Una selva atravesada por la codicia
Agustín Díaz Yanes estrena en el SEFF 'Oro', una producción ambientada en las Indias en el siglo XVI
Jose Coronado, Bárbara Lennie, Raúl Arévalo y Óscar Jaenada protagonizan el filme
Hace exactamente nueve años, en el otoño de 2008, Agustín Díaz Yanes estrenaba Sólo quiero caminar, y después, inesperadamente, el director de Nadie hablará de nosotras cuando hayamos muerto y Sin noticias de Dios se encontró con que "el teléfono dejó de sonar". Pasó un largo período en el que el realizador llegó a publicar una novela, Simpatía por el diablo (2012), hasta que la fortuna volvió a ponerse de su lado: le ofrecían adaptar un relato de su amigo Arturo Pérez-Reverte, a quien ya había llevado al cine en Alatriste. Un material que posibilitaba de nuevo a Díaz Yanes, que estudió la carrera de Historia, volver al pasado, más concretamente al siglo XVI: el argumento narraba la tortuosa expedición de unos hombres -también dos mujeres- movidos por la ambición, que atravesaban la selva centroamericana con el afán de hallar una ciudad que, según la mitología que circulaba tras la conquista de las Indias, estaba toda hecha de oro puro. El nombre de este metal, Oro, es el título de este drama épico que protagonizan Raúl Arévalo, Bárbara Lennie, Jose Coronado y Óscar Jaenada dentro de un reparto coral en el que participan también los actores andaluces Antonio Dechent y Juan Diego, y que tuvo ayer su presentación mundial en el SEFF antes de estrenarse este viernes en los cines españoles. Para la presentación a la prensa se escogió un escenario ligado a los hechos que se narran: el Archivo General de Indias.
Díaz Yanes confesaba ayer que dijo que sí a la propuesta "porque los directores somos unos inconscientes", pero la magnitud del proyecto le hizo arrepentirse "de inmediato", bromea. Por suerte, dice, el rodaje no registró grandes adversidades gracias, en parte, a un equipo entregado a la causa. "Teníamos un problema fundamental", señala el director, "son cuatro los protagonistas, pero en realidad es como si tuviésemos 16, porque también están los otros compañeros de expedición moviéndose con ellos. Había secuencias en que citabas a un actor para ponerlo al fondo del plano y que fuera un simple figurante. Y me encontré con gente muy generosa. Una película así sólo se puede hacer si todos arriman el hombro; si hubiesen empezado a protestar, y tenían sus razones, la película se hubiese venido abajo", comenta Díaz Yanes. "Como nuestros personajes, nosotros teníamos procedencias diversas, maneras distintas de trabajar", añade Bárbara Lennie, que ve el reparto "como un encuentro de distintas generaciones del cine español: está Juan Diego, Jose Coronado, Raúl Arévalo... Un grupo muy heterogéneo que convivió sin problemas".
A Coronado le atrajo de la producción el poder recrear aquellas aventuradas expediciones de las Indias "donde podía ocurrir de todo, donde quienes iban las pasaban canutas: les picaban los bichos, te perseguían los indios, si te entraba un simple dolor de muelas te morías...", enumera. "No sé cómo lo hicieron, pero Enrique [López Lavigne, el productor] y Díaz Yanes nos embaucaron y nos metieron en el barro". El ganador del Goya por No habrá paz para los malvados, que encarna al sargento Bastaurrés, "posiblemente el miembro del grupo que se mueve menos por la codicia o por la fama, un soldado disciplinado, temeroso de Dios y de su rey", asegura que "lo que más me gustaba de involucrarme en una película tan vistosa era vivir la experiencia, acercarme lo más posible a lo que les pasaba a los personajes. Siempre digo que buceando en la construcción de personajes puedes enriquecerte personalmente. Y yo quería vivir ese periplo de supervivencia".
Revivir ese episodio, sin embargo, resultaba extenuante. Jaenada, que encarna al alférez Gorriamendi, desvela que "las espadas que usamos, por ejemplo, pesaban mucho. En esas batallas acababas agotado, sin fuerza para cortarle el cuello a alguien aunque quisieras. Pero yo creo que la dureza de todo y el cansancio le venían muy bien a nuestras interpretaciones", opina el protagonista de Cantinflas, que regresa tras un tiempo apartado del cine español con esta producción. "Ya tuvimos un contacto Díaz Yanes y yo para otra película hace unos años, y no pudo ser. No sé si andaba por Inglaterra, por América o por dónde, pero tuve claro que con él tenía que volver", afirma.
