Concert Music Festival · Sancti Petri

Rosas y princesas

  • Un David Bisbal entregado repasa lo mejor de su carrera en el Concert Music Festival

David Bisbal

David Bisbal / Sonia Ramos

Como una princesa en un cuento hecho realidad debió de sentirse Nicole, una de los más de 4.000 asistentes que disfrutaron el concierto que David Bisbal ofreció el sábado en Sancti Petri. Llegó con una misión personal, entregarle un ramo de rosas a su ídolo de toda la vida dentro del Concert Music Festival. Una arduo objetivo, un signo de admiración incondicional de la fan hacia el artista sin más deseo que el de experimentar de cerca todo lo que durante 16 años, cuando Bisbal editara su primer trabajo, ha dejado florecer por dentro a través de su música.

Lo consiguió Nicole. El cantante almeriense agarró el ramo y lo mostró con cariño minutos antes de entonar la emotiva Dígale, de sus éxitos primeros y "mi canción preferida", contaba la privilegiada seguidora. Porque Bisbal guarda una canción para cada una de sus rosas, las que han crecido admirándole "como artista y como persona" desde los tiempos de Operación Triunfo, en los que aún era una estrella sin pulir aunque ya brillando como lo hace hoy, como la gran figura en que se ha convertido a base de conectar historias que terminan siendo la suya propia. El ansia por sentir y hacer sentir, el descubrirse en todo el esplendor del crecimiento, en este caso escénico.

A ellos y a ellas, sobre todo a ellas, a las princesas protagonistas del cuento más real de todos, el de la vida, dedicó más de dos horas de espectáculo repleto de emoción, luces, mucho meneo de cadera y la euforia colectiva que genera la experiencia de pasarlo en grande en una noche de verano gaditana, regada de música y entretenimiento.

Recordó Bisbal en Mi princesa a la suya particular, su pequeña, en el pasaje más íntimo de la velada. Un tema que compartió emociones a la par con Quiero perderme en tu cuerpo, Esta ausencia, Amar es lo que quiero y Me derrumbo. Supuso esa "bella compilación de temas", como los presentó el cantante, un constante cortejo hacia su público. David Bisbal suda toda la energía de la que la música le ha dotado y mira, guiña y sonríe a un público tan entregado como él en Cádiz. "Es un honor estar en esta tierra donde todo el mundo canta bien y en este concierto que es el primero después de mi boda", afirmaba emocionado.

Las voces de la tierra y de los Hijos del mar -su último disco- entonando al unísono los grandes éxitos de este andaluz de pro demuestran por qué Bisbal se rodea de una banda de siete músicos pero no necesita coristas. Su público le ayuda a afrontar el reto con enorme deleite y resultado exitoso. Y no será por la falta de cualidades vocales del almeriense, todo un príncipe sin capa pero con toneladas de adrenalina bajo la chaqueta, roja o azul eléctrico según la ocasión. Un galán del sur que hace del sur la bandera que mostrar al mundo y que enrollarse a su incasable anatomía de estrella internacional del pop. Para muestra, la germinación en su garganta de dos himnos de raíz: Al Andalus y Torre de Babel. "Ojalá no amanezca nunca y me quede aquí para siempre", se confesaba Bisbal ante las almas cantoras y bailonas de Sancti Petri y de otros muchos puntos de Andalucía.

Para terminar de regar las rosas de ese jardín del que ya no se podía salir sin una gran sonrisa, la traca final, melodías de una intensidad contagiosa y en formato electrónico. Sancti Petri se volvió, de repente, una macro discoteca donde empezaron a caer como flores del cielo las canciones por las que, admitámoslo, siempre será recordado el artista. En un conteo regresivo de éxitos, de lo último a lo añejo, se bailaron sin descanso su más reciente sencillo, ese dueto con el colombiano Sebastián Yatra titulado A partir de hoy, pero también Bulería, Esclavo de sus besos, Ave María y Oye el boom. "¡Qué fin de fiesta!", exclamaban desde las butacas algunas entusiasmadas seguidoras justo después de que el escenario se tragara a la savia de todas las rosas. Un cierre de cuento para un espectáculo tan grande como real.

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