Las imágenes supremas de lo real

Santiago Ydáñez, ante su obra.
Santiago Ydáñez, ante su obra.
Bernardo Palomo

15 de septiembre 2017 - 08:41

La ficha

Santiago Ydáñez. CAC. Málaga.

Santiago Ydáñez es un pintor jiennense, nacido en Puente de Génave, que salió de la Facultad de Bellas Artes de Granada junto a aquellos jóvenes -Domingo Zorrilla, Paco Pomet, José Piñar, Ángeles Agrela, Marisa Mancilla, Paloma Gámez, Carlos Aires, José Miguel Chico López, Miguel Ángel Tornero, Carlos Miranda, Mari Ángeles Rodríguez Doblas...- que formaron las primeras promociones de la Facultad granadina y que muy pronto eclosionaron en grandes artistas para alcanzar los segmentos más importantes del arte que se hacía en nuestro país. Desde un primer momento, Santi Ydáñez se descubrió como un pintor distinto, con un lenguaje personalísimo, que enseñaba una pincelada muy poderosa, patrocinadora de una figuración preclara, llena de gestos plásticos de gran expresionismo y desarrollos de un realismo importante y lleno de energía creativa.

La pintura de este artista destacó muy pronto y estuvo presente en los mejores estamentos del arte español, consiguiendo, en muy poco tiempo, la atención de los mejores coleccionistas y el reconocimiento en los certámenes de mayor trascendencia. Ha sido un artista fundamental en el discurrir de la pintura española de los últimos años y su obra ha ido evolucionando serenamente y sin extremos alocados ni estridentes. Podría decir que su desarrollo ha sido más hacia dentro, hacia un concepto diferente dentro de unos parámetros plásticos que mantienen la potencia pictórica y los gestos apasionados.

No era difícil suponer que Santi Ydáñez recalara en el CAC Málaga en una exposición de gran importancia como la que ha convocado Fernando Francés en los espacios de más enjundia expositiva del antiguo Mercado de Mayoristas malagueño. Una exposición que viene a llevarnos por todos los esquemas de esa pintura apasionante del pintor jiennense.

La primera visión que se encuentra el espectador es una figuración exuberante; el autor ha llevado a la realidad a su máxima potencia expresiva; la figura asume su más contundente expresión y la representación deja ilustrar posiciones abiertas con los modelos magnificando sus relatos y dando suelta a sus registros más gestuales. En la muestra nos encontramos un poco de todo ese patrimonio fundamental de un artista que hace que la pincelada lleve lo real a un estamento de energía, de fortaleza y supremo rigor plástico. La exposición, planteada con los mejores argumentos museográficos y estructurada con máxima exquisitez y rigurosidad, nos conduce por varios de los registros que han hecho fortuna en la carrera artística de un Santiago Ydáñez que ya ha superado con creces la parcela de artista joven emergente para situarse, con toda razón, en uno de los más razonables y ciertos segmentos de la actual pintura española. Así nos encontramos con algunos de esos rostros tan característicos suyos llenos de vehemencia formal, enmascarados en el propio poder estructural de la forma; una serie de animales, perros sobre todo, que redundan en esa pintura visceral tan propia de su figura humana y que acondiciona la realidad en supremos esquemas de expresionismo plástico; una incursión en la Historia del Arte, con variaciones de obras clásicas -Enrique Simonet, Francisco de Goya y Caravaggio - que el artista interpreta suspendiendo el hilo clásico y llevando el modelo por una vía tangente donde se hacen presentes las supremas formas y el particular concepto pictórico de este artista. Además la exposición se compone de algunas obras que plantean ese ideario, de tintes barrocos, de Ydáñez, con imágenes de Vírgenes; además de retratos de toreros, de sensuales desnudos femeninos, de miembros desmembrados y de una galería de asuntos eróticos donde las escenas de explícita zoofilia asumen su determinante relato.

Estamos ante una muestra que nos marca los preclaros caminos de un artista distinto, que interpreta las imágenes de la realidad en un discurso de exuberancia y expresividad para que estas abran nuevas rutas interpretativas y se ajusten a los diversos argumentos que impone una mirada, atónita ante tanta exuberancia creativa.

Santiago Ydáñez, ya en plena joven madurez artística, vuelve a ponernos en sintonía con su convincente lenguaje, ese que interpreta, con esa apasionada voz de registros intransferibles, la verdad de lo que la realidad trasluce.

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