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Crítica del concierto de la Orquesta Barroca de Sevilla en el XVI Festival de Música Española de Cádiz

Barroco napolitano, al este del meridiano de Cádiz

Un momento del concierto de los Solistas de la Orquesta Barroca de Sevilla la noche del viernes.

Un momento del concierto de los Solistas de la Orquesta Barroca de Sevilla la noche del viernes. / Lourdes de Vicente

La Orquesta Barroca de Sevilla, es hoy por hoy, uno de los principales referentes españoles de la música barroca. Se tiene ganado con creces el prestigio, tras más de 20 años de existencia y 13 discos grabados. La formación sevillana, asidua de Cádiz y del Festival de Música Española de Cádiz, presentó un concierto preparado especialmente para la ocasión, con el título de A Oriente del meridiano cero, a petición expresa del director del FMEC Manuel Ferrán.

Bajo la fórmula de septeto de cámara: dos violines, viola, violoncello, contrabajo, clave y tiorba, la OBS estuvo acompañada de Alberto Domínguez Gálvez, como solista de flauta dulce. La dirección recayó en el concertino-director invitado, Hiro Kurosaki, austríaco de origen japonés, y que coincide plenamente con la Orquesta Barroca de Sevilla, en la pasión por la interpretación historicista de la música.

Aunque en el siglo XVIII, más España había a occidente del meridiano de Cádiz, que hacia el oriente del mismo, debido a la colonia Hispanoamericana, sin embargo, muchas de las modas que entraban en la España del siglo de las luces, venían del oriente de ese meridiano. En concreto de Italia y de una ciudad estrechamente vinculada a la Corona española, como lo fue Nápoles.

El concierto del viernes 30 nos trajo la música instrumental de cuatro compositores napolitanos, bien de nacimiento o bien de adopción, que vivieron durante el XVIII, y que tuvieron mucha influencia, sobre todo, en la ópera y en la enseñanza musical de la época. Sus músicas son hoy día consideradas como música infrecuente en los teatros y circuitos musicales, pero no por ello dejan de ser obras de extraordinaria belleza y calidad musical. Es de agradecer la oportunidad que nos brinda la Orquesta Barroca de Sevilla, de escuchar en sus conciertos estas verdaderas joyas musicales del XVIII, que muchas veces responden al esfuerzo investigador y de recuperación de patrimonio musical.

Para mi gusto, lo mejor de la noche fue la Sinfonía séptima en Sol menor de Alessandro Scarlatti. Se trata de una sinfonía di concerto grosso, donde Scarlatti demuestra un dominio exquisito de la técnica contrapuntística, en cuatro movimientos, que da la oportunidad de lucimiento al concertino, a la vez que hace protagonista a la flauta dulce. Tras un precioso Moderato inicial, continúa un excelente Moderato/allegro con una impecable fuga, donde la orquesta se luce al completo junto con la flauta dulce. El grave que sigue a continuación, introduce una melodía que permite el lucimiento expresivo de la flauta dulce, que aprovechó estupendamente el flautista de San Fernando Alberto Domínguez Gálvez, para demostrar que es un valor en alza de este instrumento tan característico del período barroco musical. El Allegro final de la sinfonía es exquisito, y Alberto Domínguez encontró en la Orquesta Barroca de Sevilla un apoyo y empaste digno de mención, que arrancó un gran aplauso del público del Teatro Falla.

Hubo otra obra más de Alessandro Scarlatti, esta vez sin flauta, el Concierto nº 1 en Fa menor para cuerdas y continuo, que abrió el concierto. Aunque la fama que tuvo Alessandro en el siglo XVIII fuera eclipsada con el paso de los años por su propio hijo: Domenico Scarlatti, el viernes noche, de la mano de la Orquesta Barroca de Sevilla pudimos comprobar porqué Alessandro Scarlatti fue un músico realmente importante durante el siglo XVIII.

El programa de mano, se completó con obras de otros tres músicos cuya vida también giró en torno a Nápoles: Francesco Barbella, Francesco Durante y Domenico Natale Sarri. De Barbella y de Natale escuchamos sendos conciertos para flauta y cuerdas y de Durante, el concierto tercero en Mi bemol mayor para cuerdas y continuo. Y al final, hubo propina, y fuera de programa, la Orquesta Barroca y Alberto Domínguez interpretaron el último movimiento de la sinfonía en Do menor de Nicola Fiorenza, violinista y compositor napolitano también del siglo XVIII.

Un concierto pensado ex profeso para el FMEC, en el que se cuidaron todos los detalles, como el de montar la concha acústica del Teatro Falla, para maximizar la calidad sonora de la orquesta, y la mención al meridiano cero de Cádiz, que aunque creado en 1753, es decir después de fallecidos casi todos los músicos napolitanos del programa del concierto, no deja de ser un indicador de la importancia de Cádiz en el siglo XVIII, y el prestigio que significaba para España el tener un propio punto de referencia cartográfico, que llegó a durar un siglo, hasta que llegó Greenwich…

Enhorabuena al Festival y a la Orquesta Barroca de Sevilla por traernos todas estas joyas musicales y sus evocaciones.

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