrancado producciones de la Polla Records o Gatillazo con precios de los años 80, a seis euros", dice Cuberos.
Son estrategias que también utiliza La Silla Verde: "Con el Enadobo Festival hemos puesto las primeras 200 entradas a 8 euros, un precio ridículo, pero se trata de generar un poco de movimiento de entradas, que alguien la tenga con tiempo y luego se animen los amigos..."
Todo va a ser mucho más doméstico. Quizá, a medio plazo, sea mejor o quizá tenga razón un viejo profeta, Don McLean, que cantaba aquello del día en el que la música murió.
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