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Historia

Un diputado doceañista en el Louvre

  • Perfil histórico y político de Evaristo Pérez de Castro, miembro notable de las Cortes y poseedor del supuesto ‘Ecce Homo’ de Caravaggio

  • Goya le realizó un retrato que se expone en París

Retrato de Pérez de Castro pintado por Goya y que está en el Louvre.

Retrato de Pérez de Castro pintado por Goya y que está en el Louvre.

El pasado 24 de abril pudimos leer en Diario de Cádiz dos noticias relativas a la Historia del Arte, que guardaban connotaciones directas o indirectas, según se mire, con Cádiz.

La primera de ellas, siguiendo las investigaciones de la historiadora Guadalupe Carrasco, aludía al comerciante riojano Sebastián Martínez y Pérez, afincado en la ciudad desde los catorce años, quien podría haber poseído una obra, ‘Salvator Mundi’, atribuida a Leonardo da Vinci. La noticia no tiene nada de sorprendente si consideramos la afición que dicho comerciante tuvo por la pintura, llegando a poseer más de setecientas obras valiosas, sin mencionar su esmerada biblioteca, propia del mejor ilustrado de ese siglo XVIII al que perteneció. Entre sus firmas, figuraban artistas como Hogart, Velázquez y Murillo entre otros, siendo de destacar la estancia que durante seis meses pasó Francisco de Goya en Cádiz, acogido en su propio domicilio, y al que le pintó un retrato. Con todo, la atrayente figura de Martínez, obviamente, merecería capítulo aparte.

La segunda, según información recogida por El País, hacía mención a un supuesto ‘caravaggio’ que en su día adquirió Evaristo Pérez de Castro y Colomera, uno de los diputados más notables de las Cortes doceañistas, firmante de la Constitución de 1812 y primer secretario de las mismas nada más inaugurarse éstas el 24 de septiembre de 1810 en la Isla de León. Sin embargo, tal vez sea menos conocido el hecho de que este diputado cuenta con un retrato suyo, también debido al pincel de Goya y realizado entre 1804 y 1808. Se trata de un óleo sobre lienzo de 99 x 68 centímetros que fue adquirido en 1902 por el Museo del Louvre, donde se exhibe en la actualidad, si bien hay quienes no garantizan que se trate de su figura, aunque a pie del cuadro, como indicativa aclaración, aparece su nombre tal cual. Fue también por esos años cuando el pintor aragonés hizo un retrato, aunque otros creen que algún tiempo después, a su joven sobrina María García Pérez de Castro. Conocido como el retrato de Sabas García, se encuentra hoy en la Galería Nacional de Arte de Washington.

Gran aficionado a la pintura, fue en 1823, siendo entonces consejero de Estado, cuando Pérez de Castro hizo en Madrid un intercambio de cuadros con la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Consistía en una permuta de un ‘San Juan Bautista’ de su propiedad, atribuido a Alonso Cano, por un ‘Ecce- Homo’, que entonces no se sabía a ciencia cierta quien podría ser su autor y que en estos días todo apunta a una obra de Caravaggio, tal vez el máximo representante de la pintura barroca italiana, sobre todo en temas religiosos.

Pero, al margen de su vocación por el arte, Pérez de Castro tuvo una destacada participación en la vida pública de su tiempo. Diputado por la provincia de Valladolid, donde nació en 1771, realizó estudios en la Universidad de Alcalá y en 1796 fue nombrado ‘Joven de Lenguas’ en Berlín. Dos años después fue nombrado oficial de la embajada en Viena, pasando el 18 de diciembre de 1800 a Lisboa como secretario y encargado de Negocios de la representación diplomática de España y donde estuvo hasta 1808. Con la invasión la invasión napoleónica, Fernando VII le envió a Madrid en misión secreta ante la Junta de Gobierno, presidida entonces por el general Murat, permaneciendo en la capital hasta el 17 de enero de 1809, de donde escapó hacia Sevilla. Allí, la Junta Central lo destinó de nuevo a Lisboa con la misión principal de aprovechar la predisposición de Portugal a luchar junto con España contra Napoleón y recabar todos los auxilios posibles. También trató de lograr la colaboración mutua para acabar con los privilegios de los que disfrutaban tanto los portugueses como los españoles residentes en ambos países, a fin de eludir el reclutamiento forzoso.

Fue elegido primeramente diputado suplente en Cádiz el 21 de septiembre de 1810 por la provincia de Valladolid y el 1 de agosto de 1813, diputado propietario por el partido de León. Marcadamente liberal, se mostró partidario del poder moderador de la institución monárquica como instrumento para “atemperar la revolución y las facciones que surgen en todas las asambleas parlamentaria”. Propuso, asimismo, levantar, bajo el nombre de Ejército Patriótico, una fuerza de 125 000 soldados y dotarlo con la cantidad de 60 millones de reales. Intervino a favor del decreto sobre la libertad de imprenta y formó parte de la comisión de trece diputados, creada para elaborar el Proyecto de Constitución. Tras la lectura de Agustín de Argüelles del largo y erudito discurso preliminar, leyó dicho proyecto que, entonces, comprendía las dos primeras partes de la misma. Muy implicado en los debates parlamentarios, acusó a las Cortes de perder demasiado el tiempo ocupándose “en pequeñeces, bagatelas y mucha profusión de proposiciones”.

En las distintas comisiones a la que perteneció, trató de uniformar todas las monedas de España, abogando, de paso, por un sistema que aceptara la igualdad de representación entre peninsulares y americanos y que fueran estos mismos diputados quienes, con el permiso de las Cortes, informaran a sus territorios de la situación real peninsular. Por su parte, José García de León y Pizarro, ministro de Estado en 1812, achaca a las turbias maniobras de Pérez de Castro el que no saliera elegido diputado por Madrid en 1810, describiéndolo en sus Memorias como un individuo poco de fiar, que, “con su natural frivolidad estaba demasiado ocupado en sus intrigas, adulaciones y farándulas para pensar siquiera en el bien público”.Tras la represión absolutista de 1814 se le nombró encargado de Negocios en Viena, pasando, poco tiempo después, a formar parte del Congreso que se celebró en dicha ciudad como ayudante del embajador Fernán Núñez. Publicó en Madrid, bajo pseudónimo, Una conspiración de Godoy con la Reina María Luisa y, en 1817, se le nombró ministro residente en las ciudades hanseáticas con sede en Hamburgo. Durante el Trienio Liberal fue ministro de Asuntos Exteriores y consejero, si bien fue evolucionando hacia posturas cada vez más moderadas. Muerto Fernando VII, desempeñó la Presidencia del Consejo de Ministros (1840) y, al cesar, se estableció en Francia, muriendo el 28 de noviembre de 1849.

Evaristo Pérez de Castro fue lo que hoy llamaríamos un hombre de Estado por los diferentes gobiernos a los que sirvió, bien en las distintas y delicadas misiones diplomáticas en que participó, bien desde el punto de vista político como gobernante. En 2012 el Ayuntamiento de Cádiz le dedicó una placa en el domicilio que habitó (calle Sacramento) durante su estancia en la ciudad los años de las Cortes.

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