Alejandro Luque | Coordinador de la 37 Feria del Libro de Cádiz

“No me he guardado nada; he hecho esta Feria como si fuera la última”

  • El máximo responsable hace un balance positivo de la Feria del Libro que concluyó ayer en el Baluarte de la Candelaria, con buenos datos de asistencia y de ventas entre los participantes

Alejandro Luque, coordinador de la 37 edición de la Feria del Libro de Cádiz.

Alejandro Luque, coordinador de la 37 edición de la Feria del Libro de Cádiz. / Julio González

Cádiz ha vivido en la última semana una intensa Feria del Libro, una 37 edición de la que su coordinador, Alejandro Luque, se muestra más que satisfecho después de comprobar que la programación diseñada para la Feria y sus actividades paralelas han logrado el respaldo de los gaditanos con una excelente asistencia al Baluarte de la Candelaria. Luque, que también coordinará la de 2023, estima que ha sido una Feria “viva” y con “calidad”.

–¿Qué balance general hace de esta 37 edición de la Feria del Libro de Cádiz?

–Creo que es un balance más que positivo, sobre todo por lo que supone la respuesta de la gente que ha sido masiva dentro de los parámetros que es el mundo del libro. No hemos bajado ningún día de los 1.500 visitantes. Hay satisfacción general en cuanto a ventas, por los sondeos que me han dado son varias las casamatas que han duplicado las ventas sobre ediciones anteriores. Y por parte de los autores que han venido, casi de forma unánime se han marchado de Cádiz diciendo que quieren volver y que se han sentido espléndidamente entre los lectores gaditanos. Más contentos en ese sentido no podemos estar. La apuesta era fuerte, nunca las tiene uno consigo porque la respuesta de la gente es imprevisible, casi tanto como el tiempo, pero haber tenido una semana de levante con todo lo adverso que puede ser... Pero estas son variables que se nos escapan de las manos. El equipo de la Feria estaba convencido de que la programación era sólida y tenía interés.

–¿Lo proyectado en el papel ha tenido reflejo en la realidad?

–Sí, sí, el papel... Bueno, yo llevo cuatro meses soñando con ese planillo que me sé de memoria... La idea era que, como la Feria no tiene posibilidad de demasiado crecimiento físico, tenía que crecer en ambición, variedad y ocupación, en aprovechamiento del espacio.

Hay un concepto de Feria que apuesta solo por las grandes figuras y se lo juega todo a ellas. Nosotros queríamos pensar que la Feria lo que tenía que ser es un organismo vivo todo el tiempo y que todos los espacios aportaran y conjugaran ese carácter de punto de encuentro y que no necesariamente todos fueran masivos. Que al mismo tiempo estuviera funcionando un Maxim Huerta o un Blue Jeans y que hubiera otras propuestas que atraen a otro tipo de gente, que fueran más integradoras. Recordarle a la ciudadanía que esto va con ellos, que aquí hay siempre algo que les interesa.

–El abanico ha sido amplio y cuando se apuesta por más de 70 autores hay actos que tienen que coincidir en el tiempo. ¿Cómo se ha llevado esta circunstancia?

–Como pasa siempre en una feria del libro, intentado equilibrar en la medida de lo posible todo lo comercial y lo más culto; la cultura popular y la más erudita; los niños y jóvenes y los adultos. Tocar todas esas teclas y que en la balanza estuviera todo combinado.

Y como dijimos en la inauguración: estando seguros de que todo lo que venía era bueno; a algunos gustará más; a otros, menos, pero que todo fuera calidad, que no hubiera grasa, que todo fuera fibra, porque es fácil ceder a la tentación de rellenar. Y una programación no es una cajonera que tienes que llenar, una programación tiene que tener un sentido, y creo que lo hemos conseguido, unas líneas que dialoguen entre ellas, y que funcione ese diálogo. Y, como te digo, la calidad: como programador puedo que decir que he leído no todos los libros que se presentan, pero sí todos los autores que han venido, y sabíamos que le estábamos dando a la ciudadanía calidad. Aquí no había nada malo. Como mínimo, quien haya venido se ha encontrado algo serio, algo profesional, algo sólido y nada de relleno.

