Un cuarto de siglo del nuevo Falla
Hoy se cumplen 25 años de la reapertura del Gran Teatro Falla, después de una profunda y respetuosa restauración que duró cuatro años y que costó 500 millones de pesetas
Después de cuatro años de obras y una inversión de 500 millones de pesetas (tres millones de los euros actuales), los gaditanos recuperaron hace 25 años tal día como hoy la mejor versión de su primer coliseo. El Gran Teatro Falla reabrió sus puertas un 8 de octubre de 1990 tras ser sometido a una profunda, brillante y respetuosa rehabilitación que acabó con el desvencijado teatro, añejo y con sabor pero que reclamaba a gritos una actuación integral que recuperara su estructura y que, a la vez, modernizara las instalaciones para hacer frente a una novedosa etapa de programaciones.
Y es que el Falla casi se había convertido en una sala de cine más de la ciudad. Las estampas de la época dejan constancia de ello con aquel rótulo rojo que presidía su fachada y en la que se leía el nombre de la película que se proyectaba y, a modo de advertencia entonces obligatoria, los rombos que le correspondían. También se programaba teatro y otras artes escénicas, pero de una manera anárquica y con enormes carencias.
De hecho, aquel 8 de octubre de hace 25 años supuso el regreso al remozado escenario del Falla de una orquesta sinfónica, la Nacional de España, después de que los gaditanos llevaran casi veinte años sin disfrutar de una gran formación de estas características. Y sonó de nuevo la música de Falla en su coliseo, con El amor brujo, Noche en los jardines de España y El sombrero de tres picos. La reina Sofía y los altos cargos de los gobiernos central y autonómico presidieron aquel solemne acto que fue el preludio de una brillante programación de reapertura que se prolongó durante varios días.
Pero no fue, desde luego, el concierto que se propuso desde Cádiz, desde el Ayuntamiento, tal y como recordaba hace cinco años en este periódico la concejala de Cultura de aquella época, la socialista Josefina Junquera: junto a la Orquesta Nacional de España se solicitó al Ministerio la presencia del pianista Jacinto Matute y de artistas gaditanos de la talla de Rocío Jurado, Paco de Lucía, Manolo Sanlúcar y Camarón de la Isla. El caché del lujoso cartel se acercaba a los 30 millones de pesetas y la solicitud regresó de Madrid con el sello de denegado.
El éxito del concierto y de aquella primera programación fue parejo a las felicitaciones que recibieron los arquitectos que proyectaron la rehabilitación, Rafael Otero y José Antonio Carbajal. Sólo con el tiempo se echó de menos la climatización del teatro, que estaba proyectada pero que no sobrevivió a lo que hubiera supuesto un sobrecoste presupuestario.
Aunque la fiesta no fue total a causa de las críticas que recibió el Ayuntamiento por embellecer la fachada de la Casa de las Viudas justo antes de la reinauguración, cuando el edificio de la plaza Fragela clamaba desde hacía tiempo por un buen lavado de cara, y por las enérgicas palabras de Luis Antonio García Navarro, director de la orquesta, y de Joaquín Soriano, pianista solista en aquel concierto, protestando por la mala calidad del piano que sonó esa noche en el Falla.
Pero, sin duda, la gran polémica se vivió en la ciudad durante las semanas previas a la reapertura del teatro, cuando desde el Ayuntamiento se propuso que el Falla no acogiera en su totalidad el concurso de agrupaciones carnavalescas, sino sólo la final. Josefina Junquera, que se llevó una buena ristra de coplas nada laudatorias por aquella declaración de intenciones, explica siempre que aquello no se entendió bien y que lo que se pretendía era dejar el Falla como un premio para las mejores agrupaciones.
Fue un intento, fallido, de elevar el nivel artístico del teatro también en carnaval, ya que la intención era subir considerablemente la calidad de la programación anual. Ésta es, de hecho, una de las grandes incógnitas del nuevo equipo municipal de Cultura: saber cómo hará frente a una programación que en los últimos años ha caído en parte en un bucle de artistas y espectáculos repetidos. Una programación, además, condicionada por la celebración durante un mes del concurso de carnaval o por festivales como el FIT, los dos de música, el municipal y el de la Junta, y Cádiz en Danza.
El Falla, sin embargo, tiene su público, que responde generalmente bien a la mayoría de espectáculos que se programan, aunque se echa de menos que el teatro apueste por ofrecer algún que otro estreno absoluto, lo que daría caché y valor al coliseo gaditano. Pero eso no es sencillo.
Hace cinco años el Falla cumplió su primer centenario. Aquella efeméride se acompañó de una programación especial y de un excelente proyecto de visitas guiadas con la exposición Cien años en cartel que, sin embargo, no tuvo su esperada continuidad. El equipo municipal de entonces trató de adjudicar la explotación del servicio a una empresa, pero no se encontró postor. Aquellas visitas, realizadas por técnicos de la Fundación Municipal de Cultura y gratuitas, fueron magníficas. Permitían conocer a fondo toda la infraestructura del teatro, incluido el impresionante contrafoso situado bajo el escenario, y acercarse también a su historia a través de un audiovisual que se proyectaba en un espacio escondido sobre el techo del Gran Teatro.
Recuperar esas visitas es, sin duda, una labor pendiente. Como también lo sería recuperar el espíritu de aquel concierto de reinauguración en el que la música de Falla sonó como nunca. Y eso se echa de menos, que anualmente, como la de Strauss en Viena, la música de Falla suene cada año en su teatro para que los gaditanos no tengan que ir a escucharla a una fuente en San Juan de Dios.
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