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eloy tizón. escritor

"Trabajar con la luz también implica asomarse al precipicio"

  • El autor presenta esta tarde en la Fundación Carlos Edmundo de Ory su último libro de relatos, 'Técnicas de iluminación' (Páginas de Espuma)

-No sé si 'Técnicas de iluminación' desarrolla, más bien "técnicas de temblor". Propone situaciones y ambientes liminales, a punto de quebrarse. Todo a punto de hacer crack.

-Gracias, me gusta mucho esa expresión, "técnicas de temblor"; la asumo como propia. Esas situaciones algo límites y enrarecidas, en efecto, en las que todo está a punto de convertirse en otra cosa, la inminencia de que ocurra algo, me parecen especialmente apropiadas como punto de partida para narrar una historia. Al principio nos instalamos en un mundo que creeemos conocer, pero en el que, poco a poco, va filtrándose la extrañeza, una atmósfera un tanto febril u onírica, que termina adueñándose del relato y depositando al lector en un territorio desconocido y ambiguo. El cuento mismo, mientras lo escribo, siempre está a punto de naufragar.

-Son historias que parecen tomar, por eso mismo, el pulso actual, del ahora.

-Aunque el libro no tiene una voluntad testimonial ni pretende ser un calco sociológico del presente -son relatos, en mi opinión, bastante atemporales-, sí es cierto que ahonda en algunas inquietudes que considero muy contemporáneas, sobre todo en lo que se refiere al sentimiento de estar "fuera de lugar", sin asideros (ni laborales, ni sentimentales, ni económicos, ni de ningún otro tipo), que muchos compartimos. Son relatos de intemperie. Creo que eso ha contribuido a que el libro conecte con un número creciente de lectores, que se reconocen en sus páginas.

-Uno de esas cosas que parecen hacer crack más a menudo, en el libro, son las parejas.

-Claro. Cada pareja es todo un mundo y un observatorio perfecto para contemplar las tensiones, pactos y límites que existen en cualquier relación humana, pero que en la pareja quizá se den de modo más químicamente puro, para bien y para mal. Por supuesto, una pareja con problemas siempre será más "literaria" que otra en la que todo sea armonía (si es que eso existe, que no lo sé, aunque tiendo a pensar que no).

-Una de las luchas más evidentes, y en progresión geométrica, del hombre moderno es su afán por controlar lo que le rodea cuando precisamente, todo es un caos. Pero nos encanta engañarnos.

-Pues sí, todos nos mentimos -yo el primero- pretendiendo que controlamos, que dominamos la situación, que no estamos perdidos. Para qué engañarnos: lo estamos. Y cuanto antes lo reconozcamos, mejor. En ese sentido, la mayoría de nuestras biografías son "relatos sobre la falta de sustancia", si se me permite emplear la afortunada expresión que titula el libro de cuentos de Álvaro Pombo, que admiro mucho y cuya lectura recomiendo.

-Apunta en 'Los horarios cambiados' que "escribir es lo contrario del hogar", lo contrario de estar cómodo. ¿Por qué ese empeño, entonces, en insistir en ello?

-No por masoquismo, espero, sino porque la comodidad excesiva puede conducir al conformismo, a una cierta anestesia. La literatura, el arte en general, sirve para sacudirnos la modorra y despertarnos. El arte nos devuelve la conciencia de estar vivos. Nos vuelve más sensibles y alerta nuestra mirada. Por eso mismo puede ser una conciencia dolorosa, pero mejor eso que hibernar rodeados de pantallitas, ¿no?

-Su escritura va más allá de la pura mecánica del "contar", con un resultado que viene a ser igual de intenso. El Ctrl+Alt+Supr emociona en el lector es, como dijéramos, el mismo. Son historias que son impresiones que son fogonazos. Y en el formato ocurre lo mismo: en mitad del monólogo interior, del discurso sin filtro, salta la lírica. El territorio bastardo es fértil.

-En efecto, lo ha expresado muy bien: la mezcla de tonos es esencial para mí. Planteo mis narraciones como algo más que "contar una historia", lo que me parece insuficiente y simplista. Escribo como quien confecciona un collage: fragmentos de felicidad, fragmentos de dolor, una pincelada humorística aquí, una textura lírica allá. Mi tarea consiste en mezclar varios tonos y procurar mantener el equilibrio. Que ninguno de ellos domine claramente sobre los otros, de modo que el poso final sea de intensidad, de vértigo.

-El cuento es un género que parece estar siempre en necesidad de vindicarse. O al menos, es así en España. ¿Tiene esto presente a la hora de escribir? "Voy a hacer algo que no necesite justificarse".

-Eso quisiera, no tener que dar explicaciones ni pedir disculpas por frecuentar un género u otro. Resulta bastante agotador. El hecho de que el libro esté siendo tan bien acogido, y que hasta ahora nadie me haya preguntado "¿para cuándo una novela?", me hace albergar cierta esperanza. A lo mejor los tiempos definitivamente han cambiado, quién sabe, y todos admitimos ya, por fin, de una vez, como ocurre en la mayoría de culturas avanzadas, que el cuento es un género mayor y que se basta así mismo. Ya va siendo hora.

-Con el relato, sobre todo relatos como estos, uno recuerda aquello que dicen los arquitectos: que trabajan con la luz -con lo que no hay, con lo que hay flotando, con lo que se presiente-.

-Ojalá sea así. Siempre he admirado mucho la arquitectura y a los arquitectos, que me parece una profesión fascinante. Hay determinados espacios tan sugerentes, tan cargados de connotaciones sutiles, de los que parece brotar casi sola alguna historia. Claro que trabajar con la luz también implica asomarse a los precicipios. No se puede hablar de la luminosidad sin referirse a la vez a la sombra. De ese diálogo (o lucha, depende) entre una y otra, saltan las chispas que encienden y apagan los relatos.

-¿Ha tenido la tentación de continuar alguna de las historias? 'Ciudad dormitorio', por ejemplo, parece que llama a eso: no tanto por la intriga, como por lo evocador del escenario.

-Que el relato deje con ganas de más lo considero algo bueno. En principo, planteo las historias como entes aislados, sin continuidad narrativa, pero nunca se sabe. Si en algún momento sintiese la necesidad de revisitar algún escenario o personaje, por supuesto que lo haría. Siempre puede haber vasos comunicantes entre unos relatos y otros. Con lo que sí fantaseo a veces es con la idea de que algunas de mis historias hablan de los mismos personajes (aunque lleven otros nombres) en momentos vitales distintos. Así, se me ocurre que la pareja de recién casados de Alrededor de la boda podría ser la misma que luego se divorcia en Manchas solares, vista unos años más tarde.

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