–Puede que incluso haya gente que ha descubierto cosas nuevas en esta Feria del Libro.

–Claro, eso es fundamental. Por una parte, traes autores a los que la gente viene a ver a tiro hecho, a su autor preferido, pero creo que también la Feria tiene que ser un sitio donde la ciudadanía vea que aunque no conozca a los autores, le pueden interesar. Esa es una línea en la que hay que seguir trabajando, que la gente pueda sorprenderse.

–¿Cómo ha funcionado la apertura matinal?

–Bien. Ha sido una apuesta con la que había muchas dudas, pero para mí es fundamental que una Feria del Libro que quiere ser viva no abra solo tres horas. Asumimos que la actividad por la mañana no iba a ser tan fuerte que como por la tarde, pero por eso reforzamos el programa con las rutas matinales y con actividades infantiles. Ha sido una manera de mantener abiertas las puertas de par en par. Sabemos que la playa tira mucho, pero tenemos al lado un paseo como el de la Alameda que tira también mucho, incluso con turistas que pasan por aquí. Es ilógico que se encuentren una verja cerrada. Hay que gente que ha pasado por la mañana de casualidad, ha visto el programa y ha comprobado que hay cosas que le interesaban. La Feria tiene que publicitarse a sí misma de alguna manera.

–Siempre se ha dicho que el Baluarte es un lugar al que hay que venir, que generalmente no pilla de paso.

–Eso es algo que está muy metido en la mentalidad del gaditano, pero creo que es una resistencia psicológica. A mí me lo ha dicho mucha gente estos días, que esto está apartado. El Baluarte está en el centro de Cádiz, caminando a cinco minutos de cualquier sitio, hay parada de autobús... Hay que reconocer que hay una resistencia mental, una barrera mental. Tenemos un paseo al lado que es una maravilla. Tenemos que trabajar también para vencer esos prejuicios, para demostrar que esto no está lejos. En Cádiz nada está lejos. Sé que es difícil, que no vamos a hacer milagros ni a revolucionar el mundo, pero sí que poco a poco podemos ir venciendo prejuicios para recordar a la gente que quizás lo que tienen tan metido en la cabeza no sea así.

–Las rutas han sido también como un experimento en ese sentido porque casi todas han pasado por aquí.

–Todas desembocan aquí, menos la de la maqueta, que empezó aquí. Algunas rutas han funcionado mejor que otras, pero tengo claro que estas cosas hay que hacerlas sin tener en cuenta la contabilidad, sin buscar un resultadismo. En el futuro, intentaremos ir comunicando mejor esta actividad. Nunca hay que dejar de hacer las cosas dependiendo de la respuesta del público, sobre todo si tú crees en ella realmente.

Alejandro Luque, fotografiado en el Baluarte de la Candelaria. Alejandro Luque, fotografiado en el Baluarte de la Candelaria.

Alejandro Luque, fotografiado en el Baluarte de la Candelaria. / Julio González

–¿Cómo ha estado el papel de las librerías, la parte más crematística de una Feria? ¿Se buscará traer más en otros años?

–A ver, de crecimiento numérico el espacio no permite crecer mucho más en libreros y editores. Este año hemos decidido, como experiencia piloto, abrir una sala un día a editoriales independientes, para que tengan también un espacio para crear movimiento y darse a conocer. En cuanto al tema de ventas, en la primera reunión les dije que era una prioridad que les salieran los números, que las cuentas le salieran porque este sector, como he dicho muchas veces, ha estado muy castigado en los últimos años, viene una crisis inevitable, que será mayor o menor de lo que dicen los gurús económicos, pero que viene seguro. Para mí era muy importante que la gente que hace el esfuerzo de venir aquí saliera contenta. También les dije que esto no era solo un evento comercial, que es un error pensar que una feria es el sitio donde se venden libros, donde se hace caja; la caja hay que hacerla pero es también el escaparate que les permite salir de su tienda y abrirse a otros públicos y conocer otros editores. Creo que el éxito de la feria no sólo se puede medir en eso. A pesar de que este año nos han acompañado las ventas, me niego a medir el éxito solo en términos de venta, sino también en todo lo que genera una feria. También les comenté, en cuanto a la programación, que iba a haber apuestas comerciales pero también otras cosas, y que la apuesta iba a ser literaria. Aunque vinieran apuestas mediáticas, figuras populares fuera de la literatura, nosotros tenemos una deuda con la literatura, que es la que nos ha salvado en estos dos últimos años de volvernos locos, y esa deuda había que pagarla en la feria.

