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Cultura

Rafael Casado indaga en el arte de hacer visible lo invisible

  • El artista expone, hasta el próximo 14 de diciembre y en la sala del Colegio de Arquitectos, la serie 'Armonías viajeras'

Rafael Casado cita a Alvar Aalto como introducción a sus Armonías viajeras, la colección de piezas que el artista expone desde ayer en las salas del Colegio de Arquitectos. "Aalto decía que hay que creer en los sueños, y que el arte no es otra cosa que hacer visible lo invisible", comenta. Y algo así es lo que ha pretendido en la exposición que presenta en el COA hasta el 14 de diciembre: una selección de los trabajos que ha realizado durante los últimos cuatro años. En total, diecisiete piezas -catorce cuadros, entre óleos y acuarelas, y tres esculturas en acero inoxidable- que juegan con los conceptos de forma y abstracción, de lo que se intuye, lo que te pulsiona más allá de cualquier etiquetaje.

"El concepto de realidad -explica Rafael Casado- tiene una doble lectura, involuntaria en parte: lo real como lo visible y lo irreal como aquello que hace posible lo visible. Lo que vemos no es más que un espejo de lo que llevamos dentro. En este sentido, crear es en gran medida plasmar lo que sucede de dentro hacia afuera. Por eso en gran parte, la estética no es estática, sino algo que invita a la participación, a completar".

"También Chillida decía -apunta- que uno hace lo que es, que hay cosas que no se pueden describir".

Rafael Casado Cerezo (Jerez, 1968), director de enseñanzas artísticas en el Estudio Bahía Blanca de Cádiz y el Estudio Crevillet de El Puerto, comenta que un error común entre aquellos que pretenden acercarse al arte abstracto es hacerlo tratando de desencriptar: "No hay que buscar entender -indica-. Yo no te tengo que entender: te veo y te asumo, mido lo que me transmites, me gustas o no. Con este tipo de arte es igual".

Armonías viajeras se concibe como un homenaje al poeta José Hierro, en un año en el que se cumple el décimo aniversario de su fallecimiento. Algunos de sus versos le dan nombre, incluso, a piezas de la exposición: "A lo largo de mi vida, siempre he tenido la sensación de que cuando pintaba estaba trabajando sobre algo que había visto, que había experimentado, que había leído -indica Casado-. Así, poco a poco, sin que te des cuenta, vas formando una línea de creación, hasta tal punto que en un momento determinado puedes descubrir que estás creando imágenes sobre palabras que remiten a poemas de José Hierro o de Antonio Machado".

Frente a la colección de lienzos, en los que el proceso creativo -afirma Casado- es muy parecido a un juego "mucho más libre", en la serie de acuarelas la elaboración es mucho "más íntima: el formato más pequeño hace que el ejercicio de control sea mucho mayor, está mucho más contenido". En contraste a estas piezas, las esculturas seleccionadas para Armonías viajeras "no establecen una retórica a través de la forma: los cuerpos aparecen en oposición al mundo complejo".

Todo ellos, buscando una armonía final que incluye la composición de las obras, su distribución y textura cromática.

"Chillida aseguraba que nunca había que perder de vista la medida del horizonte -comenta Rafael Casado-. Y la medida del horizonte es, aproximadamente, 160 centímetros: la altura media de los ojos. Yo he querido trabajar aquí bajo esa clave, la clave del horizonte".

Tras años de creación en el campo de la plástica -Rafael Casado lleva exponiendo de manera habitual desde 1996-, el artista subraya que para él lo importante viene a ser el proceso hacia la obra, el viaje mismo hasta el resultado: "En clases de composición -indica-, trato de transmitirles a los alumnos que pintar un cuadro no es el objetivo, sino vivirlo".

"Cada día ponemos en la obra más dudas que certezas -reflexiona, en palabras de Antonio López-. Pero esa tensión es precisamente lo que nos mantiene vivos, la misma búsqueda".

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