Ororesulta novedosa en un detalle: siempre se piensa en las empresas de la conquista como en algo masculino, pero la película muestra el poder que ejercían algunas mujeres en la sombra. "Eran apenas un 10% del total de quienes viajaban a América, pero fueron decisivas en la construcción de las sociedades", argumenta Lennie, cuyo personaje, Doña Ana, la única presencia femenina de la cuadrilla junto a su sirvienta (Anna Castillo), influye en las decisiones de su marido Don Gonzalo (José Manuel Cervino) al tiempo que alberga una atracción amorosa hacia Martín Dávila (Raúl Arévalo). "De Doña Ana me interesaba su ambivalencia, cómo por la necesidad de sobrevivir van asomando en ella algunas contradicciones. A lo largo de la Historia muchas mujeres han hecho lo que han podido desde un segundo plano, sólo hay que ver todas esas noticias que aparecen ahora sobre obras que se creían escritas por unos autores y en realidad habían sido hechas por sus esposas", sostiene Lennie, que en Oro da vida a una dama "que había sido educada y tenía en la fantasía, en la literatura, un lugar de resguardo y de libertad interior. El arte y la literatura te salvan", reivindica la actriz.
La palabra, las letras, tienen una gran relevancia en Oro, donde hay referencias al Amadís de Gaula, los personajes de Arévalo y Lennie son admiradores del Tirante el Blanco, la letra de una copla cantada en grupo sirve de bálsamo en un momento de terror y el cronista al que interpreta Andrés Gertrudix deja constancia de todos los hechos en bellos párrafos. "Nunca estuve convencido de meter la voz en off, lo intenté en otras películas y no me funcionaba", admite Díaz Yanes, "hasta que oí la voz de Gertrudix", dice el director sobre una película "que había que escribir con mucho cuidado. Se habla mucho en ella y todo está basado en la palabra. En los diálogos hemos intentado mantener el espíritu de la época, el tratamiento entre ellos, el respeto, la jerarquía, pero modernizando un poco todo". A Arévalo, la "lírica" que halló en el libreto fue uno de los rasgos que le cautivaron del proyecto. "Frente a la sequedad y la crudeza, personajes como el de Gertrudix, el de Lennie o el mío pondrían una parte más bonita", expone el intérprete, que se embarcó en Oro tras rodar su exitoso debut como director, Tarde para la ira. "De hecho, aplacé la posproducción de esa película por este rodaje. Me encantó volver a ponerme delante de la cámara, no me fue difícil cambiar el chip. Si trabajo como actor, trabajo como actor. Si acaso, cambié en algo: con Tarde para la ira aprendí, entre otras cosas, a valorar más el criterio de un director, a respetarlo más".
En Oro hay poesía, pero también barbarie. Díaz Yanes cree que "las Indias son nuestro Vietnam" y ha buscado la verosimilitud en una época brutal, "donde la gente difícilmente llegaba a los 30 años, las mujeres tenían ocho hijos y se les morían siete, y donde cuando se mataba a alguien se hacía no como ahora a distancia, sino mirándolo a la cara, con un puñal". Aunque en el siglo XVI existían ya los arcabuces, antiguas armas de fuego consideradas el precedente del mosquete, se utilizaba principalmente la espada para acabar con el enemigo (o con el compañero de filas acusado de traición). "Y se daban escenas paradójicas como que alguien le cortara el cuello a otro por piedad, porque si le clavaba la espada simplemente podía dejarlo desangrándose durante horas", revela el director. Imágenes como ésta -aunque se trate de un filme que no se regodea en la sangre- han originado que en las entrevistas de estos días le pregunten a menudo a Díaz Yanes por la violencia de su obra. "Y no puedes hacer una película así sin ella. Estos personajes iban buscando oro, eran tipos duros... Me extraña que me suelan hacer esa pregunta con lo estúpidamente violento que es el cine de ahora, en el que no hay sólo una violencia física, sino una violencia moral... El siglo XVI es como la Segunda Guerra Mundial, tú ves Dunkerque y es salvaje, tiraban bombas y moría gente".
Orodesembarca este viernes en los cines, y Díaz Yanes se reconoce "aterrorizado. Hace mucho que no vivo esa llamada del viernes o el sábado del estreno, esa pregunta de qué tal ha ido". López Lavigne, al que le gusta definir el filme como un western fronterizo, sabe que la propuesta es "incómoda, y nos hemos acostumbrado a hacer películas fáciles, a que funcione una comedia o una película de terror. Este es un proyecto más complicado". A la incertidumbre de la taquilla, se suma el enigma de la posteridad: Díaz Yanes afirma haberse vuelto "muy moderado en sus pretensiones. El tiempo te va diciendo si lo que haces funcionaba o no. Nadie hablará de nosotras... sí se ha mantenido. Pero con ésta no lo sé. Hasta dentro de 10 ó 15 años no podéis preguntarme, y para entonces... estaré muy mayor, sinceramente".
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