En una de las reuniones que tuvimos, un librero me dijo que Cádiz es una de las ciudades que menos lee de Europa; y le respondí que si me pusiera a trabajar en una Feria del Libro teniendo eso presente, no habría ni empezado. Prefiero que piensen que soy un ingenuo, incluso presumo de serlo, a ser un resignado, cubrir el expediente y que los que me pagan estén más o menos contentos y ya está...

–¿Qué ha dejado para el próximo año?

–(Ríe) La situación requería ir con todo, porque la situación es grave. El hecho de que haya mucha gente aquí puede ser un espejismo, y había que ir con todo. Y también por otra cosa que tiene que ver con Cádiz: ese derrotismo que suele estar por todos lados... Y en la medida de nuestras posibilidades nos propusimos derrotar el derrotismo o, por lo menos, combatirlo. Si se puede derrotar, mejor. Creo que estos días se ha derrotado, eso de que la gente en Cádiz no lee, que los jóvenes no leen... El lunes estaba esto hirviendo de chavales, me fui a las doce de la noche y muchos, que habían venido a la Feria del Libro, seguían bailando.

No se trata de hacerle un pulso a nadie ni de discutir por discutir, sino de decir que quizás tenemos que ir aparcando ya el derrotismo, y creérnoslo un poco. Yo quería que la Feria se lo creyera. Así se lo dije también a libreros y editores. Luego, pasará lo que tenga que pasar, que hay un temporal, que llueve... Pero no podemos ponernos a trabajar en una feria del libro pensando que no le interesa a nadie, que no tiene apoyos, tenemos que poner de nuestra parte. Además, creo que la mayoría de la gente piensa así, que los derrotistas, en todos los ámbitos, hacen mucho ruido pero ocupan menos espacio del que se piensa. La gente que piensa en positivo se toma menos la molestia de decirlo, mientras que el derrotista es más insistente.

–Es derrotista y cargante.

–(Ríe) Eso, sí. Creo que el derrotista es muy activo, incansable, infatigable, mientras que la persona que trabaja en positivo por esta ciudad, y hay mucha gente, es más retraída porque parece que el derrotismo tiene más prestigio que el optimismo. Se ha visto que en redes hay mucha gente que se ha alegrado de ver una feria del libro que ha atraído, que ha funcionado, con gente, viva.

Aunque quiero dejar claro que esto no solo se ha conseguido este año. Hemos celebrado la 37 edición porque antes ha habido 36 con gente trabajando, con muchas heroicidades; este es el resultado de 37 años. Pero si consiguiéramos seguir avanzando, dar pasos más grandes hacia eso, sería una maravilla.

–Usted tiene aún un año más al menos al frente de la coordinación.

–Yo no me he guardado nada, he hecho esta Feria como si fuera la última. Simplemente, confío en que el año que viene, con un año de trabajo por delante y con más tiempo y más sosiego, porque todo esto se ha montado en cuatro meses, podamos seguir aprendiendo de lo que se ha hecho bien en ésta, mejorando las cosas que hayan ido mal e innovando en la medida de lo posible. También tenemos una cierta vocación experimental de no estancarnos, vamos a seguir probando; si algo no funciona, no pasa nada, quitarnos un poco la presión de que todo tiene que funcionar al máximo. Sí confirmo que la línea de exigencia va a ser la misma, y que si este primer año hemos puesto alto el listón, es para superarlo.

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