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Cultura

Las mujeres reales de Cornelis Zitman

  • Un recorrido temático por la obra del escultor venezolano nacido en Holanda Las visitas guiadas se realizan los miércoles y jueves de forma gratuita

Activas, desafiantes, alejadas de los corsés inmovilistas de los cánones clásicos, las mujeres de Cornelis Zitman son mujeres reales. Que gustan porque se gustan, con los cuerpos, ciertamente, desproporcionados, brazos largos de abrazar y trabajar, caderas anchas para parir y para gozar, espaldas encorvadas de sufrir, de soportar. Las mujeres en bronce y en resina del venezolano nacido en Holanda nos miran de frente y sin complejos y se ofrecen como el mejor espejo en el que mirarnos. Ahí nos esperan, una espera activa, eso sí, en la Casa de Iberoamérica, en la exposición permanente dedicada al veterano escultor (89 años lo contemplan) que cobra una nueva dimensión cuando Marisa Villén, gestora cultural de EnCuadro, hace de cicerone en las visitas guiadas La mujer bajo la mirada de Cornelis Zitman que se celebran, de forma gratuita, los miércoles y jueves.

Con tablet en mano para completar información, para exponer ejemplos, para enriquecer las explicaciones con citas y obras de las más afamadas figuras del arte universal, Villén recibe a los visitantes, una media de ocho o nueve personas al día, con una primera advertencia, "aunque el recorrido hable de una mirada femenina, la participación de los señores es muy importante, nos aportan mucho, sobre todo, los chicos jóvenes que suelen ser muy participativos".

Y es que el recorrido que plantea la guía consigue implicar al observador, no de una forma exigente, molesta; al contrario, busca la complicidad poco a poco, con pequeñas preguntas, apreciaciones, llevando al huerto al participante que, al final del recorrido, ha expuesto al resto del grupo su opinión, ha contradicho o ha apoyado a la anfitriona, ha valorado a su manera la obra y, sobre todo, ha aprendido quiénes fueron y quiénes son las mujeres.

Que Mujer sentada sea el primer acercamiento a la obra de Zitman del itinerario no es un hecho casual. "¿Creen ustedes que la mujer ha trabajado a lo largo de la historia?" Un sí rotundo del grupo da la respuesta a la que sigue otra pregunta: "Entonces, ¿por qué la mayoría de los artistas reproducían a las mujeres sentadas, pasivas, sin hacer nada?". El pequeño ordenador apoya las palabras de Marisa mientras que la Mujer sentada de Zitman nos cuenta algo muy distinto. "Esta mujer está sentada, sí, pero no es pasiva, está reflexionado, es activa. Está sentada pero por la actitud del cuerpo, por la postura, vemos que de un momento a otro se puede levantar y emprender lo que sea si ella quiere".

La cicerone continúa abriendo paso a la mujer universal de Zitman mostrando una isleta central con una serie mujeres erguidas, de la Bañista, a la Caminadora pasando por la Antillana, entre otras. "Son bonitas pero los cuerpos tienen algunas desproporciones", se fija el caballero del grupo. "Exacto y es intencionado, ¿por qué?". Se arrojan teorías sobre los brazos largos, las manos grandes, los vientres apuntados... "Zitman nos quiere mostrar mujeres que han sufrido la vida, que han trabajado, que tienen una actitud... Las libera del canon de belleza clásico, las aleja de idealizaciones...".

Y como para abundar en su teoría, como para certificar la intención del artista, Marisa nos lleva hasta La gran holandesa, algo así como la contestación del escultor a El nacimiento de Venus de Botticelli, a La Afrodita de Milo, a las puñeteras proporciones de Vitruvio. La obra más grande de Zitman en la Casa de Iberoamérica da sensación marmórea, pero está hecha con resina. Es grande, tiene amplias caderas, el pecho caído, el vientre hacia afuera... Y es una verdadera diosa. "Y una diosa que camina, que no espera, está en actitud activa, por eso lleva zapatillas de ballet porque va a caminar, va a bailar".

Y de la diosa, a la seducción. Mujeres como Pícara, una muchacha que "se asoma a la vida", que está "segura de sí misma"; como Carajita, la mujer mayor "que se apoya en sus recuerdos (un baúl) pero que todavía se sabe hermosa (está en tentación); como Lectora con sus pechos al descubierto, tan libre, en una maravilla de escultura, donde la guía nos recuerda que no es hasta la Inglaterra victoriana cuando las mujeres comienzan a poder elegir sus lecturas (bueno, la madre elegía la lectura de la hija...); como Poltrona, donde Marisa recuerda que a la mujer actual aún la ahogan otros yugos como la moda... Mujeres seductoras porque se saben seductoras.

Así las ve Zitman que no se olvida tampoco de las mujeres emigrantes (solas en estaciones o con todo el peso de una familia), de las indígenas, de la madre protectora que presenta a El elegido, de la sabia, mujeres que ya se asoman a ventanas sin rejas, mujeres que parecen en equilibrio, y no, que buscan puntos de apoyo, y no... Mujeres como Luna, la última parada del recorrido, una mujer que se tapa lo que quiere y que enseña lo que quiere. En postura imposible y necesaria. La vida misma.

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