¡Qué grande es ser joven!
Obra: Grease. Autores: Jim Jacobs y Warren Casey. Dirección artística y coreografía: Coco Comín. Intérpretes: Jordi Coll, Edurne, Diana Roig, Albert Martínez, David Moreno, Marta Tomasa, Didac Flores, Esther Peñas, Bernat Mestre, José Antonio Moreno, entre otros. Lugar y día: Gran Teatro Falla, 20 de diciembre
Seguramente los creadores del musical Grease no suponían el filón sentimental que habían abierto con su recreación nostálgica de la vida en una High School estadounidense en los años 50. El cineasta Michael Moore definió una vez el obligado paso de los adolescentes del Tío Sam por el instituto de secundaria como una tortura, pero no hay nada de esto en la obra. Y es que el factor emocional jugó mucho en el éxito de Grease. En los 70, aquellos adolescentes eran ya maduros padres de familia que llenaron durante ocho temporadas el teatro de Broadway donde se representaba buscando claves generacionales. Lo curioso es que no se acabó ahí, sino que sus hijos se engancharon al fenómeno merced a la célebre película de 1978, y a partir de ahí sucesivas promociones siguen arropando al musical, aunque los años 50 cada vez estén más lejos.
Y es que el mensaje de Grease no deja de ser universal. La habilidad del libreto consiste en crear una serie de escenas fácilmente identificables. Más allá de la historieta de amor entre Sandy y Danny, los adolescentes protagonistas parecen vivir en una Arcadia feliz, sin presencia de la autoridad paterna y con sus propias reglas. Sólo aparece algún que otro profesor en escena que al final acaba arrastrado por el mundo de sus alumnos. La obra es como un catálogo de pulsiones adolescentes: las conversaciones nocturnas sobre sexo, el afán de destacar, los mitos -aunque habría que ver si las nuevas promociones captan las referencias a ídolos teenagers tan olvidados hoy como Sandra Dee o Anette Funicello-, los coches tuneados, y sobre todo el ritmo. Da igual que sea con el coche Greased Lightnin, los videojuegos, Sandra Dee o Leonardo Di Caprio. Los mecanismos son los mismos generación tras generación. Incluso con el final, que como suele ocurrir en la vida calma las rebeldías y hace que todos entren por el aro. Así, la identificación con el mundo de Grease es total. Eso se demostró en el primer pase de este montaje en el Falla, con un público de todas las edades que hizo a la entrada una histórica cola. Uno piensa lo que podría haber hecho con este material alguien más malévolo, pero bueno, estamos en Navidad, los mayas se equivocaron y mejor dejarse llevar.
La versión demuestra el buen momento que vive el musical en España, con un reparto más que ajustado, musicalmente impecable y con el ritmo requerido para llevar a cabo esta fantasía adolescente, aunque curiosamente le pasaba lo mismo que la película de Travolta: era más interesante la Rizzo encarnada por Diana Roig que el resto de sus compañeros de reparto. Había ganas, como demuestra la coda final del espectáculo, un popurrí de las conocidísimas canciones que llevan cuatro décadas sonando interpretadas ante un Falla más que entregado. No es una mala forma de empezar la temporada navideña.
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