Artistas de Cádiz | Lita Mora

Esa particular iconografía de lares y penates

  • La pintura de Lita Mora recrea un universo presentido, que no se ve pero se siente

La artista gaditana Lita Mora, trabajando en su estudio.

La artista gaditana Lita Mora, trabajando en su estudio.

El nombre de Lita Mora, en Cádiz, es uno de los máximos referentes artísticos. Forma parte de ese grupo de autores necesarios y que han hecho grande la creación plástica en una ciudad y en una provincia con mucha trascendencia en un arte contemporáneo que, aquí, ha encontrado fácil y buen acomodo. Como Miguel Ángel Valencia, como Carmen Bustamante, como Manolo Cano, como Pepe Baena, como Manolo Caballero, como Ricardo Galán Urréjola, entre otros o, más allá, como Guillermo Pérez Villalta, Chema Cobo, Antonio Rojas, Pepe Cano, Juan Ángel González de la Calle, Sylvain Marc, José Carlos Naranjo, Augusto Arana, José Antonio Chanivet, Daniel Sueiras, Paco Pérez Valencia o Garikoitz Cuevas, entre una larga lista, Lita Mora ocupa un lugar de privilegio en la historia reciente del arte de Cádiz. Y lo hace por su dimensión artística, por su particular concepción pictórica, por su personal iconografía, por su trascendencia y por su verdad artística en cuanto a concepción y resolución de un planteamiento que es único, personal e intransferible.

La pintura moderna, con sus múltiples registros, presenta demasiados esquemas igualatorios; muchos llegados de tiempos inmemoriales. Desgraciadamente, hoy casi todo se parece a casi todo; cuando se desarrolla un sistema pictórico distinto, con una sintaxis poco frecuente y una semántica abierta y con argumentos personales, la pintura y el que la hace llaman la atención y pasan a los estamentos privilegiados de lo distinto, poco común y, por tanto, digno del mayor interés. Si a esto se le suma un conocimiento riguroso de la técnica, un planteamiento pictórico bien sustentado plásticamente y unas formas bien estructuradas, el artista se abre esplendorosamente en un convincente horizonte de solvencia y hasta trascendencia artística.

Lita Mora es artista superior que establece, sin medias tintas, estas buenas, serias y auténticas circunstancias. Es pintora con lenguaje propio, acertado, apasionado y apasionante. Es una artista de larga trayectoria que ha dejado muy buenos argumentos en un arte de la provincia de Cádiz cuyo nombre ha llenado de importancia páginas de una historia en la que la obra de Lita Mora protagoniza, con toda la razón, un estamento lleno de fortaleza y personalidad.

Todo el mundo conoce en Cádiz –y también fuera de nuestra ciudad pues es artista con gran proyección más allá de nuestras fronteras, a la que hemos visto exponer en salas de Madrid, por citar lo más importante del paisaje artístico nacional– esa iconografía personal que mantiene la pintura de Lita Mora. Una iconografía de símbolos, de un santoral mediato e inmediato, de signos, de particulares lares y penates, los dioses de la casa y los que contribuían a llenar la despensa; una mitología que nuestra artista hace cercana, cotidiana, doméstica, de cada uno. Con ella Lita Mora nos ofrece una posibilidad más en esa pintura moderna que abarca los máximos principios de la representación y que sólo debe mantener intacto un entusiasmo por la creación y por la definición pura de una verdad artística. Ella lo lleva a cabo y empatiza con la mayoría porque su pintura no es elitista; no está realizada para una minoría sino que el gran pueblo ve una obra que, dentro de sus aparentes complejidades conceptuales, se nos aparece inmediata, convincente, sin necesidad de manuales de instrucciones ni prospectos explicativos. La pintura de Lita Mora recrea un universo presentido, que no se ve pero se siente como particulares dogmas de fe. Porque ella, además de este sutil y festivo santoral sin divinidades, de santos sin eternidades ni vírgenes de conciencias impolutas, nos sitúa en un universo de realidades pretéritas; allí donde todo puede ser susceptible de crear cierta curiosidad y definitiva expectación.

En la pintura de Lita Mora todo queda supeditado a un espacio de imágenes que oscilan entre lo real y lo soñado, lo lejano y lo cercano, contrarios; en definitiva, de una misma realidad que ella manifiesta como un cosmos llenos de sutiles astros. También, la artista gaditana ofrece un especialísimo sistema interpretativo que plantea una serie de situaciones, al margen de esa iconografía pesudoreligiosa donde el cielo y la tierra han acortado sus distancias, en los que se plantea distintos elementos de un mundo con los contornos escasamente delimitados y acercadas sus fronteras. Así nos encontramos hasta con platos salidos de una gastronomía bellamente transcrita o unos símbolos de grafías sugerentes y inquietantes formulaciones plásticas.

Lita Mora es una de nuestras más acertadas pintoras. No lo dice el crítico, lo plantea la legión de seguidores de una artista que proyecta su pasión y entusiasmo creativo a un lenguaje al que todos convence. Ella es la autora de una pintura que, hoy, es distinta por clásica y eterna; una pintura que descubre a una artista en posesión de un lenguaje personalísimo que la define como creadora suprema de máxima referencia.

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